Expiación limitada

Décima exposición del Dr. R.C. Sproul en la serie de enseñanza: ¿Qué es la teología reformada?
La noción más común de la expiación de Jesús es que Jesús murió por todos, es decir, por todas las personas de todos los lugares, todos los seres humanos que existieron alguna vez. Pero para aprovechar los beneficios de la cruz, primero hay que creer para salvación. Esta doctrina es atractiva, hasta que la examinamos más de cerca. El Dr. Sproul examinará este punto de vista a la luz de las Escrituras en este mensaje titulado: Expiación limitada.

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Transcripción

Ahora continuamos con nuestro estudio de las doctrinas centrales de la Teología Reformada, y estábamos viendo los cinco puntos polémicos del calvinismo, ya hemos visto la T de TULIP y la U de TULIP. Y lo que nos queda de la palabra TULIP es la parte LIP, hoy vamos a empezar con la letra L de TULIP que es la letra que refleja a la expiación limitada.

Y creo que, de los cinco puntos del calvinismo, este es el más controversial, y el que genera, tal vez, la mayor confusión y preocupación que los demás. Nuestros amigos del grupo dispensacionalista tienen una tradición que hace que se llamen a sí mismos «calvinistas de los cuatro puntos», si han oído del «calvinismo de cuatro puntos» por lo general significa que hay disposición a aceptar cuatro de los cinco puntos del TULIP, y el punto que objetan es la L de la expiación limitada. Y como ya he dicho, hay mucha confusión en cuanto a la expiación limitada.

Y para tratar de aclarar la confusión permítanme explicar lo que la expiación limitada no significa. No quiere decir que hay que trazar un límite sobre el valor o el mérito de la expiación de Jesucristo. Por tradición se dice que la obra expiatoria de Cristo es suficiente para todos. Es decir que su valor meritorio es suficiente para cubrir los pecados de toda la gente, y ciertamente cualquiera que pone su confianza en Jesucristo recibirá la plena medida de los beneficios de esa expiación.

Y también es importante entender que el Evangelio debe ser predicado universalmente y en ese sentido es que hablamos de una oferta universal del Evangelio, y ese es otro punto controversial porque, por una parte, el Evangelio se ofrece universalmente. a todos los que estén al alcance de oír la predicación del mismo, pero no es ofrecido universalmente en el sentido de que se ofrezca a cualquiera sin condición alguna. Se ofrece a todo aquel que cree. A todo aquel que se arrepiente, y, obviamente, el mérito de la expiación de Cristo se da a todos los que creen y a todos los que se arrepienten de sus pecados.

Ahora, una de las formas tradicionales de hablar sobre esto es decir que la expiación es suficiente para todos, pero efectiva para algunos. Es decir, no todos reciben todos los beneficios que se derivan de la obra salvadora de Cristo en la cruz; léase, aquellos que no creen. Pero hasta ahora lo que esas distinciones hacen es diferenciar nuestra teología del universalismo y los que son particularistas, es decir todos los cristianos que no son universalistas estarían de acuerdo en que la expiación de Cristo es suficiente para todos y efectiva sólo para algunos.

Y esa distinción entre suficiencia y eficacia no es en realidad de lo que trata esta doctrina. De lo que esta doctrina se preocupa es básicamente esto: ¿Cuál fue el propósito, plan o diseño original, de Dios en enviar a Cristo al mundo a morir en la cruz? ¿Fue la intención del Padre enviar a su Hijo a morir en la cruz para hacer posible la salvación para todos, pero también con la posibilidad de que no fuera eficaz para ninguno?

Es decir, ¿Dios simplemente envió a Cristo a la cruz para hacer la salvación posible, o Dios, desde toda la eternidad tenía un plan de salvación por el cual conforme a las riquezas de su gracia y su elección eterna diseñó la expiación para asegurar la salvación de su pueblo?

Así que de esto es de lo que se trata. ¿Fue esto limitado en su diseño original? O por eso es que una vez más tengo que jugar un poco con este acróstico del TULIP como lo hice con la T y con la U, ahora tengo que lidiar con la L también. Es por eso que preferimos no utilizar el término expiación limitada porque es muy confuso y es mejor hablar de redención definitiva o expiación definitiva queriendo decir que Dios el Padre diseñó la obra de la redención específicamente con el fin de proporcionar salvación para los elegidos, y que Cristo, aunque su muerte es suficientemente valiosa para satisfacer las necesidades de todo el mundo, hubo un sentido especial y único en que muriera por sus ovejas, que Él pusiera su vida por aquellos a quienes el Padre le había dado.

Ahora, el problema que surge de este punto de vista técnico de la teología en términos de los decretos eternos de Dios y su designio y propósito final para la expiación a menudo se discute a la luz de varios pasajes en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, cuando se dice que Jesús murió por los pecados de todo el mundo, que por cierto, creo que estas preguntas difíciles han sido vistas con altura en lo que creo es la mejor aproximación a esta doctrina que se haya escrito, me refiero al teólogo puritano John Owen en su libro ‘La muerte de la muerte’.

Por favor, no llame a Ligonier solicitando este libro ya que no lo tenemos en stock ahora mismo. Si nunca ha leído «La Muerte de la Muerte» de John Owen, le recomiendo que lo haga. Es un libro magnífico sobre la gracia de Dios, y es rico en exposición bíblica y trata en gran detalle y de manera brillante algunos de los pasajes difíciles que encontramos en el Nuevo Testamento.

Ahora uno de esos textos que tan a menudo oímos utilizar como una objeción contra la idea de la expiación definitiva se encuentra en el libro de II Pedro. Capítulo 3 empezando en el versículo 8, leemos estas palabras: «Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” ¿Sienten el peso de este texto con respecto a la idea de que, en cierto sentido, desde la eternidad, quiere que sólo los elegidos reciban los beneficios de la expiación, lo cual es lo que enseña la expiación definitiva?

Y aquí el texto pareciera que sugiere que Dios no quiere que ninguno perezca, sino que Él está, obviamente, deseando la salvación de todos. Ahora, este texto es manejado de varias maneras por distintos teólogos. Tengo un amigo que es teólogo en otro bando el cual ha popularizado la idea de que Dios, en realidad, salva a todos los que le sea posible.

Él ha hecho todo lo posible para influir en la salvación de todos los seres humanos. Él ha provisto una expiación en Cristo y ha provisto los beneficios de esa expiación a todos los que creen, pero en el análisis final si la expiación de Cristo afecta su salvación, dependerá de algún tipo de respuesta humana y Dios no intervendrá de manera soberana llevando a una persona a la fe en Jesucristo.

Y de nuevo, se cita este texto apelando a que Dios no quiere que nadie perezca. Ahora al tratar con este texto difícil hay algunas ambigüedades que han causado que muchos estudiosos e intérpretes bíblicos se rompan la cabeza con esto.

De hecho, si tienes diez comentarios sobre 2da de Pedro lo más probable es que obtengas diez interpretaciones distintas de este pasaje en particular. Y los problemas tienen que ver justo con el entendimiento de dos palabras distintas en este texto.

La primera es la palabra «voluntad» y la segunda es «ninguna». Ahora, veamos la primera. Dios no quiere que ninguno perezca. Aquí hay una referencia específica a la voluntad de Dios. Y sabemos que en el Nuevo Testamento hay dos palabras griegas las cuales se pueden traducir al español por la palabra voluntad. Desafortunadamente, cada una de estas palabras puede tener muchos matices diferentes y cuando queremos saber específicamente qué tipo de voluntad es esta, no se puede resolver la duda con solo buscar el texto griego y mirar el léxico griego para saber qué se está usando aquí.

Hay seis o siete formas diferentes en que la Biblia habla acerca de la voluntad de Dios o de su disposición. Con el fin de ahorrar tiempo, permítanme tomar unos minutos para ver las tres formas más frecuentes en que la Biblia habla de la voluntad de Dios. La primera forma que la Biblia habla de la voluntad de Dios es, en términos de la voluntad de Dios que decreta, o lo que algunas personas llaman la voluntad soberana efectiva de Dios; otros la llaman la voluntad definitiva de Dios.

Y lo que queremos decir con este significado de voluntad o disposición, tiene que ver con la voluntad de Dios por la cual Dios lleva a cabo soberanamente todo lo que Él elige hacer. Cuando Dios desea que el mundo llegue a existir su voluntad lo hace una realidad. Este es un decreto soberano que debe llegar a hacerse realidad. No puede dejar de ocurrir, y no lo puede frustrar ninguna fuerza externa. Y a eso nos estamos refiriendo cuando hablamos del decreto soberano de la voluntad.

Ahora supongamos que este texto está usando este significado o matiz de la voluntad de Dios. ¿Qué significa esto? Que Dios no quiere que ninguno perezca. Si «ninguno» se refiere a cualquier persona, y si lo traducimos para que signifique que Dios decreta que ningún ser humano se pierda, ¿cuál sería la conclusión obvia? Si Dios soberanamente decreta que ningún ser humano perezca entonces, claramente ningún ser humano perecería jamás, y entonces este texto se convertiría en el texto de prueba clásico para el universalismo.

Pero una vez más, el debate sobre el texto no es entre los particularistas y universalistas; es entre partes que afirman al mismo tiempo el particularismo; que no todo el mundo se salva. Y entonces buscamos otros significados posibles para la palabra voluntad. Ahora la segunda forma más frecuente en que la Biblia habla de la voluntad de Dios es llamada la voluntad preceptiva de Dios. Y un precepto es una ley o un mandamiento.

Y la voluntad preceptiva de Dios se refiere a los mandamientos que Dios da a las personas. Los Diez Mandamientos serían una expresión de la voluntad preceptiva de Dios. Cuando Dios dice «No tendrás dioses ajenos delante de mí», y así sucesivamente, está manifestando su ley.

Ahora bien, no podemos desobedecer la voluntad preceptiva de Dios con impunidad, pero tenemos el poder y la capacidad para romper esta ley. Así que hay un sentido en el que la voluntad preceptiva no siempre se cumple, porque la gente no siempre obedece. Tratemos, de nuevo, de aplicar este posible significado a este texto que Dios no está queriendo en el sentido preceptivo que nadie perezca, lo cual significa que Él no permite o da su aprobación o su permiso moral a la gente cuando perecen.

Ahora hay un sentido en el cual eso es cierto, porque, aunque Él manda a todos a venir a Cristo, claramente el hecho de no obedecer esa orden sería violar su voluntad preceptiva. Así que yo diría que eso es una interpretación posible de este texto, y hay teólogos de renombre que asumen este significado de la voluntad en este versículo específico.

Yo personalmente creo que es un poco incómodo y simplemente no tiene sentido decir que uno no está autorizado a perecer, y no creo que esté incluso en el contexto. Creo que con el contexto hasta se hace aún más dificultoso.

La tercera forma en la que el término voluntad se usa en la Biblia con respecto a Dios es lo que llamamos su voluntad de disposición. Y aquí se trata de una de esas expresiones antropomórficas que se refieren a las emociones de Dios, lo que agrada a Dios, lo que hace que Dios se complazca, y lo que hace que Dios se aflija y ese tipo de cosas.

Y se nos dice en varias partes de la Escritura, por ejemplo, que Dios no se deleita en la muerte de los malvados. Esto quiere decir que Él no se alegra de enviar a la gente al infierno, aun cuando Él lo haga. Del mismo modo que un juez de la Corte, a fin de mantener la justicia, se vea obligado a enviar a su propio hijo a cadena perpetua en prisión.

Él lo haría porque eso era lo que correspondía, pero lo haría con lágrimas. Es decir, que no sentiría ningún placer personal por esto, nada que no sea el placer porque se haga y mantenga la justicia.

