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En el Imperio Romano, el método normal para la ejecución de criminales condenados era el método de crucifixión. Y estamos al tanto por los anales de la historia que hubo decenas de miles de personas que fueron ejecutadas de esa manera.
Pero solo hay un hombre cuya muerte por crucifixión es ocasión de que cada año se celebre su muerte por todo el mundo; y él, por supuesto, es Jesús de Nazaret. Y hay dos razones por las cuales su ejecución por crucifixión se resalta en la historia. La primera es debido a que su ejecución fue la ejecución de un rey.
Y la segunda, porque es el entendimiento de la iglesia y la fe de todos los cristianos, que el significado de su muerte por crucifixión no se encuentra en la sensación inmediata de dolor físico que esa forma de muerte involucra, sino que es el entendimiento de la Iglesia que en esa muerte, un evento de proporción cósmica estaba sucediendo, es decir, era la expiación por el pecado.
Me parece fascinante que los que estaban presentes durante la muerte de Jesús observaron su muerte e interpretaron su significado de diferentes maneras. Desde la perspectiva de Pilato, fue el silenciar a un hombre cuyas ideas habían incitado una multitud a rebelarse.
Desde el punto de vista de las autoridades de la nación judía, era una cuestión de conveniencia que este hombre fuese sacrificado para que sus enseñanzas no provoquen la ira del Imperio Romano sobre la comunidad judía.
Desde el punto de vista de los soldados que asistieron a la muerte, era un trabajo, un día más; y sin embargo, uno de ellos comentó al final de esa crucifixión, «Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios».
Pero si hubieran estado allí como testigos oculares, ¿quién hubiera sido capaz de discernir que lo que estaban viendo en ese momento era una transacción de valor celestial, que lo que estaban viendo era el pago de rescate, la satisfacción que fue hecha por la santidad de Dios y la justicia de Dios? Eso no habría sido tan evidente para cualquier observador o testigo ocular.
Por eso es importante que nosotros entendamos ese evento a la luz de su interpretación, provista no solo en los escritos del Nuevo Testamento, sino también en todos los escritos del Antiguo Testamento, que nos preparan para ese evento.
Ahora, veamos brevemente hoy algunas de las cosas que debemos observar acerca de la muerte de Jesús. En el relato de Mateo se nos dice que en el proceso de la ejecución de Cristo, los funcionarios pusieron un letrero sobre su cabeza que manifestaba públicamente los cargos contra Jesús.
“Y pusieron sobre su cabeza la acusación escrita contra Él”, la cual se encuentra en Mateo 27 versículo 37 «Este es Jesús, el rey de los judíos». Y luego dos ladrones fueron crucificados con él, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y los que pasaban blasfemaban contra él…” ¿no es significativo que la manera en que los comentarios despectivos que le hicieron a Jesús en su muerte fueron interpretados por los autores de los evangelios como blasfemia? La blasfemia es un tipo de insulto, un insulto verbal que lo reservamos para cuando nos referimos a la deidad. Pero, ciertamente, éste era Dios encarnado, a quien estaban ejecutando.
Así que los escritores bíblicos interpretaron el lenguaje que fue usado contra él como una forma de blasfemia: Meneaban la cabeza y decían: «Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, si eres el Hijo de Dios, y desciende de la cruz. De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de Él, decían: A otros salvó; a sí mismo no puede Salvarse. Rey de Israel es que baje ahora de la cruz, y creeremos en Él. En Dios confía; que le libre ahora si Él le quiere; porque ha dicho: «Yo soy el Hijo de Dios». En la misma forma le injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con Él”.
Lo que quiero que veamos hoy es este pequeño episodio. El versículo 45 nos dice que desde la sexta hora hasta la novena, hubo oscuridad sobre toda la tierra. “Y alrededor de la hora novena, Jesús clamó a gran voz diciendo: Eli, Eli ¿lema sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Ahora, es la tradición en la iglesia, durante Semana Santa, el realizar servicios conmemorativos a la muerte de Jesús en el Viernes Santo. Y una de las tradiciones comunes es que el predicador da una exposición sobre las llamadas ‘palabras de la cruz’, esas declaraciones están registradas, han quedado registradas en las palabras sagradas que Jesús pronunció al ser crucificado.
No las encontramos todas en un mismo Evangelio, están esparcidas y dispersas a través de los cuatro relatos de los Evangelios. Pero me llama la atención ésta, porque ésta, más que cualquier otra, ha causado mucho desconcierto entre la gente que lee el relato. ¿Por qué Jesús, en el proceso de su muerte clama: «Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?»
Ahora, sabemos que las palabras son tomadas directamente del texto del Salmo 22 y lo mencioné cuando dimos un vistazo a los salmos en nuestro panorama histórico del Antiguo Testamento.
Pero parece algo extraño que un hombre en medio de este tipo de pasión y dolor recurriera a citar poesía. Y, obviamente, el clamor que pronunciaron los labios de Jesús, a pesar de que sin duda puede involucrar una identificación con el lamento que se registra en el Salmo 22, dirige nuestra atención de manera aún más amplia a ese Salmo, a su significado más profundo.
Cuando fui ordenado en el ministerio, siglos atrás, como era costumbre en nuestra iglesia, la persona que es presentada para la ordenación (a quien se le llama el candidato) se le otorga el privilegio de seleccionar el himno de su ordenación.
Y el himno que elegí para mi propia ordenación es un himno que no mucha gente conoce, y se llama: ‘La oración de Cristo en el Getsemaní’. Es un himno inquietante que habla de la agonía que Jesús soportó la noche anterior a su muerte mientras oraba con gotas de sangre en el huerto de Getsemaní, cuando le pidió a Dios que esa copa le fuera apartada de Él.
