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1 marzo, 2025¿Qué es la fortaleza?

Este es el quinto artículo de la colección de artículos: Virtudes y vicios
Aunque no encontrarás la palabra fortaleza en la mayoría de las traducciones de la Biblia al español, puedes encontrar sus sinónimos en palabras como valor, determinación, fuerza y perseverancia. La palabra proviene del latín fortis, que significa «fuerte». El diccionario Merriam-Webster, en inglés, define fortaleza como «la fuerza mental que permite a una persona afrontar el peligro o soportar con valor el dolor o la adversidad». Otros diccionarios destacan aspectos como la emoción o el tiempo que se soporta la aflicción. Pero sea cual sea el énfasis de una definición u otra, una cosa es segura: la fortaleza se manifiesta en la conjunción de la adversidad y la fuerza.
En el Antiguo Testamento, el principio de la fortaleza se puede ver en pasajes como los del libro de Josué. Cuando el pueblo de Dios estaba a punto de cruzar a la tierra prometida, Dios le dijo a Josué que fuera «fuerte y valiente», una frase utilizada repetidas veces en el capítulo inicial. ¿Por qué necesitaban fuerza y valor los israelitas? Porque estaban a punto de luchar contra el pueblo cananeo que, en un momento dado, los hizo parecer como pequeñas langostas (Nm 13:33). Pero el pueblo de Dios necesitaba algo más que fuerza física. También necesitaba fuerza mental, emocional y espiritual para soportar el conflicto, la adversidad e incluso la tentación que enfrentaría en la tierra que el Señor le estaba dando. En otras palabras, necesitaba fortaleza.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo escribió en su carta a los filipenses: «Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado, sino que con toda confianza [valentía], aun ahora, como siempre, Cristo será exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte» (Fil 1:20). Varios versículos más adelante, combina esta valentía con la unidad de propósito de los filipenses: «[estén] firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio. De ninguna manera estén atemorizados por sus adversarios» (Fil 1:27-28). Pablo necesitaba un valor tenaz para las pruebas y aflicciones que iba a soportar por causa de Cristo. Su determinación sería un ejemplo para los filipenses, para que ellos también lucharan juntos y sin miedo por la causa de Cristo, pasara lo que pasara.
Pablo escribió en otro lugar a los creyentes que «permanezcan firmes en la fe» (1 Co 16:13) y «fortalézcanse en el Señor… para que puedan resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes» (Ef 6:10, 13). Del mismo modo, el escritor de Hebreos anima a sus lectores a que «mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es Aquel que prometió» (He 10:23). Como creyentes, somos llamados a permanecer, fortalecernos y mantenernos firmes a causa de la hostilidad de este mundo, las tentaciones de la carne y los ataques espirituales de Satanás. En otras palabras, necesitamos fortaleza.
La fortaleza es esa fuerza para soportar con valentía la adversidad, la tentación y la guerra espiritual, y que el Señor suministra bondadosamente mediante Su Espíritu y a través de las promesas de Su Palabra.
Debemos notar que la verdadera fuente y fundamento de cualquier fortaleza que podamos exhibir es el Señor mismo. Su gracia, que es suficiente, nos permite gloriarnos en nuestras debilidades para que el poder de Cristo descanse sobre nosotros: «Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12:9-10). De hecho, es Su Espíritu quien «nos ayuda en nuestra debilidad» (Ro 8:26).
Por tanto, la fortaleza puede definirse bíblicamente como la fuerza para soportar con valentía la adversidad, la tentación y la guerra espiritual, y que el Señor suministra bondadosamente mediante Su Espíritu y a través de las promesas de Su Palabra.
Entonces, ¿cómo podemos cultivar la fortaleza? Déjame darte dos maneras. Primero, aprovecha los medios de la gracia de Dios por los que Él actúa para santificarte; específicamente, Su Palabra, los sacramentos y la oración. Cuando leemos y meditamos la Palabra de Dios, somos como árboles fructíferos plantados junto a corrientes de agua (Sal 1:3). Al participar en la Cena del Señor, Dios alimenta y fortalece nuestra fe para lo que nos espera. Al estar en comunión con Él en oración, se nos recuerda que no estamos solos; Él está con nosotros. Estas son las herramientas espirituales que el Señor nos ha proporcionado para que tengamos fortaleza y perseveremos en la prueba.
Segundo, invierte en la comunidad de fe. Necesitas compañeros peregrinos que te animen, desafíen y estimulen en tu viaje. En El progreso del peregrino, de John Bunyan, el personaje llamado Cristiano necesitaba amigos y colaboradores en su peregrinar hacia la Ciudad Celestial. Del mismo modo, tú necesitas que otros vengan a tu lado para fortalecerte y apoyarte en el camino. Esto se manifiesta mejor en la iglesia local, que no solo te sitúa en el contexto de los medios de gracia, sino que también te proporciona el apoyo espiritual y la oración de los demás.
Al considerar las diversas pruebas y aflicciones que podrás enfrentar en tu vida, que el Espíritu de Dios te fortalezca para resistir con valentía: «Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman» (Stg 1:12).
Publicado originalmente en el blog de Ligonier Ministries.