Entonces, en este caso sería un reflejo de lo que significa la disposición de Dios, como Él dice, como lo dice la Biblia en otro lugar, que Él no se deleita en la muerte de los malvados, que aquí la voluntad de Dios, en un sentido disposicional, no desea que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.

Así que esas son las tres formas básicas en que esta palabra puede ser utilizada. Y para mí, cuál de estas es la más apropiada, se determinará por la referencia a la segunda palabra en discusión, la palabra «ninguna». Si, de hecho, Pedro está hablando de «ninguno» refiriéndose a todos los seres humanos en este mundo, entonces yo llegaría a la conclusión de que sólo podría significar la disposición o la voluntad de disposición de Dios.

Pero yo no creo que él esté hablando de nadie en un sentido absoluto y sin restricción. Cada vez que usamos la palabra «ninguno» estamos asumiendo alguna Referencia – Ningún ¿qué? ¿Ninguno de que grupo? ¿No es cierto que Pedro no dice que Dios no quiere que ninguna persona perezca? Tuvimos que considerar tal persona como si se entendiera tácitamente. Pero ¿Hay alguna otra posible referencia a la de «ninguno» además de ningún ser humano? Bueno, obviamente, hay otras posibilidades, ninguna de la cuales es una clase específica.

Aquí tienen un tipo de gente y esa palabra «gente» hace una clase distintiva, y si dije ninguno de esa clase, me refería a ninguna persona. O podría tener otra clase, una clase llamada judíos, y si hablo de cualquiera en esa clase, me estaría refiriendo a cualquiera que sea judío, o americano, o de cualquier otro grupo que yo incluya en ese círculo.

Creo, sinceramente que de lo que Pedro está hablando aquí es de ese grupo que se menciona con frecuencia en su epístola por el término elegido. Ciertamente, la Biblia habla con frecuencia de los elegidos, y los elegidos conforman un grupo distintivo, y la pregunta es: ¿Está Pedro hablando aquí acerca de gente? ¿Está hablando del grupo de discípulos del cual Pedro era miembro? ¿O está hablando de todos los elegidos?

Recordamos en el Evangelio de Juan cómo Jesús menciona que ninguno de aquellos que el Padre le ha dado, perecerá y que todos ellos vendrán a la fe, para que todos en ese grupo de los que son elegidos sean, sin duda, redimidos. Ahora, de nuevo, Pedro no es específico aquí sobre a qué grupo se está refiriendo con la palabra ninguno.

Pero no está del todo en silencio. Si miramos atrás en el texto y vemos con cuidado, leemos esto, en el versículo 9 del capítulo 3: «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con… [¿quién?»]… es paciente para con nosotros.» «Él es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento».

Ahora gramaticalmente el antecedente inmediato de la palabra ninguno aquí es la palabra “nosotros”, y creo que es perfectamente claro que lo que Pedro está diciendo es que Dios no quiere que ninguno de nosotros nos perdamos, sino que todos vengamos a la salvación. Y aún no hemos terminado con el problema, ¿Verdad? Porque ahora tenemos que preguntarnos ¿Quién es «nosotros»?

Ahora, en el contexto más amplio de su carta el «nosotros», no creo que se refiera a toda la humanidad de manera indiscriminada, pero el «nuestro» o el «nosotros» es una referencia a los creyentes, a aquellas personas a quienes Pedro les habla, que son los creyentes en Jesucristo.

Y así, no creo que este texto elimina la idea de que Dios diseñó la expiación para un propósito cuyo propósito según su diseño es necesario que llegue a ocurrir. No creo que queramos creer en un Dios que es un espectador del drama de la redención que envía a Cristo a morir en la cruz y luego se queda ahí esperando, cruzando sus dedos con la esperanza de que alguien lo llegue a tomar. Nuestra visión de Dios es diferente de eso. Nuestra visión es, que el plan de redención era un plan eterno de Dios, y que la planificación y el diseño estaban perfectamente concebidos y ejecutados a la perfección, para que la voluntad de Dios de salvar a su pueblo, en realidad, se lleve a cabo por la obra expiatoria de Cristo.