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Cuando empezaron a producirse divisiones en la Iglesia alemana en la década de 1930, Dietrich Bonhoeffer escribió un documento para ayudar a los cristianos a permanecer firmes en la verdad de la Escritura. En este episodio de 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, Stephen Nichols habla de la Confesión de Betel.
Transcripción
Bienvenidos a 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, un podcast de los Ministerios Ligonier con Steve Nichols.
La palabra Betel viene de la Escritura. Es una ciudad en la Biblia, y quiere decir literalmente «casa de Dios». También hay una ciudad llamada Betel en Alemania. Se estableció como centro para aquellos que estaban en necesidad. En Betel había un hospital, lo que movió a la Iglesia luterana alemana a fundar un seminario en la zona con el fin de ofrecer a los estudiantes la oportunidad de ministrar a esos que estaban en gran necesidad. Casualmente, Betel fue también el lugar de un acontecimiento importante en la historia de la iglesia en Alemania.
El joven Dietrich Bonhoeffer se encontraba en Betel a finales de la primavera y el verano de 1933. Era una época de intensas luchas y agitación en el seno de la iglesia nacional alemana, llamada Iglesia evangélica alemana o la Iglesia del Imperio. La Iglesia del Imperio ya había apoyado al partido nazi. Un pequeño grupo dentro de la iglesia vio esta acción como la venta del alma de la iglesia, por lo que la minoría formó un grupo disidente dentro de la iglesia mayor, llamado la Iglesia confesante.
Bonhoeffer desempeñó un papel importante en esta nueva organización. Aunque Bonhoeffer era joven, era un teólogo muy destacado, y en Betel decidió que esta iglesia necesitaba una declaración doctrinal. Con la ayuda de un amigo empezó a escribir la Confesión de Betel. Escribió el primer borrador en el verano de 1933 y otro un par de meses después. Desgraciadamente, un comité se apropió de ese borrador, y lo mutiló por completo. Cuando le devolvieron el borrador, Bonhoeffer ni siquiera lo reconoció como suyo. Y dijo al revisarlo: «Demasiados cocineros dañan la sopa».
Las Escrituras son la revelación única y autoritativa de Dios, y la cruz es el medio por el cual Dios proporciona la redención a Su pueblo.
Sin embargo, hay dos partes de la Confesión de Betel que son cruciales, partes que fueron muy útiles para que la iglesia las afirmara en Alemania en la década de 1930 y, de hecho, cruciales para la iglesia de cualquier época, especialmente la iglesia de hoy.
La primera pieza crucial de la Confesión de Betel es su doctrina de la Escritura como autoridad y veracidad total. La confesión dice: «Las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento son la única fuente y norma de la doctrina de la iglesia. Constituyen el testimonio total válido, autenticado por el Espíritu Santo, de que Jesús de Nazaret, fue crucificado bajo Poncio Pilato, es el Cristo, el Mesías de Israel, el Rey ungido de la iglesia, el Hijo del Dios vivo».
El segundo elemento se refiere a la cruz. Existía la idea de que Jesús, Su muerte y Su resurrección no eran más que símbolos. Algunos erradamente decían: «No te obsesiones como si fueran acontecimientos históricos; son símbolos eternos que nos inspiran». Este tipo de pensamiento es erróneo y peligroso. La Confesión de Betel respondía a este error: «Rechazamos la falsa doctrina de que la cruz de Jesucristo sea considerada un símbolo de una verdad religiosa o humana generalizada, como se expresa en la frase: “El interés público está por encima del interés privado”. La cruz de Jesucristo no es en absoluto un símbolo de algo; es más bien el acto de revelación único de Dios».
Dietrich Bonhoeffer y la Confesión de Betel han aportado así a la iglesia importantes herramientas para protegerse del escepticismo y el relativismo del mundo moderno. La Escritura no solo atestigua las experiencias religiosas de los pueblos antiguos, y la cruz de Cristo no es un mero símbolo o ejemplo. Como afirmara Bonhoeffer en su confesión, las Escrituras son la revelación única y autoritativa de Dios, y la cruz es el medio por el que Dios proporciona la redención a Su pueblo. Sin estas doctrinas, la fe cristiana carece de esperanza. Oramos que la iglesia siga aferrándose a estas verdades cruciales.
Soy Steve Nichols. Gracias por acompañarnos en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia.