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Nota del editor: Este es el décimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Palabras y frases bíblicas mal entendidas
Imagina el júbilo que experimenta el pueblo de una capital después de que un buen rey ha sometido una rebelión, y tendrás una imagen de lo que Sión representa en las Escrituras. El término Sión se refiere principalmente a la montaña sobre la que se construyó el templo de Jerusalén. Pero a medida que se desarrolla la historia de las Escrituras, llega a simbolizar la victoria de Dios sobre Sus enemigos, y mucho más.
UNA SIÓN SOMBRÍA
La historia de Sión comienza con la elección de Sión por parte del Señor: «Porque el Señor ha escogido a Sión; / La quiso para Su habitación» (Sal 132:13). Pero para poder habitar allí y establecer Su reino, el Señor primero tuvo que derrotar a los enemigos que se le oponían y ocupaban Su montaña. Se trataba de los cananeos, concretamente los jebuseos. Con la ayuda de Dios, David derrotó a este último bastión de los enemigos de Dios (2 S 5:7; ver Jos 15:63).
Tras someter a Sus enemigos, Dios estableció Su ciudad y encomendó a Salomón la construcción del templo en medio de ella. El punto culminante llega cuando Salomón traslada el arca desde Sión (la antigua ciudad jebusea) a la nueva Sión (el monte del templo; ver 1 R 8:1). Dios corona estas labores con Su gloria, la cual descendió para llenar el templo (1 R 8:11). Él es el fundador y consumador de Sión (Is 14:32).
El Salmo 132 celebra estos acontecimientos como la entronización del Señor como Rey en la tierra. Por supuesto, Dios siempre ha reinado como Creador. Pero ahora el Señor es reconocido públicamente como el legítimo Rey de toda la tierra.
Así que cuando pienses en Sión, piensa: el Señor reina. En Sión, el Señor está entronizado como Rey supremo (Sal 9:11; Is 24:23). En Sión, el Señor ha establecido a David como un rey vasallo que reina en Su nombre (Sal 2:6; 110:2). Independientemente de su elevación literal, Sión es la más alta de las montañas de la tierra (Sal 48:2; ver Is 2:2), pues desde ella el Señor se eleva sobre todos los pueblos (Sal 99:2).
En el centro del mundo está Sión, donde el Señor, el Rey de todo, ejerce Su dominio. Desde Sión proceden los rescates reales del Señor (Sal 14:7). A Sión acude todo el pueblo del Señor para adorarle y ofrecerle su lealtad (Sal 65:1; 84:7). Más que en cualquier otro sitio, Sión es el lugar donde vemos la gloria del reino de Dios: es un nuevo Edén, el lugar más hermoso de la tierra (Sal 50:2). El pueblo de Dios lo ama tanto que desearía vivir allí todo el tiempo (Sal 84:2-4).
De este modo, Sión representa a Dios como ningún otro lugar. Su nombre habita allí (Is 18:7). Ver la gloria de Sión es ver la gloria del Señor (Sal 27:4). Despreciar a Sión es despreciar al Señor mismo (Is 37:22-23). Y así como el reino de Dios irradia desde Jerusalén, también lo hace el nombre de Sión, en círculos concéntricos. Sión suele referirse no solo al monte del templo, sino a Jerusalén en su conjunto (Is 40:9), que a veces es llamada «hija de Sión» (Mi 4:10). Sión también puede referirse a todo el pueblo de Israel (Is 51:16).
Dado que Sión simboliza el reinado invencible del Señor sobre el mundo, resulta asombroso que Sión haya caído en manos de las naciones. ¿Cómo puede el templo, el mismísimo trono de Dios, yacer en cenizas (Mi 3:12; ver Sal 125:1)? La respuesta es que Dios mismo abandonó Su trono a causa de la rebelión de Su pueblo contra Su realeza (Jr 7:13-14).
LA SIÓN DEFINITIVA
Sin embargo, incluso después de su destrucción, Sión sigue siendo heredera de asombrosas promesas. Los profetas prometen que Dios volverá a reinar en Sión con una gloria aún mayor (Is 4:3-5; 51:11). Pero cuando el Señor regrese en la persona de Jesucristo, vendrá a reinar no desde un templo en la tierra, sino desde el templo celestial en la Sión celestial (He 12:22; 1 P 2:6). La Sión sombría siempre fue una copia de esta Sión definitiva. Piensa en lo gloriosa que era la primera Sión, y ahora date cuenta de lo gloriosa que es esta última Sión después de la victoria consumada de Jesús. Tú y yo somos ciudadanos de esta Sión celestial. Y un día, esta montaña vendrá a llenar toda la nueva creación.