
Aceptar Su deidad
17 octubre, 2023
Entender la cruz
17 octubre, 2023Adoptar la actitud de Cristo

«No buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás. Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2:4-8).
Aquí el atributo de la gloria se atribuye a los tres miembros de la Trinidad. Esta gloria luego se confirma como una gloria que es eterna. No es algo que se le añade a Jesús o que Él haya adquirido en algún momento de Su vida o ministerio terrenal. Él tuvo esta gloria en el principio y la poseerá por la eternidad:
«Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Flp 2:9-11).
Aunque la forma de servidumbre cubría a Jesús y Su vida estuvo marcada por una humillación voluntaria, aun así hubo momentos en Su ministerio en los que irrumpió la gloria de Su deidad. Fueron esos momentos los que provocaron que Juan escribiera: «Y vimos su gloria» (Jn 1:14).
Coram Deo: vivir delante del rostro de Dios
Pídele a Dios una revelación cada vez mayor de Su gloria.
Para estudiar más a fondo
Filipenses 2:5-9