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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Lo que realmente dijo N.T. Wright
«Pero la verdadera cuestión es, en mi opinión, que la salvación de los seres humanos, aunque por supuesto es extremadamente importante para esos seres humanos, forma parte de un propósito mayor. Dios nos rescata del naufragio del mundo, no para que nos sentemos a descansar en Su compañía, sino para que formemos parte de Su plan de rehacer el mundo. Estamos en órbita alrededor de Dios y de Sus propósitos, no al revés». — N.T. Wright, Justification: God’s Plan and Paul’s Vision [Justificación: El plan de Dios y la visión de Pablo], p. 24.
El obispo Wright cree que la iglesia cristiana ha malinterpretado fundamentalmente el evangelio. Si tiene razón en esto, debemos escucharle y aceptar su corrección. Pero, si se equivoca, él nos estaría alejando del evangelio. Lo que está en juego no puede ser mayor.


El obispo Wright es brillante, creativo, provocador y fascinante. Su escritura es centelleante. Sus argumentos, sin embargo, son excesivamente resbaladizos y a menudo peligrosos. Lo que propone es nada menos que una completa reconcepción de lo que los cristianos creen sobre la salvación y el evangelio de Cristo.
En su primera obra, llamó a una revolución en nuestra comprensión de Jesús, de Pablo y del evangelio. Insistió en que la iglesia debe revertir siglos de comprensión y abandonar lo que los cristianos, y en particular los cristianos comprometidos con las tradiciones de la Reforma, han considerado la esencia misma del evangelio.
El evangelio, insiste Wright, «no es un relato sobre cómo se salva la gente». El mensaje del apóstol Pablo, propone, no era «una doctrina sobre cómo salvarse».
Sin duda, esto resultará chocante para la mayoría de los cristianos. La iglesia, en prácticamente todas sus principales tradiciones, ha entendido comúnmente que el evangelio es exactamente lo que el obispo Wright propone que no es: un mensaje sobre cómo se salvan los pecadores.
Para exponer su punto de vista, Wright propone primero que la mayoría de los cristianos reducen el alcance del evangelio al aceptar la cosmovisión del individualismo moderno. Para muchos cristianos, el evangelio se reduce a nada más que su salvación personal del pecado, sin comprender el propósito eterno de Dios de redimir a un pueblo mediante la sangre del Cordero.
En este punto, el obispo Wright merece ser escuchado. Sin duda, el evangelicalismo contemporáneo es especialmente dado al error de reducir el evangelio de esta manera. Más aún, el individualismo socava efectivamente la expiación de Cristo y el propósito salvador de Dios.
Sin embargo, en este punto es importante observar cómo Wright a menudo enmarca un argumento. Tiene toda la razón al lamentar el enfoque excesivamente individualista de tantos cristianos e iglesias. Pero a continuación hace girar su argumento sobre la suposición de que cualquier preocupación por la salvación de los pecadores individuales debe ser secundaria a algo más.
¿Y qué otra cosa? Tras repasar el mensaje del Nuevo Testamento, Wright pasa a criticar al cristianismo contemporáneo por perder de vista que el orden creado también forma parte del plan y el propósito redentor de Dios. Wright sostiene que la reconstrucción de la creación está en el centro del evangelio. La «nueva creación» es la culminación del «proyecto de Dios» y el evangelio es la declaración de esta promesa, revelada en la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. El evangelismo debe volver a concebirse como el anuncio del reino de Dios y la promesa de la nueva creación. Debe evitarse cualquier afirmación de que «lo principal o central que ha ocurrido es que el nuevo cristiano ha entrado en una relación privada con Dios o con Jesús».
Una vez más, es cierto el lamento de Wright de que demasiados cristianos aprecian poco el significado cósmico del evangelio. La Biblia nos señala la promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra, aunque nos recuerda que la creación gime ahora bajo la maldición del pecado. Deberíamos estar de acuerdo de todo corazón con el obispo Wright en que no apreciar la promesa escatológica de la nueva creación es reducir el evangelio tal y como se revela en la Biblia.
Sin embargo, una vez más, Wright pasa de una crítica legítima a una reconstrucción deliberada del evangelio. Aunque omitir o minimizar lo que el evangelio significa para la creación es un error, la realidad es que la Biblia revela que el propósito redentor de Dios se centra principal y penetrantemente en la salvación de los pecadores.
No debemos pasar por alto lo que está en juego. Si el obispo Wright tiene razón, el evangelio no trata principalmente de la salvación de los pecadores individuales mediante la obra redentora de Cristo, sino del proyecto de Dios de la nueva creación. Si esto es cierto, el evangelismo debería ser el acto de declarar los propósitos de Dios y señalar a Cristo como el agente divino de la realización de la redención de todo el cosmos.
Llegados a este punto, puede verse que el énfasis de Wright en la nueva creación y su insistencia en que el evangelio no trata principalmente de «cómo uno puede ser salvo» encajan perfectamente en su proyecto más amplio. Su argumento de que la justificación tiene que ver más con la eclesiología que con la soteriología, su insistencia en que lo que Pablo entendía como el evangelio no era la doctrina de la justificación por la fe, y su afirmación de que el evangelio tiene que ver más con la acción correcta en este mundo que con la esperanza en el próximo, todo encaja en su lugar.
Al final, el proyecto de N.T. Wright, por muy brillante que sea su presentación, se queda muy lejos del enfoque central del Nuevo Testamento sobre lo que Pablo describió como el evangelio «por el cual también sois salvos» (1 Co 15:2). Como ocurre a menudo con quienes sugieren una refundición de la doctrina de la Reforma, el problema no es tanto lo que Wright propone añadir a nuestra comprensión, sino lo que quiere quitar.