La postura católica romana de la justificación, 2a parte
21 febrero, 2023Respuesta a las objeciones de Roma
21 febrero, 2023La postura protestante de la justificación
Novena lección de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Lutero y la Reforma».
¿Cómo puede Dios considerarnos justos aun siendo pecadores? En esta lección, R.C. Sproul explica la doctrina de la justificación por la fe sola, una profunda verdad que da testimonio tanto de la justicia como de la gracia de Dios.
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Transcripción
En las últimas dos sesiones de este curso sobre Lutero y la Reforma, analizamos la doctrina católica romana de la justificación. Y esta noche vamos a empezar a ver la postura reformada de la justificación en contraste con la postura romana. Y, por supuesto, sabemos que el lema de la Reforma durante el siglo XVI con respecto a la doctrina de la justificación estaba contenido en las dos palabras, sola fide.
Sumado a esa declaración, a los reformadores se les ocurrió otras cuatro solas: sola Scriptura, sola gratia, solus Christus y soli Deo gloria; las cinco apuntaban a la importancia central de la doctrina de la justificación por la fe sola. Pero esa pequeña fórmula sola fide tan solo significa «por la fe sola». Y como vimos en nuestro estudio del catolicismo romano, la comunión romana también afirma fuertemente que la fe es necesaria para la justificación.
De hecho, vimos que era una condición necesaria, pero no una condición suficiente. No puedes tener justificación sin fe, pero puedes tener fe sin justificación. Así que el punto de la controversia entre Lutero y el resto de los reformadores magisteriales con Roma se centró en esta palabra: sola, que la justificación era por la fe sola. A veces, cuando tienes lemas y jingles como este, puede simplificar los conceptos en gran medida, porque la gente me pregunta: «¿Acaso no es necesario arrepentirse para ser justificado?». Y decimos, por supuesto que sí.
Pero en el concepto reformado de la fe, el arrepentimiento, aunque podemos distinguirlo de la fe en un sentido, sin embargo, se entiende como una parte integral de esa fe que justifica. Y el término sola fide es solo una abreviatura de la idea de que la justificación es por Cristo solo, que ponemos nuestra fe en lo que Jesús ha hecho por nosotros y al poner nuestra fe en Él, encontramos nuestra justificación. Así que, podemos establecer las diferentes fórmulas del siglo XVI.
La postura católica romana sería algo como esto: que fe más obras es igual a justificación. El antinomianismo, que abunda incluso en el evangelicalismo estadounidense, cree que la fe es igual a la justificación menos las obras. Mientras que la postura reformada del asunto, que creo que es la postura bíblica, por supuesto, es que la fe es igual a la justificación más las obras. Ahora, noten que las obras están en ese lado de la ecuación, no en este lado de la ecuación, porque cualquier obra que hagamos como cristianos no agrega absolutamente nada al fundamento de nuestra justificación.
Dios no nos declara justos por las obras que hacemos. Es por fe y por la fe sola que recibimos el don de la justificación. Solo una lectura rápida de Romanos capítulo 3, versículo 19, «Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se calle y todo el mundo sea hecho responsable ante Dios. Porque» (aquí viene la conclusión de Pablo), «por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del pecado».
Ahora, cuando el apóstol explica con más profundidad la doctrina de la justificación, la pone en contraste con la justificación a través de las obras de la ley, donde dice: «Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, confirmada por la ley y los profetas. Esta justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo es para todos los que creen. Porque no hay distinción, por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios.
Todos son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su sangre a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús».
Si recuerdan, en las primeras sesiones de este estudio, vimos la experiencia de la torre de Lutero, cuando estaba preparando sus clases sobre la carta de Pablo a los Romanos, en donde donde tuvo ese despertar de que la justicia por la cual somos justificados, la justicia de Dios, no es esa justicia por la cual Dios mismo es justo, sino esa justicia que Él provee para las personas pecadoras que la reciben por fe.
Ahora, en el corazón mismo de la controversia, en el siglo XVI, estaba esta pregunta, ¿cuál es la base por la cual Dios declara a alguien justo ante Sus ojos? Sabemos que Pablo plantea la pregunta: «Si el Señor tuviera en cuenta la iniquidad, ¿quién estaría de pie?». Es decir, si tuviéramos que presentarnos delante de Dios basándonos en Su justicia perfecta y juicio perfecto sobre nuestro desempeño, ninguno de nosotros sería capaz de estar de pie.
