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En 1978, más de 200 hombres, entre ellos R.C. Sproul, se reunieron para afirmar la inerrancia de la Biblia. En este episodio de 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, Stephen Nichols explica la importancia de la Declaración de Chicago sobre la inerrancia bíblica.
Transcripción
Bienvenidos a 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, un podcast de los Ministerios Ligonier con Steve Nichols.
El 26 de octubre de 1978 se celebró en Chicago un extraordinario encuentro de mentes. Durante tres días se reunieron, estudiaron, oraron y deliberaron 268 participantes, entre ellos representantes de treinta y cuatro seminarios, treinta y tres universidades, cuarenta y una iglesias y treinta y ocho denominaciones cristianas. Estos creyentes académicos se reunieron para abordar un tema crucial: la inerrancia de la Escritura.
La conferencia fue convocada por el Consejo Internacional de Inerrancia Bíblica, un grupo formado por eruditos como el Dr. R.C. Sproul, J. I. Packer, James Montgomery Boice, Earl Radmacher, Edmund Clowney y muchos otros. Este grupo no solo se reunió como consejo, sino que también invitó a líderes de todo el ámbito evangélico. El resultado es lo que se conoce como la Declaración de Chicago sobre la Inerrancia de la Biblia, un tratado histórico sobre la doctrina de la Escritura. Esta declaración consta de un prefacio, una declaración de cinco puntos y diecinueve artículos de afirmación y negación.
La década de 1960 fue una época de crisis en la iglesia, una crisis que estaba centrada en la doctrina de la autoridad de la Escritura. Muchos bautistas, luteranos y presbiterianos se alejaron de la postura de la inerrancia, la cual afirma que la Biblia no contiene errores. Por esta razón estos teólogos, pastores y misioneros piadosos se reunieron en Chicago para definir la inerrancia y también para hacer una declaración advirtiendo los peligros de alejarse de la misma. La primera declaración del prefacio dice así:
La autoridad de la Escritura es un tema clave para la Iglesia cristiana de esta y de todas las épocas. Quienes profesan la fe en Jesucristo como Señor y Salvador están llamados a mostrar la realidad de su discipulado obedeciendo humilde y fielmente la Palabra escrita de Dios. Apartarse de la Escritura en fe o conducta es deslealtad a nuestro Maestro. El reconocimiento de la total veracidad y confiabilidad de la Sagrada Escritura es esencial para comprender plenamente y confesar adecuadamente su autoridad.
Los cristianos que son fieles a la Biblia están de acuerdo en que la Escritura tiene autoridad. La pregunta es: ¿Cómo articulamos esta doctrina? La conclusión a la que llegaron los que estaban reunidos en Chicago fue que la mejor manera de honrar esta doctrina y pensar en la autoridad de la Escritura consiste en mantener la inerrancia.
La declaración comienza con la doctrina de la inspiración. La Biblia no se originó de abajo hacia arriba; es decir, no procede del hombre, representando nuestra comprensión de lo divino. Más bien, es descendente: la Biblia viene de Dios hacia nosotros, y es la Palabra inspirada de Dios.
Una vez establecida la doctrina de la inspiración, la siguiente pieza es la inerrancia: si es la Palabra inspirada de Dios, entonces es verdadera. Esto es lo que afirma la doctrina de la inerrancia, y el concilio se reunió en Chicago para definir y afirmar esta doctrina.
La conclusión de este concilio es realmente milagrosa. Si hoy encerramos a trescientos líderes evangélicos en una habitación, sería sorprendente que todos salieran coincidiendo en el color de la pintura de las paredes, pero elaborar una declaración teológica con cinco puntos y diecinueve artículos de afirmación y negación sería un verdadero milagro. Sin embargo, eso es precisamente lo que ocurrió en Chicago en 1978. La Declaración de Chicago sobre la Inerrancia de la Biblia sostuvo a una generación de eclesiásticos, pastores y teólogos. Volvió a poner este punto de vista de la inerrancia en el centro de la iglesia y lo ratificó doctrinalmente, para la vida de la iglesia y la vida del cristiano.
Soy Steve Nichols. Gracias por acompañarnos en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia.