Elección incondicional
Novena exposición del Dr. R.C. Sproul en la serie de enseñanza: ¿Qué es la teología reformada?Si todavía no tienes la guía de estudio de ¿Qué es la teología reformada?, por favor escribe tu correo electrónico en el siguiente formulario para recibirla.
Transcripción
Ulises S. Grant, quien fue el jefe de las fuerzas de la Unión durante la guerra civil norteamericana y que luego fue el presidente de los Estados Unidos, recibió un apodo durante su carrera militar por sus iniciales U. S. en inglés Unconditional Surrender (Rendición Incondicional) porque cuando vencía al enemigo no permitía una paz negociada que implicara acceder a ciertas condiciones.
Y así tenemos este concepto de lo que es incondicional y que en el acróstico TULIP es la U para elección incondicional en inglés. Este es otro de esos términos que considero que puede ser un poco confuso y prefiero simplemente usar el término elección soberana, pero esto desbarataría las siglas TULIP en inglés y no sólo sería RULIP sino que ahora sería RSLIP y eso no rima en inglés.
¿De qué estamos hablando cuando utilizamos el término elección incondicional? Esto no quiere decir que Dios va a salvar a la gente, sin importar que vengan o no vengan a la fe. Hay condiciones que Dios decreta para la salvación siendo una de ellas poner nuestra confianza personal en Cristo.
Pero esa es una condición para la justificación y la doctrina de la elección es otra cosa. Está relacionada a la doctrina de la justificación, pero cuando hablamos de la elección incondicional estamos hablando, en un margen muy estrecho, de la doctrina de la elección misma. La pregunta a este punto se convierte entonces en: ¿Sobre qué base Dios escoge o elige salvar a ciertas personas? ¿Es en base a alguna reacción prevista, respuesta, o actividad de los elegidos? Es decir, muchas personas que tienen una doctrina de la elección o predestinación lo ven de esta manera: Que desde toda la eternidad Dios nos mira a través de todos los tiempos y sabe de antemano quien va a decir sí a la oferta del Evangelio y quién va a decir no.
Y en base a este conocimiento previo, aquellos quienes Él sabe que cumplirán con la condición para la salvación, es decir, de expresar la fe o creer en Cristo, sabiendo que hay quienes cumplirán con esa condición, es en base a eso que luego los elije para salvarlos.
Así que elección condicional significa que la gracia electiva de Dios es distribuida por Dios en base a alguna condición previa que los seres humanos ejercen por sí mismos. Mientras que en la idea reformada se llama elección incondicional es decir que no hay una acción previa o condición cumplida por nosotros, que induzca a Dios para decidirse a salvarnos, sino que la elección se basa en la decisión soberana de Dios para salvar a quien Él se complace salvar.
Ahora nos dirigimos a la carta de Pablo a los Romanos en el capítulo nueve donde encontramos una discusión de este difícil concepto. En Romanos 9 a partir del versículo 10, leemos esto: «Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor Como está escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí.»
Aquí en el capítulo 9 el apóstol Pablo está dando su exposición sobre la doctrina de la elección. Él había tratado esto extensamente en el capítulo 8 y ahora está ilustrando su enseñanza acerca de la doctrina de la elección, regresando al pasado del pueblo judío y mirando en las circunstancias que rodearon el nacimiento de los gemelos – Jacob y Esaú. En el mundo antiguo era costumbre que el hijo que nace primero recibiría la herencia o la bendición patriarcal.
Pero en el caso de estos gemelos Dios invierte el proceso y da la bendición no al mayor, sino al menor. Y el punto que el apóstol explica aquí, es que esta decisión no es en base a algo que hubieran hecho o de algo que ellos harían. El punto es que la decisión no solo se hace antes de su nacimiento, lo que es evidentemente obvio, sino que lo que Pablo detalla aquí no es en base a lo que hagan bien o mal, sino que Pablo usa esta ilustración para mostrar que los propósitos de Dios prevalecen.
De modo que esto no depende de nosotros, sino que sólo se basa en la decisión soberana de la gracia de Dios. Ahora, en el versículo 14, leemos estas palabras: «¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera.» Y otras traducciones dicen, «Dios no lo quiera». Y otras: «Por supuesto que no.» Ahora me parece fascinante que Pablo plantea esta pregunta retórica, inmediatamente después de exponer su metáfora del nacimiento de Jacob y Esaú y la preferencia de Dios por uno antes que el otro, sin considerar sus obras. Recuerdo cuando estudiaba en el seminario que luchaba profundamente con la doctrina de la elección como la mayoría de los estudiantes lo hacen, simplemente había algo que no me encajaba del todo. No sonaba bien pensar que Dios dispensa su gracia salvífica a unos y que a otros no y que la razón para otorgar salvación a unos y no a otros, no depende de nosotros, sino solo en la determinante gracia de Dios. Eso me molestaba. Porque mi respuesta inicial era que eso no me parecía ser justo. Pensé, ¿Cómo puede ser justo que Dios escoja salvar unos y no a otros? Luego entendí que nadie merecía la salvación en primer lugar.
Y sé que, si Dios dejase que todo el género humano pereciera, Él sería perfectamente justo al hacerlo. También comprendí, entonces, que la única forma en que alguna vez podía ser salvo era, de alguna manera, por la gracia de Dios.
Pero, ciertamente, no creía que esto descansara en gran medida en la gracia de Dios, y pensé ¿Por qué Dios daría su gracia a algunas personas en una medida mayor a la que le daría a otras? Simplemente, a mí no me parecía justo. Y mientras luchaba con esto y leía a Edwards y a otros teólogos de la Reforma todavía no estaba muy convencido, y vi una pequeña tarjeta que tenía en mi escritorio del seminario que decía: «Tú estás obligado a creer y predicar lo que la Biblia dice que es verdad, no lo que tú quieres que ella diga que es verdad.»
Y eso puso algunas reservas en mí porque había leído este pasaje de mil maneras, y sabía que había gente que decía, Pablo no está hablando realmente de la elección de individuos aquí; él está hablando de los beneficios de la salvación que eran dados a los judíos en vez de a los árabes. Y se refiere a naciones que son elegidas, no individuos. Eso no me convenció ni por cinco minutos, porque incluso si estuviera hablando de naciones, él lo ilustra con los individuos que están a la cabeza de esa nación, así que no importa cómo lo mires, todavía estás aquí luchando con el hecho de que una persona recibe bendición de Dios y otra persona no, y eso está basado, en última instancia, en la buena voluntad de Dios mismo, y aun así no parece correcto.
Ahora bien, he escrito muchos libros y enseñado varias clases y sé que cuando establezco un enunciado, que lo he usado con bastante frecuencia suficiente como para tener la practica necesaria para casi anticipar, quizá no casi, sino que anticipar por completo a las objeciones o las preguntas que la gente inmediatamente va a hacer a un determinado enunciado.
A estas alturas, uno de los pocos puntos con los que me identifico con el apóstol Pablo como maestro está aquí, porque cuando él exponía esta doctrina él anticipaba una respuesta o una pregunta. Tan pronto él habla de la gracia soberana que fue dada a Jacob por encima de Esaú, él se detiene y dice: «¿Qué diremos? ¿hay injusticia en Dios?»
Ahora bien, una de las cosas que me persuadieron a creer que los reformadores tenían razón con respecto a la elección fue contemplar esa pregunta, porque yo pensaba así: pensé que si Pablo trataba de enseñar un punto de vista semi-pelagiano o arminiano de la elección por el cual, a fin de cuentas, la elección de una persona se basaba en que esa persona cumpla algún tipo de condición, para que a las finales dependa de ti, y de lo que tú hayas hecho y de lo que esta otra no haya hecho. ¿Quién formularía objeción alguna acerca de lo que es ser injusto? ¿Quién podría formular una objeción sobre ese ser, que implique una injusticia en Dios? Eso pareciera ser claramente justo.
Y estoy seguro de que las personas que enseñan Arminianismo o semi-pelagianismo y formulan sus puntos de vista de este tema, tienen algunas preguntas que surgen cada vez que ellos tienen que responder, y tienen que contestar tal como todos los demás, pero me pregunto ¿Con qué frecuencia protestan contra sus enseñanzas diciendo: esto no es justo? Dudo que lo hayan oído alguna vez.
O esperen un minuto, esto significa que Dios es injusto, pero el apóstol se anticipa a esa respuesta. ¿Y cuál es la enseñanza que genera esa respuesta? Es la enseñanza de que la elección es incondicional.
Es cuando enseñas que la elección recae, en última instancia, solo en la voluntad soberana de Dios y no en los hechos o acciones de los seres humanos en quienes surge la protesta. Y así es como Pablo se anticipa a la protesta, «¿Hay injusticia en Dios?» Y él contesta con la respuesta más contundente que se pueda dar en el idioma, me quedo con la traducción: «Dios no lo quiera.»
Luego él sigue y lo aclara: «Pues a Moisés dice: «tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.» Aquí el apóstol le recuerda a la gente lo que Moisés ha venido declarando desde siglos atrás; esto es, que es el derecho divino de Dios ejecutar clemencia ejecutiva cuándo y dónde Él así lo desee.
Él dice desde el principio «Yo tendré misericordia del que yo tenga misericordia». No de aquellos que cumplan con mis condiciones, sino de aquellos en los que me place otorgar el beneficio. Ahora, quisiera hacer un gráfico en la pizarra con trazos muy simples que representen personas y estas a su vez representen a las masas de la raza humana, y voy a poner seis equis en el borde, y voy a poner un círculo alrededor de tres de ellos y otro círculo alrededor de los otros tres.
Y, digamos que un círculo representa a las personas que reciben este don inefable de la gracia divina en la elección y el otro círculo representa aquellos que no lo reciben. Y hagamos la pregunta: si Dios elige soberanamente conceder su gracia en algunos pecadores y retener su gracia de otros pecadores ¿Hay alguna violación de la justicia en esto? Si nos fijamos en los que no reciben este regalo. ¿Reciben algo que ellos no se merecen? Por supuesto que no. Si Dios deja que estos pecadores perezcan, ¿Los está tratando injustamente? Por supuesto que no. Un grupo recibe gracia; el otro recibe la justicia. Nadie recibe injusticia.
Y Dios, así como un gobernador de estado, puede permitir que ciertos criminales culpables reciban la medida completa de su pena impuesta, pero el gobernador también tiene el derecho de perdonar, de dar clemencia ejecutiva si lo declara.
Así que la persona que recibe el indulto recibe misericordia; los otros. y si el gobernador reduce la condena de una persona, ¿Significa que está obligado a hacerlo con los demás? ¿Bajo qué regla de justicia? ¿Bajo qué regla debería ser así? Bajo ninguna. Pablo estaba diciendo que no había injusticia en esto porque Esaú no merecía la bendición en primer lugar, y no recibe la bendición.
Dios no ha sido injusto con Esaú. Bueno, Jacob no merecía la bendición tampoco, y él sí recibe la bendición. Jacob recibe la bendición; Esaú recibe la justicia. Y luego, en ningún momento se ha cometido una injusticia. Pero ¿a qué se debe? ¿Cuál es el propósito de esto? Bueno Pablo luego en el versículo 16, y este es un versículo muy importante en Romanos 9. Empieza con esta palabra: «Así que». Es más, o menos como la frase «por lo tanto». Él está llegando a una conclusión. Y dice: «Así que, (entonces) no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.»
Ahora usted podría pensar que cuando Pablo habla tan enfática y claramente como lo hace aquí, cuando declara que no depende de quién quiere ni del que corre, se podría pensar que eso finaliza todos los debates y todas las discusiones y todas las teorías y todas las doctrinas que, al final del camino, hacen que la elección sea condicional a aquel que quiere.
Pero Pablo aniquila la voluntad humana como base para la elección soberana de Dios. La única base que puedo encontrar, según las Escrituras, es que, sí, la salvación se basa en la voluntad. Y sí, se basa en la libre elección. Ahora estoy confundiendo a todo el mundo.
Pero se basa en la voluntad y la libre elección de un Dios soberano que elige. Pablo enseña en otro libro de la Biblia, según el puro afecto de su voluntad. Ahora, si usted me pregunta por qué estoy en la fe y soy parte del reino de Dios y mis amigos no, sólo puedo decirles que no lo sé, pero lo que sí sé: Es que no se trata de algo que hice para merecerlo; no es una condición que logré en mi carne. La única respuesta que puedo dar es que fue por gracia de Dios.
Y me pueden preguntar ¿Por qué me da esa gracia a mí y no a otra persona? Y si empiezo a dar una respuesta que sugiera que fue porque Dios percibió algo bueno en mí, entonces ya no estaría hablando de gracia. Estaría hablando de alguna cosa buena que hice y que fue la base para que Dios me eligiera. Pero yo no tengo nada como eso para ofrecer.
Si hay algo que la Biblia enseña una y otra y otra vez, es que la salvación es del Señor. Y esto, sí, está en el corazón de la Teología Reformada, no porque estemos interesados en asuntos abstractos de la predestinación soberana y que solo disfrutamos del placer intelectual que la especulación sobre esta doctrina produce, sino más bien el punto central en esta teología, como lo fue en la T de depravación total, volviendo a Agustín, es en la gracia la que afirma que se quite todo mérito de mí, toda dependencia de mi justicia para mi salvación y pone el foco en donde pertenece, en la misericordia inefable y la gracia de Dios, quien tiene el derecho eterno y soberano a tener misericordia de quien tenga misericordia; por lo que, no es del que quiere, sino de la voluntad divina, no del que corre, sino de Dios.
Ahí es donde se encuentra el peso en la doctrina reformada de la elección.