Todos juntos caeríamos, porque como Pablo reitera aquí, todos nosotros hemos sido destituidos de la gloria de Dios. Entonces, la pregunta apremiante de la justificación es ¿cómo puede una persona injusta alguna vez ser justificada en presencia de un Dios justo y santo? En nuestra última sesión, cuando estaba explicando sobre la postura católica romana, hablé sobre la idea de la postura romana de lo que llamamos justificación analítica.
Y les expliqué lo que eso significaba, que una declaración analítica es una declaración que es verdadera por definición. Dos más dos son cuatro. O un soltero es un hombre que no se ha casado. No hay nada en el predicado que no esté ya contenido en el sujeto. No se proporciona información nueva ni se añade nada al análisis del tema en sí mismo. Y en la postura romana de la justificación, Dios solo declarará a una persona justa cuando, bajo Su análisis perfecto, Él encuentra que son justas, que la justicia es inherente a ellos.
Recuerden, no pueden tener esa justicia sin fe. No pueden tenerla sin gracia. No pueden tenerla sin la ayuda de Cristo, pero, aun así, dados todos esos ingredientes, en el análisis final, la verdadera justicia debe estar presente en el alma de una persona antes de que Dios los declare alguna vez justos. En contraste con la postura analítica de la justificación que es la postura romana, está la postura reformada de que la justificación es sintética; sintética en lugar de analítica.
¿Qué significa eso? Una declaración sintética es una declaración en la que se agrega algo nuevo en el predicado que no está contenido analíticamente en el sujeto. Si les dijera, el soltero era un hombre pobre. Les he dicho algo nuevo en la segunda parte de la oración que no estaba ya contenido solamente en la palabra soltero porque, aunque todos los solteros son hombres no casados, no todos los solteros son hombres pobres y no casados. Tenemos solteros ricos que no están casados.
Entonces, cuando hablamos de pobreza o riqueza, no es algo que sea automáticamente inherente a la idea de la soltería. Estamos diciendo algo nuevo. Hay una síntesis por así decirlo, algo adicional que se agregó al tema. Y lo que queremos decir con eso cuando hablamos de la postura reformada de la justificación, que es sintética, es que cuando Dios declara que una persona es justa ante Sus ojos, no es por lo que se encuentra en esa persona bajo Su análisis, sino más bien por los motivos o sobre la base de algo que se agrega a esa persona. Y lo que se le añade a esa persona es la justicia de Cristo.
Ahora, en ese sentido, Lutero insistió en que la justicia por la cual somos justificados es una justicia que Lutero llamó extra nos, es decir, aparte de nosotros o fuera de nosotros. También lo llamó un justicium alienum, que es una justicia ajena, no es una justicia que nos pertenece propiamente, sino una justicia que es externa a nosotros mismos, que es ajena a nosotros. Viene desde afuera de la esfera de mi propio comportamiento.
Y, por supuesto, con ambos términos, Lutero estaba hablando de la justicia de Cristo. Ahora, si hay alguna palabra que estuvo en el centro de la tormenta de fuego de la controversia del siglo XVI y sigue siendo central para el debate, incluso en nuestros días, es la palabra «imputación». En realidad no se puede entender de qué se trataba la Reforma sin entender la importancia central de esta única palabra. Hubo todo tipo de reuniones después de la Dieta de Worms para tratar de reparar el cisma que estaba teniendo lugar en el siglo XVI.
Todo tipo de esfuerzos donde los teólogos de la persuasión romana se reunieron con los teólogos reformados magisteriales, tratando de resolver las dificultades, tratando de preservar la unidad de la iglesia y la única palabra que no podían pasar, la única palabra con la que la comunión romana se atragantó fue esta palabra «imputación». Por lo tanto, tenemos que entender de qué se trata todo eso.
Cuando Pablo está explicando la doctrina de la justificación, usa como prueba A al patriarca Abraham, que se remonta al capítulo 15 de Génesis, donde leemos en ese texto que Abraham le creyó a Dios y le fue contado por justicia. Abraham seguía siendo un pecador. El resto de la historia de la narrativa de la vida y las acciones de Abraham revelaron que todavía tenía pecado. Sin embargo, Dios lo consideró justo porque él creyó en la promesa. En ese sentido, «imputar» significa «transferir legalmente a la cuenta de alguien», considerar que algo está allí.
Y entonces Pablo dice que Dios se refirió a Abraham como justo o lo consideraba justo, a pesar de que en sí mismo, Abraham aún no era justo. Entonces hay una gran diferencia entre la infusión de gracia que vimos la última vez, por la cual, según Roma, en los sacramentos, la gracia de Dios se derrama en el alma del creyente y sobre la base de esa justicia infundida, esa persona se vuelve inherentemente justa y, por lo tanto, es juzgada por Dios como justa.
Pero lo que Lutero estaba diciendo, junto al resto de los reformadores, es no, el fundamento de nuestra justificación es cuando Dios imputa la justicia de otra persona a nuestra cuenta. Y, por supuesto, lo que se carga a nuestra cuenta, contado a nuestra cuenta, es la justicia de Cristo. Ahora, tal vez la fórmula que Lutero usó, que es más famosa y más reveladora en este punto es su fórmula: simul justus et peccator. Si alguna fórmula resume y captura la esencia de la postura reformada, es esta pequeña fórmula.
Simul es la palabra de la que obtenemos en el español «simultáneamente» o también significa al mismo tiempo. Justus es la palabra latina para justo o justicia. Y todos saben qué significa et. Et es el extraterrestre de la película: «Teléfono, mi casa». No. Saben que eso no es lo que significa. Recuerdan en la escena de la muerte de César, después de ser apuñalado por Bruto, él dice: «Et tu, Brute», entonces cae César. «¿Y tú también, Bruto?». Simplemente significa «y». Peccator significa pecador.
Así que, con esta fórmula, Lutero estaba diciendo que en nuestra justificación, somos al mismo tiempo rectos o justos y pecadores. Ahora, si él dijera que somos al mismo tiempo y en la misma relación justos y pecadores, eso sería una contradicción en los términos. Pero eso no es lo que estaba diciendo. Él estaba diciendo, desde una perspectiva, en un sentido, somos justos.
En otro sentido, desde una perspectiva diferente somos pecadores. Y cómo lo define es simple. En y por nosotros mismos, bajo el análisis del escrutinio de Dios, todavía tenemos pecado. Seguimos siendo pecadores. Pero por imputación y por fe en Jesucristo, cuya justicia ahora se transfiere a nuestra cuenta, entonces somos considerados justos o rectos. Este es el corazón mismo del evangelio.
¿Seré juzgado para entrar en el cielo por mi justicia o por la justicia de Cristo? Si tuviera que confiar en mi justicia para entrar al cielo, estaría total y completamente sin esperanza de cualquier posibilidad de ser redimido alguna vez. Pero cuando vemos que la justicia que es nuestra por fe es la justicia perfecta de Cristo, entonces vemos cuán gloriosas son las buenas nuevas del evangelio. La buena noticia es solo esto: Puedo ser reconciliado con Dios.
Puedo ser justificado por Dios no sobre la base de lo que hice, sino sobre la base de lo que ha sido logrado a mi favor por Cristo. Ahora, es algo extraño para mí que Roma reaccionara de forma tan negativa a la idea de la imputación, porque, en su propia doctrina de la expiación, ellos sí creen que nuestros pecados son imputados a Jesús en la cruz, de lo contrario no hay valor en la muerte expiatoria de Jesús para nosotros.
Así que la idea, el principio de expiación, está ahí. No solo está ahí, sino que cuando se habla de obtener las indulgencias a través de la transferencia del mérito del tesoro de méritos, ¿de qué otra manera se reciben esos méritos excepto por imputación? Pero en el corazón del evangelio hay una doble imputación. Mi pecado es imputado a Jesús. Su justicia me es imputada a mí.
Y en esta doble transacción vemos que Dios, quien no negocia el pecado, quien no compromete Su propia integridad con nuestra salvación, sino que castiga el pecado completa y realmente después de que ha sido imputado a Jesús, conserva Su propia justicia y por lo tanto Él es justo y el Justificador como el apóstol nos dice aquí. Así que mi pecado va a Jesús. Su justicia viene a mí, a los ojos de Dios, lo cual es algo increíble.
Y como dije, vale la pena morir por esto. Por esto vale la pena dividir la iglesia. Este es el artículo sobre el cual la iglesia se sostiene o cae, porque es el artículo sobre el cual yo me sostengo o caigo y es el artículo sobre el cual tú te sostienes o caes.
Bueno, continuaremos con este estudio en nuestra próxima sesión y también veremos brevemente, al menos, la respuesta católica romana a la postura reformada de la justificación. Pero, esperaremos hasta nuestra próxima sesión.