La historia de la Iglesia | Siglo III

TENIÉNDOLO POR SUMO GOZO: LOS HECHOS DE CRISTO EN EL TERCER SIGLO

¿Qué tiene la fe cristiana que nos hace morir por ella? ¿Qué nos hace aferrarnos a nuestra fe como si nuestras vidas eternas dependieran de ella?

Lo que separa la fe cristiana de las demás religiones del mundo es el perdón. Ninguna otra religión ofrece esta asombrosa promesa: Arrepiéntete y cree, y serás salvo. Por eso nuestros padres pudieron enfrentarse a leones hambrientos y gladiadores revestidos de metal en los estadios de Roma.

No debemos pasar por alto la ironía del caso. Lo que permitió que miles de personas se enfrentaran valientemente y sin temor a la muerte es precisamente la misma virtud que llevó a los que sobrevivieron en su fidelidad a abrazar a los que sobrevivieron en su infidelidad.

Desde el año 249 hasta el 260 d. C., muchos cristianos negaron la fe para escapar de la persecución. Pero cuando la persecución cesó, algunos de los infieles quisieron ser readmitidos en la Iglesia. Fue por la promesa de perdón a los que se arrepienten, porque esta era y es la esencia de la fe, que los lapsi, aquellos cuya carne flaqueó frente a Roma, fueron bienvenidos de nuevo al redil.

En esta tercera parte de nuestra serie sobre la historia de la Iglesia, vemos cómo la Iglesia se enfrentó con valentía y sumo gozo a la persecución romana en el Siglo III.