El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento
18 marzo, 2022El Paracleto
19 marzo, 2022El Espíritu Santo en el Nuevo Testamento
Segunda parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Fundamentos III: El Espíritu Santo y la salvación».
Es por el Espíritu Santo que la obra redentora de Cristo se aplica al creyente. Es a través de Su obra que les es concedida la vida espiritual. En esta lección, el Dr. Sproul continúa su estudio del Espíritu Santo examinando Su obra dentro del contexto del Nuevo Testamento, particularmente en la obra de la regeneración.
Transcripción
Una de las imágenes más bellas que encontramos de Dios en el Antiguo Testamento está en – no sólo en su obra de la creación del universo, sino en la narrativa de la creación de la especie humana, donde se nos dice que Dios toma del polvo de la tierra y lo moldea y le da forma, así como lo haría un escultor, pero cuando Dios crea seres humanos, no simplemente crea una estatua inerte o un ídolo o un ícono o una pieza vacía de escultura, como lo haría un artista, reacomodando la piedra o el barro en nuestros días. Pero, cuando Dios termina de dar forma y de moldear esta figura que hace del polvo, Él condesciende a agacharse y respirar en esta forma inerte y sin vida que ha hecho de la tierra y se nos dice que el hombre se convirtió en un ‘ruah’ viviente, un espíritu viviente.
Y en esa narrativa de la creación de la especie humana que estamos viendo – vemos que Dios respira en este barro su propia vida. Obviamente, uno de los mayores misterios a los que nos enfrentamos en la ciencia y la filosofía, y que hemos enfrentado durante milenios, es el misterio de la vida en sí. Y, sin embargo, desde una perspectiva bíblica se remonta, en última instancia, a la fuente de poder. La fuente o el génesis de la vida es Dios el Espíritu Santo. Recuerden lo que Pablo enseña: que en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Entonces, hay un sentido, damas y caballeros, en que cada persona en el mundo tiene el Espíritu Santo, no en el sentido redentor (en el sentido salvífico), sino simplemente en el sentido biológico, porque es el autor y el dador de poder de la vida en sí, para que un pagano ni siquiera pueda respirar sin el poder del Espíritu Santo.
Entonces, el Espíritu Santo es aquel que genera y sostiene la vida en todas sus formas. Es el que da la vida o el que genera poder o el poder del génesis, si lo quieres así. Y aunque la Biblia habla de manera singular y milagrosa de que Cristo fue concebido en el vientre de María a través del poder del Espíritu Santo en un sentido más amplio, en un sentido más general, nadie es concebido en el vientre excepto por el Espíritu Santo porque, de nuevo, Él es la fuente de poder para la vida en sí. Y, es interesante para mí que tanto en hebreo como en griego encontremos un juego de palabras con el concepto de espíritu, porque la misma palabra en hebreo para espíritu es también la palabra para el viento y para respirar. Y en el Nuevo Testamento cuando vemos el griego, la palabra griega ‘pneuma’, la cual usamos en español para herramientas neumáticas, herramientas accionadas por aire, y así sucesivamente, esta palabra pneuma, en el Nuevo Testamento, también puede ser traducida como viento o respiración o espíritu.
Y de nuevo, tenemos esto, un vínculo tan estrecho entre el Espíritu de Dios y el aliento de vida, que no queremos perdernos eso. Pero la preocupación principal, creo, en el Nuevo Testamento con respecto a la relación de Dios el Espíritu Santo con la vida, no es tanto la referencia a la creación original de la vida o al sustento general de la vida por el poder de Dios, sino a través de la energía creativa necesaria para la vida espiritual, para la nueva vida, para la vida que Cristo vino, recuerden que Cristo dijo: «yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». Bueno, allí Cristo no está hablando de lo que llamamos «bios» en el griego que es la palabra para vida o seres vivos, en el mundo de la biología, sino que usa la palabra ‘zoe’, que se usa, de nuevo, que llega al español para zoología, pero aquí Jesús la usa para referirse a una calidad o tipo de vida particular, la vida espiritual viva que sólo Dios puede dar a las personas que están espiritualmente muertas. Jesús dijo: «he venido para que tengan vida.»
Ahora, ¿Dónde predicó ese sermón, en el cementerio? Él no fue al cementerio y dijo: Hola a todos, escuchen. “He venido para que tengan vida”. Uno pensaría que esa es la forma de dirigirse a la gente que estaba muerta. Bueno, no estaba hablando de vida biológica; por lo tanto, no se dirigía a las personas que estaban biológicamente muertas. Se dirigía a personas quienes estaban biológicamente vivas y espiritualmente muertas. Entonces, le dice a esa persona que está viva en términos de tener sus signos vitales funcionando y lo demás, pero que estaba muerta a las cosas de Dios, «he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia».
Ahora, por supuesto, Cristo, como el Redentor, viene a darnos vida. La persona de la Trinidad, quien es la que aplica la obra redentora de Cristo a nuestras vidas, es el Espíritu Santo. Entonces, cuando vemos la obra de la Trinidad, Dios crea, Dios inicia el plan de redención; Cristo realiza todo lo necesario para llevar a cabo nuestra redención, y entonces ese ministerio objetivo de Cristo se hace nuestro subjetivamente a través de la aplicación de Dios el Espíritu Santo. Y una de las obras principales por las que ocurre en el Nuevo Testamento, es el nuevo génesis, la impartición de vida nueva a las almas muertas y que llamamos en teología: «regeneración».
La regeneración es la función de Dios el Espíritu Santo, y hay un gran énfasis que se pone en eso en el Nuevo Testamento. De nuevo, hemos visto el Espíritu en el Antiguo Testamento y el primer lugar en que lo vimos fue ¿dónde?, ¿en qué libro? En Génesis. Y Génesis fue el registro de la generación original del universo y la generación de la raza humana. ¿De acuerdo? Cuando hablamos de regeneración, ponemos este pequeño prefijo ‘re’ delante de una palabra, ¿qué significa? Significa «otra vez». Se refiere a una nueva segunda o posterior repetición de un original. Puedo pintar la casa, y luego repintar la casa. Antes de que pueda repintar la casa, esta tiene que haber sido, al menos, pintada una vez en un primer lugar. ¿Correcto?
Entonces, cuando hablas de regeneración, ese término solo puede significar algo si es que ha habido algún tipo de forma previa de generación. Y la forma previa de generación que la Escritura tiene en mente en el Nuevo Testamento es tu nacimiento terrenal, tu nacimiento biológico. Pero recuerda que cuando naces en este mundo, tú llegas M-A-L; ya estás ‘muerto al llegar’, espiritualmente. Puede que estés en gran salud biológicamente, pero naces en un estado de corrupción y caída que ya hemos analizado.
Ahora, cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos la carta de Pablo a los Efesios. Y Pablo inicia el segundo capítulo de Efesios con estas palabras: «Y Él os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo.» Ahora, observen el uso metafórico de la palabra ‘muertos’ aquí, porque Pablo también habla de caminar en el mundo. Habla de zombis caminando por ahí, los muertos vivientes. «Y Él os dio vida a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis”.
Ahora, ¿ven? Por supuesto, lo que Él está diciendo aquí es que a pesar de que estabas muerto todavía estabas andando, porque la muerte es a lo que se refiere muerte espiritual. «En los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Tenemos que parar por un segundo y escuchar lo que el Apóstol está diciendo aquí. Porque lo que Pablo está enseñando en este texto abiertamente, está en choque con la postura popular de la relación entre Dios y las personas, que satura los medios de comunicación y permea nuestra sociedad e incluso nuestras iglesias, y esa es la idea de que todos somos por naturaleza hijos de Dios, y todos empezamos en este mundo como parte de la familia de Dios y crecemos cristianos. Damas y caballeros, nadie, nadie en este mundo nace cristiano. Puedes nacer en la familia más piadosa del mundo, y no nacerás cristiano. No nacerás como un hijo de Dios, sino como un hijo de ira. Estarás por naturaleza alienado de Dios, en enemistad con Dios, muerto en tus delitos y pecados. Ese es tu estado natural; esa es tu condición natural como resultado de tu nacimiento biológico, porque cuando naces, todavía estás en la carne.
Y aquí, cuando el Nuevo Testamento contrasta la carne con el espíritu, significa que estás muerto a las cosas de Dios. Y la única manera en que puedes llegar a ser cristiano es a través de la obra del Espíritu Santo, quien, como Pablo dice aquí, te da vida o te vivifica. También pudiera ser posible que se use la palabra “vivifica”, pero lo cierto es que en español casi no la usamos en este sentido. De hecho, el lenguaje del Credo de los Apóstoles implica tal vivificación cuando habla de Cristo viniendo a juzgar a vivos o vivificados y a los muertos». Saben, cuando era niño no tenía muy clara la diferencia en cuanto a ‘juzgar a los vivificados y a los muertos’. Pero luego comprendí que ‘vivificados y muertos’ se refería ¿a qué? A ‘vivos y muertos’.
La otra forma en la que podemos considerar esta idea de vivificados y vivos, es comparándolo con el período de gestación del embarazo de una mujer. Tenemos ese momento, durante ese período de nueve meses, donde por primera vez la mujer siente la presencia real y el movimiento del bebé en su estómago, a eso le dicen ‘vivificando’. Ella ha percibido o sentido la vida del bebé. Ahora, por supuesto, están a punto de deshacerse de esa palabra con respecto al embarazo porque la gente en esta cultura no quiere que se piense que los bebés en gestación están vivos. Pero, en cualquier caso, Pablo dice: «Tú has vivificado, o has dado vida», está hablando de regeneración, donde el Espíritu Santo eleva a los muertos a la vida. Es la resurrección del espíritu humano de la muerte espiritual.
Ahora, estoy trabajando este punto ahora mismo porque, lo que estoy diciendo, veo que se opone abiertamente a lo que dice la cultura, y lo que me sorprende o me deja atónito es que esto puede ser una sorpresa tanto para la gente en la iglesia como para la que está fuera de ella, pero me consuela de que no soy la primera persona en articular esta idea un tanto exacerbada – exasperada, debo decir, de la gente que falla en comprenderlo. Porque vemos eso en la confrontación en el Nuevo Testamento cuando Jesús tiene la discusión con Nicodemo.
Recuerda en Juan 3 que se nos dice que hubo un fariseo que vino a – un gobernante de los judíos que se acercó a Jesús por la noche con todo tipo de adulaciones diciendo: ‘Maestro bueno’, ya sabes, ‘sabemos que tú eres un maestro enviado de Dios, o no serías capaz de hacer las cosas que haces’. Un juicio sólido allí. Da todos estos cumplidos a Jesús y Jesús se dirige a este hombre, y le dice directamente: «el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Y continúa: «el que no nace… del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Esto es lo que Jesús anuncia abruptamente a este miembro del Sanedrín, este fariseo, este gobernante de los judíos.
Ahora, ¿cuál es la respuesta de este fariseo al anuncio de Jesús? Es un teólogo. Cree que esto es lo más ridículo que ha oído, y le da una respuesta grosera a Jesús: ‘¿Qué quieres decir? ¿Que un hombre que ha crecido completamente tiene que entrar por segunda vez al vientre materno y nacer?’ Es una maravilla que Jesús no lo haya fulminado cuando dijo eso cínicamente a nuestro Señor. Y Jesús dijo: «Nicodemo, ¿eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? ¿Nunca has leído el Antiguo Testamento?» Ven, esto es fundamental porque Jesús no está presentado una nueva idea. Jesús no estaba diciendo que la gente en el Antiguo Testamento podría ser salva sin ser regenerada, mientras que en el Nuevo Testamento, ahora de repente, tienes que nacer de nuevo para ser salvo. No, David tuvo que nacer del Espíritu Santo; Abraham tuvo que nacer del Espíritu Santo.
Todos los que han sido redimidos tienen que nacer del Espíritu de Dios a fin de escapar de la muerte espiritual y de la carne. Por lo que la regeneración es un requisito absoluto y una necesidad para la salvación. No puedes ser salvo sin ella.Y siempre me impresiona cuando escucho a la gente hablar de «cristianos nacidos de nuevo». ¿Has oído esa frase? Quiero decirle a la gente, «Bueno, ¿titubeas?» ¿Por qué…por qué estamos hablando de cristianos nacidos de nuevo? ¿Qué otro tipo de cristianos hay? ¿Puedes ser un cristiano no nacido de nuevo, o espiritualmente nacido de nuevo como no cristiano? «No, nacer de nuevo – si es que nacer de nuevo, según Jesús, es un requisito previo absoluto para incluso ver el reino de Dios, y más aún para entrar en el reino de Dios, ¿cómo podrías tener a alguien entrando en el reino sin este requisito?
