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La Iglesia primitiva condenó a Pelagio por considerarlo un hereje. Entonces, ¿por qué siguen resurgiendo sus enseñanzas hoy? En este episodio de 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, Stephen Nichols nos ayuda a entender la influencia de esta figura de la Iglesia primitiva.
Transcripción
Bienvenidos a 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, un podcast de los Ministerios Ligonier con Steve Nichols.
En el episodio de hoy estaremos viendo a un personaje contemporáneo a Agustín de Hipona, que sostuvo una doctrina errada que fue combatida por Agustín y que fue condenada por diversos concilios. Ese personaje es Pelagio.
Pelagio fue un monje del siglo V cuyas enseñanzas han tenido un impacto en la historia de la iglesia hasta el día de hoy. Él estaba preocupado por nuestra justicia: ¿cómo podemos ser considerados justos delante de Dios? La pregunta lo llevó a replantear nuestra relación con Adán. Su reflexión sobre el asunto lo llevó a concluir que ser justos ante Dios depende completamente de nosotros.
Pelagio era irlandés y asceta, en una época de la historia de la iglesia en la que el ascetismo era muy popular. Su fama de gran maestro se extendió por todo el Imperio romano. En la segunda década del siglo V, él se había establecido en Jerusalén, y desde allí siguió ejerciendo una gran influencia.
Al reflexionar sobre nuestra justicia, Pelagio consideró el pecado de Adán. Empezó a creer que el pecado de Adán no tenía un impacto directo sobre nosotros, sino que más bien Adán era simplemente un ejemplo para nosotros.
Eso quiere decir que – según Pelagio – tú y yo no nacemos en pecado ni con una naturaleza pecaminosa. En cambio, nacemos con una naturaleza neutra. De hecho, Pelagio fue más allá y dijo que tenemos la capacidad moral de hacer lo que es correcto y de vivir una vida santa (sin la gracia de Dios). Según él, como tenemos libre albedrío, podemos escoger servir a Dios, siguiendo el ejemplo de Jesús y no el de Adán, teniendo la capacidad de amar a Dios y de escoger seguirlo. Así que Pelagio niega la predestinación y la enseñanza del pecado original.
Pero la década del 410 fue la época de Agustín, y las enseñanzas de Pelagio no escaparon su atención. Durante gran parte de esa década, Agustín enfocó sus escritos en repudiar estas ideas de Pelagio, porque dañaban el corazón mismo del evangelio: quiénes somos, si somos pecaminosos por naturaleza, si tenemos una capacidad moral innata y si Dios nos predestina. Agustín consideraba que todas estas preguntas iban directamente al corazón del evangelio, por lo que se propuso defender la verdad bíblica.
La controversia sobre las enseñanzas de Pelagio llegó a un punto culminante en el año 418 en el Concilio de Cártago. Allí, los miembros del concilio, bajo la dirección de Agustín y siguiendo sus escritos, condenaron a Pelagio y a sus seguidores, afirmaron la doctrina del pecado original, y enfatizaron la necesidad de la gracia de Dios para llevarnos a Él y para capacitarnos a vivir una vida santa, justa y aceptable delante de Él.
Aunque Pelagio fue condenado, sus enseñanzas continuaron vivas. Entonces, de nuevo, en el Concilio de Éfeso del año 431, Pelagio y sus enseñanzas fueron condenados. Pero eso no fue suficiente: a finales del siglo V y principios del VI, hubo muchos en la iglesia que intentaron retomar y resucitar las enseñanzas de Pelagio. Y otra vez, en el Concilio de Orange del año 529, Pelagio fue condenado de nuevo. Pero eso no detuvo el pelagianismo, que continúa en diversas formas hasta nuestros días.
Agustín tenía razón: el evangelio estaba en juego. Y un texto que trata con este tema es Romanos 5:12-21, que habla de la muerte en Adán y de la vida en Cristo. Es imposible conciliar la visión de Pelagio con la clara enseñanza de este pasaje. La verdad es que nacemos en pecado y no podemos hacernos justos a nosotros mismos. No podemos salvarnos a nosotros mismos; necesitamos un Salvador. Y, por la gracia de Dios, tenemos uno: Jesucristo, que pagó la pena que merecíamos, y cuya justicia se nos imputa por la fe sola, para gloria de Dios. Oramos que Su iglesia continúe rechazando las falsas enseñanzas de Pelagio.
Soy Steve Nichols. Gracias por acompañarnos en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia.