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Transcripción
Continuamos con nuestro estudio sobre el amor de Dios, y en nuestra última sesión vimos el amor soberano de Dios en Su elección de personas para salvación. Cada vez que luchamos con esa pregunta de la elección de aquellos que son redimidos y aquellos que son pasados por alto, nos preguntamos sobre los límites del amor de Dios y, de hecho, cuando examinamos Romanos capítulo 9, escuchamos referencias al aborrecimiento de Dios, no al aborrecimiento del hombre contra Dios, sino de Dios aborreciendo a las personas. Eso realmente nos inquieta, porque estamos acostumbrados a pensar que Dios es incapaz de tener sentimientos de odio hacia Sus criaturas.
Echemos un vistazo a este tan difícil texto que encontramos en Romanos 9, donde nos topamos con esta idea del aborrecimiento de Dios. Empezamos en el capítulo 9, en el versículo 6 cuando Pablo dice: «Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que “por Isaac será llamada tu descendencia”. Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes. Porque la palabra de promesa es esta: “Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”».
Aquí es donde entramos en la doctrina de la elección. «Y no solo esto», dice Pablo, «sino que también Rebeca concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac. Porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a Su elección permaneciera, no por las obras, sino por Aquel que llama, se le dijo a Rebeca: “El mayor servirá al menor”. Tal como está escrito: “A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí”». Fue ahí que Pablo planteó la pregunta anticipando las reacciones de sus lectores. «¿Qué diremos entonces? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! Porque Él dice a Moisés: “Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia”». Aquí está la soberanía de la gracia de Dios. «Tendré compasión del que Yo tenga compasión.
Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia». Luego, en el versículo 18: «Así que Dios tiene misericordia, del que quiere y al que quiere endurece». Ahora, aquí, al tratar con esta doctrina, tenemos la declaración más difícil de todas: «A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí». Cuando Pablo usa ese lenguaje, lo precede con las palabras, «como está escrito», porque lo que escribe en Romanos 9, con respecto al aborrecimiento de Dios hacia Esaú, es una cita directa del primer capítulo del libro del Antiguo Testamento del profeta Malaquías.
Es ahí que leemos por primera vez el texto sobre Dios aborreciendo a personas, en el primer capítulo, les refrescaré la memoria y vayamos al primer capítulo: «Oráculo de la palabra del Señor a Israel por medio de Malaquías. “Yo los he amado”, dice el Señor. Pero ustedes dicen: “¿En qué nos has amado?”. “¿No era Esaú hermano de Jacob?”, declara el Señor. “Sin embargo, Yo amé a Jacob, y aborrecí a Esaú”». ¿Cómo debemos entender esto? Hay muchas maneras de abordar este texto difícil y diferentes comentaristas lo han abordado de diferentes maneras. El método estándar para interpretar este texto difícil es ver estas palabras, primero a través de Malaquías y luego según son repetidas por el apóstol Pablo en Romanos, tan solo como una manera de hablar.
Una forma de expresión hebrea, un hebraísmo, una especie de expresión idiomática que no debe tomarse en un sentido literal directo, sino que simplemente expresa la idea de cierto tipo de preferencia. Y hay un trasfondo bíblico y un precedente para interpretar palabras de este tipo en esta forma de hablar, como una forma de preferencia, que si lo tradujéramos de esa forma diríamos que Dios solo está declarando que ha preferido a Jacob sobre Esaú o que Su amor por Jacob es mayor que Su amor por Esaú. Él los ama a ambos, pero ama a uno más que al otro y para expresar la preferencia y la mayor intensidad de amor que tiene por Jacob sobre Esaú, a modo de contraste, el mayor amor que Dios tiene por Jacob hace que el amor que tiene por Esaú parezca como aborrecimiento si se comparan.
De nuevo, tenemos una base histórica y un fundamento para esto en el Antiguo Testamento. Echemos un vistazo al pasaje tal como lo encontramos en el libro de Génesis. En el libro de Génesis, en el capítulo 29, tenemos el relato de la relación de Jacob con sus dos esposas, Raquel y Lea. Recuerden cómo había sido engañado por su suegro Labán cuando firmó un acuerdo por el cual serviría a Labán durante siete años y que el fruto de esa servidumbre sería que Labán le daría a su hija Raquel en matrimonio. Después de que él trabajó esos siete años, entretanto la hija mayor no se había casado, por lo que Labán se queja del acuerdo y le impone a Jacob a su hija Lea y le dijo: si quieres a Raquel, vas a tener que casarte primero con Lea y trabajar otros siete años para conseguir a Raquel.
Bueno, él está tan comprometido con Raquel que va y lo acepta para ganar su mano en matrimonio. Entonces, veamos ahora a esta familia que se formó de esa manera. Leemos en el versículo 31 del capítulo 29 de Génesis: «Vio el Señor que Lea era aborrecida», noten que la descripción aquí de la relación que Jacob tiene hacia Lea, su primera esposa, es que Lea no es amada. «Y le concedió hijos. Pero Raquel era estéril. Y concibió Lea y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Rubén, pues dijo: “Por cuanto el Señor ha visto mi aflicción, sin duda ahora mi marido me amará”. Concibió de nuevo y dio a luz un hijo, y dijo: “Por cuanto el Señor ha oído que soy aborrecida, me ha dado también este hijo”. Así que le puso por nombre Simeón. Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: “Ahora esta vez mi marido se apegará a mí, porque le he dado tres hijos”».
Con cada uno de estos embarazos, la esperanza de Lea es que ahora, Jacob la amará, porque aparentemente, al menos en su percepción y de acuerdo con lo que dice la Escritura, la percepción de Dios, ella no fue amada. Pero si retrocedemos solo un versículo antes, en el versículo 29, vayamos al versículo 28. «Así lo hizo Jacob, y cumplió la semana de ella. Y él le dio a su hija Raquel por mujer. Y Labán dio su sierva Bilha a su hija Raquel como sierva. Jacob se llegó también a Raquel» y aquí está la declaración, «y amó más a Raquel que a Lea». Noten que no dice: «A Raquel amó, pero no amó a Lea», o «a Raquel ha amado, pero a Lea ha aborrecido».
Todo lo que dice allí en los versículos 28, 29 es que Jacob amaba a Raquel más de lo que amaba a Lea. Que había una preferencia, una mayor dimensión del amor que sentía hacia una esposa sobre la otra. Pero en comparación, Lea se sentía, ¿cómo? No amada en lo absoluto. Cuando ella dijo: «Ahora que le he dado a luz estos hijos, tal vez me ame», lo que realmente dice es: «Tal vez me amará tanto como ama a mi hermana Raquel». Así que aquí vemos la idea hebrea donde hay un grado de amor, donde uno es más alto que el otro, que por contraste, lo que es menos amado se considera que no es amado o, la antítesis del amor, que es aborrecimiento. Si no está claro en ese texto, vayamos al Nuevo Testamento para ver quizás el ejemplo más famoso de este tipo de lenguaje que encontramos en el Nuevo Testamento.
Lo encontramos en el Evangelio de Lucas, en el capítulo 14, en un discurso de Jesús, en el versículo 25 del capítulo 14 de Lucas leemos esta declaración: «Grandes multitudes acompañaban a Jesús; y Él, volviéndose, les dijo: “Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo. El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser Mi discípulo. Porque, ¿quién de ustedes, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo”». Continúa y utiliza más ilustraciones sobre cómo una persona sabia, antes de comprometerse tiene que considerar las consecuencias, tiene que considerar el costo.
Estas personas que quieren subirse al tren con Jesús y seguirlo a Él y sentarse allí y recibir todas las bendiciones que está dando mientras sana a los enfermos, los ciegos y los sordos y demás, les dice: «Esperen un minuto. Si quieren ser mis discípulos, hay una etiqueta de precio adjunta. Hay un costo alto para eso. Deténganse y consideren ese costo antes de seguirme, porque si no están preparados para aborrecer a su madre y a su padre, para aborrecer a sus hijos, para aborrecer su propia vida, no pueden ser mis discípulos». Así que Jesús presenta a Sus contemporáneos un requisito previo para el discipulado: aborrecer a la familia.