Bueno, según Jesús no hay cristianos no nacidos de nuevo, es un término sin sentido para Jesús. Y, sin embargo, es un término llamativo porque la razón por la que la gente lo usa hoy en día es porque tenemos una marca de religión que dice ser cristiana y que dice: «No tienes que ser regenerado para ser redimido». Eso no es cristianismo. Por lo tanto, en todo caso, esta es una de las funciones centrales del Espíritu de Dios en el Nuevo Testamento y en el Antiguo Testamento. Él es el regenerador. Él es quien crea el nuevo génesis, que nos da a luz espiritual en primer lugar. Pero lo hermoso es que el Espíritu Santo no sólo nos regenera en el plan de salvación, sino que es el cuidador principal de los cristianos.
Porque el otro lugar donde vemos tanta atención dada al Espíritu Santo en el Nuevo Testamento es con respecto a nuestra santificación, ese fin al que estamos siendo moldeados y formados y llevados a la conformidad con la imagen de Cristo, y creciendo en madurez en Cristo. Este proceso se denomina proceso de santificación. Lo veremos por separado más adelante, pero, sólo en términos del ministerio del Espíritu Santo, recordemos que, en la aplicación de la redención, está el hecho de que no sólo el Espíritu nos vivifica a la fe y a la vida espiritual para que seamos justificados, sino que nutre a aquellos a quienes ha resucitado de la muerte espiritual a lo largo de sus vidas, guiándolos, influyéndolos, trabajando dentro de ellos para traer transformación real a su carácter, de pecador a santo.
Siempre me he preguntado, por ejemplo, ¿por qué el Espíritu Santo es llamado el Espíritu Santo? Me refiero – Es decir, en la Biblia el Padre es Santo, el Hijo es el Santo, y sin embargo es el Espíritu quien recibe este título justo con su nombre. No decimos: ‘Querido Padre Santo, Querido Hijo Santo, Querido Espíritu Santo’, ni ‘En el nombre del Padre Santo, en nombre del Hijo Santo y en el nombre del Espíritu Santo’. Decimos: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Y, sin embargo, sabemos claramente que este atributo de santidad pertenece por igual al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Entonces, ¿por qué señalamos al Espíritu para llamarlo santo? Bueno, obviamente no porque sea el único miembro de la Trinidad que es santo. Pero ¿por qué? Por Su ministerio. Debido a la función concentrada que tiene en el plan de redención. Es Aquel a quien Dios envía para hacernos santos. Es asunto del Espíritu Santo generar santidad.
Entonces, vemos que, en etapas, empezando con nuestra regeneración, luego a través de toda nuestra vida en el proceso de santificación hasta que la santificación alcanza su clímax final, su culminación en el cielo, donde entonces experimentamos la glorificación. Y eso es logrado por el Espíritu Santo. Entonces el Espíritu Santo inicia la transformación de nuestro carácter. Lo nutre durante nuestras vidas. Lo termina al final, al completar nuestra redención en el cielo.
Entonces, una de las cosas que es fantástico observar acerca del ministerio del Espíritu Santo es lo multifacético que es. Él está ahí en la creación original. Él es el poder de la recreación. Él está ahí en la entrega original de la vida. Él está ahí en la vivificación a la vida espiritual. Él está ahí en la santificación. Está ahí en la glorificación. ¿Qué más hace? Lo hemos visto dar poder a la gente en el Antiguo Testamento. Él es el que inspira la Sagrada Escritura. Es el Espíritu Santo quien tiene la tarea de inspirar la escritura de la Biblia. Pero no sólo inspira el registro original de la Escritura, sino que también es Aquel quien la ilumina. ‘Nadie conoce la mente de Dios salvo el Espíritu de Dios’, nos dice Pablo en 1 Corintios.
Entonces, el Espíritu Santo nos ayuda a entender la Escritura arrojando luz en nuestras mentes oscuras para ayudarnos a ver lo que hay en el texto. Él es nuestro maestro supremo de la verdad de Dios, como aquel que es el iluminador. Es el que nos convence de pecado y de justicia. Es nuestro Parakleto, el Ayudante que Cristo prometió dar a su iglesia. En nuestra próxima sesión exploraremos la importancia de eso.