Ahora, este es Jesús, quien guarda la ley de Dios perfectamente a lo largo de Su vida, que entendió claramente el quinto mandamiento de honrar al padre y a la madre, de amar al prójimo tanto como ellos se amaron a sí mismos, nadie entendió la dimensión del amor que requiere la ley de Dios en la medida en que Jesús lo hizo. ¿Quiere decir literalmente que, si quieres unirte a mi grupo de discípulos debes estar lleno de hostilidad, enemistad y aborrecimiento hacia tus padres? ¿Debes aborrecer a tus hijos? No, de nuevo está usando este modismo hebreo de preferencia. Él está diciendo: «Voy a requerir tal compromiso de tu parte, tal devoción, tal amor, que si quieres ser mi discípulo entonces, se vería en comparación como si estuvieras aborreciendo a tus padres y aborreciendo a tu propia familia y aborreciendo a tus hijos y aborreciendo tu propia vida, en comparación.
Entonces, creo que entendemos eso. De hecho, cuando leo esto, nunca he tenido a alguien que se me acerque y me diga: «¿Por qué Jesús, que se supone que es el amor de Dios encarnado, le dice a la gente que tienen que aborrecer a sus padres y aborrecer a sus hijos?». Obviamente entendemos cuando leemos este texto que eso no es lo que estaba comunicando. Lo que estaba comunicando era la supremacía del amor que debemos tener hacia Él por encima de todo lo que está en este mundo, incluidos aquellos que más amamos aquí.
Ahora, habiendo visto algunos de estos ejemplos en la Biblia, podríamos llegar fácilmente a la conclusión y decir: «Uff. Bueno, en realidad no nos tenemos que preocupar de que Dios sienta aborrecimiento hacia las personas o algo parecido a eso». Tenemos una tendencia a pensar que el aborrecimiento es absolutamente impropio de Dios. Aquello que las Escrituras enfatizan una y otra vez es que aún cuando éramos pecadores, el amor de Dios era tan grande hacia nosotros que incluso entonces, aun estando alejados de Él, Su amor venció nuestra hostilidad.
Por lo tanto, no debe haber ninguna hostilidad en Dios. Pero creo que podría sorprenderles saber que Dios o la Biblia hablan tanto sobre el aborrecimiento de Dios hacia nosotros, así como de Su amor por nosotros. No creo que responda la pregunta completamente tan solo ver estas expresiones como hebraísmos o modismos de preferencia, porque hay una dimensión en la actitud de Dios hacia el pecador que refleja una especie de disgusto total y un carácter repugnante que Dios tiene hacia Su raza rebelde de seres humanos. Cuando se enoja con Israel, dice a través de la voz de los profetas: «Desprecio sus fiestas. Aborrezco sus asambleas solemnes. Me enferman. Los sacrificios que ofrecen en su hipocresía se han vuelto un olor repugnante para mí».
Es un lenguaje fuerte que indica una furia de Dios hacia la hipocresía entre Su propio pueblo. Pero volvamos por un momento, si me permiten, de nuevo al Antiguo Testamento, a los Salmos, donde vemos el quinto salmo, empezando en el primer versículo. Salmo 5, donde vemos un llamado a la atención que empieza con estas palabras: «Escucha mis palabras, oh, Señor; considera mi lamento». Aquí el salmista está orando a Dios. «Atiende a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a Ti a quien oro. Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a Ti, y con ansias esperaré». Ahora escuchen cómo el salmista, bajo la inspiración del Espíritu Santo, describe el carácter de Dios. «Porque Tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora en Ti».
Recordemos la queja de Habacuc, cuando Dios estaba tolerando el mal sin control y sin castigo en la nación y no podía entenderlo. Él dijo: «Dios, tú eres un Dios que es tan santo que ni siquiera puedes mirar el mal». Es el mismo sentimiento que el salmista está describiendo aquí. Dice: «Los que se ensalzan no estarán delante de Tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruyes a los que hablan falsedad; el Señor aborrece al hombre sanguinario y engañador». ¿Ven eso? Dos veces en esta sección del salmo el salmista habla del aborrecimiento de Dios hacia los malvados. «Aborreces a todos los que hacen iniquidad». Luego, «aborreces al hombre sanguinario y engañador». No es que Dios esté un poco perturbado con la persona sedienta de sangre o la persona que es un mentiroso y un tramposo y engañador. Es que Dios los aborrece. Eso es intenso. Creo que tenemos que tomarnos eso en serio.
Ahora, siempre usamos el cliché: «Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador». Eso es una tontería. Dios no envía el pecado al infierno, envía al pecador al infierno, porque aborrece al pecador impenitente que se convierte en el objeto de Su ira. La razón por la que luchamos con estas diferencias en las que, por un lado, la Biblia habla de la increíble dimensión del amor de Dios, mientras que, siendo aún pecadores, Él nos ama y sin embargo, por otro lado, habla de que nos aborrece y que somos repugnantes ante Sus ojos y Él no puede soportar siquiera vernos debido a nuestra iniquidad. Lo que esto dice por encima de todo, señores y señoras, es que hay un límite para el amor de Dios.
No podemos entender el amor o la actitud de Dios hacia Su creación caída como algo que es exclusivamente de amor. Porque la Biblia atenúa la exaltación de la majestad trascendente del amor de Dios con estas advertencias del límite de Su amor, más allá del cual hay ira divina y hay aborrecimiento divino. Sé que lo que estoy diciendo aquí va en contra del mensaje que se predica todos los días en nuestra cultura y en nuestra tierra. Hay un concepto que escucho todo el tiempo de los predicadores que nunca encuentro en las Escrituras y es este concepto: el amor incondicional de Dios.
Voy a explorar esto con mayor detalle en nuestra próxima sesión. Pero por ahora, solo quiero decir esto. Primero quiero hacer una pregunta. ¿De dónde vino esta idea de que el amor de Dios es incondicional? ¿Qué comunica este concepto? Supongamos que estoy predicando a los no creyentes y les digo a esas personas: «Dios te ama incondicionalmente». Ustedes saben que nos dicen en el seminario que cuando predicamos, no predicamos un sermón, predicamos tres sermones. Está el sermón que la gente escucha, está el sermón que pensabas que predicabas y luego está el sermón que realmente predicaste. Y no son lo mismo.
Entonces, tenemos que entender eso. Me pregunto, ¿qué escucha esa persona impenitente e inconversa cuando escucha un sermón y escucha este anuncio: «Dios te ama incondicionalmente»? Déjenme decirles lo que escucha. Él oye esto: «Dios me ama tal como soy. No tengo que arrepentirme de mis pecados. No necesito un salvador. No tengo que preocuparme de ir al infierno, porque un Dios que ama a todos incondicionalmente nunca enviará a nadie al infierno. Así que puedo seguir viviendo una vida infernal tal como soy y nunca más preocuparme por ofender a Dios porque Él no puede ser ofendido. Así de incondicional es su amor».
No puedo pensar en un mensaje más peligroso para comunicar a la gente que estar allí y anunciar el amor incondicional de Dios. El motivo para ello, obviamente, es que el predicador que ha experimentado la gracia de Dios, Su amor redentor, está tan abrumado por esa redención de Dios que quiere expresarlo en los términos más enérgicos, por eso dice: «El amor de Dios es tan maravilloso, poderoso, trascendente, que podríamos decir que es incondicional». No lo hagas, porque das el mensaje equivocado. Dios ha puesto una condición absoluta sobre la salvación de cualquier persona. Esa persona debe abrazar a Cristo por fe y confiar en Él y solo en Él o esa persona solo conocerá la ira divina para siempre.
Ahora hay un amor que viene de Dios que llega a todas las personas, que es diferente de Su amor salvador. Es ese amor que exploraremos en nuestra próxima sesión.