Pero por mucho que me encante ese himno, hay un verso en él, o una parte de un verso, que siempre me ha perturbado, y que me gustaría tener el permiso editorial para revisarlo. Ya que en un espíritu de triunfo el escritor del himno dice en un momento dado esto, “Jesús está suplicando ahora al Padre”, y dice que, «Él no es abandonado por su Dios».
Y la razón por la que hablo de la manera que lo hago es que creo que esas palabras minimizan la importancia de este clamor desde la cruz. Cuando Jesús dijo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», amados, él no estaba simplemente sintiéndose abandonado, él fue abandonado.
Y ese abandono es plasmado en cada uno de los aspectos de la narrativa mientras la leemos. Jesús fue abandonado porque tenía que ser abandonado. Porque para que él pueda satisfacer las demandas de la justicia de Dios, Él mismo tenía que soportar la carga total del castigo divino, la carga total de la ira divina que los pecados que llevó por su pueblo realmente merecían.
En sí mismo sabemos que Jesús era un hombre inocente y decimos junto con Pilato: “yo no encuentro ningún delito en Él”. Pero después que asumió voluntariamente la transferencia de los pecados de su pueblo y se convirtió en el Cordero de Dios por ellos, una vez que Dios imputa la perversidad de todos los pecados del pueblo de Dios a la persona de Cristo en ese momento de la historia, en ese instante en que Jesús estaba colgado en la cruz, Él era la cosa más ofensiva en toda la creación, porque allí se concentró la perversidad colectiva de todos nosotros.
Verán, cuando Jesús se estaba retorciendo en la cruz, él no se estaba retorciendo por los clavos, las espinas y las lanzas, él se retorcía al recibir en sí mismo el castigo del infierno: La totalidad del abandono divino. Ahora bien, para entender lo que está pasando aquí en el relato de Mateo, déjenme avanzar rápido, por un momento, a la aclaración de Pablo, sobre este evento, que él entrega a la iglesia en su carta a los Gálatas.
En el capítulo tres de Gálatas, Pablo empieza con un reproche a sus lectores: «¡Oh, Gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado a vosotros” (para no obedecer a la verdad), “ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado públicamente como crucificado?»
Ahora Pablo está ampliando el significado, para estos cristianos de Galacia, de esa crucifixión. Y dice en el versículo nueve, «Así que, los que son de la fe son bendecidos con Abraham”. Versículo 10: «Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo el que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que nadie es justificado ante Dios por la ley es evidente, porque el justo vivirá por la fe».
Y luego, en el versículo 13, «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: Maldito todo el que cuelga de un madero)».
Ahora, el lenguaje que Pablo usa para enseñar a los Gálatas acerca de lo que significa tener fe en Cristo y los beneficios de poner nuestra confianza en Cristo es que él está entendiendo la muerte de Cristo no en términos romanos, sino en términos judíos.
Él dirige la atención de la gente, a través de los siglos, al Antiguo Testamento, al antiguo pacto que se estableció en la antigüedad y principalmente al libro de Deuteronomio, donde en el libro de Deuteronomio, Dios expone ante su pueblo una lista de bendiciones y maldiciones, donde dice que todos los que mantienen los términos del pacto serán bendecidos en todo sentido.
Serán bendecidos en la ciudad, serán bendecidos en el campo, serán bendecidos cuando se sienten, serán bendecidos cuando se levanten y así sucesivamente. Pero luego dice que los que violan la ley de Dios, los que no respetan los términos del pacto, malditos serán en la ciudad y malditos serán en el campo, malditos serán cuando se sienten, malditos serán cuando se levanten. La bendición y la maldición son los dos motivos de toda la estructura de la relación de pacto que Dios establece con su pueblo Israel.
Y cuando contemplamos la celebración, en el Antiguo Testamento, del Día de la Expiación, recordarán que en esa ocasión se utilizaban dos animales. Por un lado, estaba el Cordero que era sacrificado como una ofrenda para ser presentado como propiciación a Dios.
Pero también estaba el macho cabrío que ceremonialmente tenía el sacerdote. El sumo sacerdote ponía sus manos en el lomo del macho cabrío y luego enviaba al macho cabrío al desierto, hacia las tinieblas exteriores, lejos del campamento, lejos de la presencia de Dios. Y todas esas cosas en el Antiguo Testamento apuntaban hacia este momento, esta intersección de la historia cuando Cristo es crucificado.
Y Pablo está mirando la cruz de Cristo en términos del cumplimiento de la maldición y no solo dice que Jesús satisface la maldición, sino que se convierte en la maldición. Como está escrito: » Maldito todo el que cuelga de un madero «. Entonces nos hacemos preguntas sencillas sobre la muerte de Jesús. ¿Por qué no fue apedreado? Ese era el modo judío de ejecución. Ese era el método impuesto por la ley de Israel para los delitos capitales.
Pero Jesús no es apedreado. Sino que es colgado de un madero, cumpliendo la profecía de la maldición en Deuteronomio: “pues el colgado es maldito de Dios”. Los profetas del Antiguo Testamento dicen del siervo del Señor que cargará los pecados de su pueblo y que parte del castigo que recibirá es que será entregado a los gentiles. Recuerden que el macho cabrío fue enviado fuera del campamento, fuera de la comunidad judía.
El mundo gentil era considerado por el pueblo judío como el lugar de los extranjeros, de los forasteros, un lugar asociado con las tinieblas exteriores, donde la gracia de Dios no brilla con su resplandor ni está concentrada en su fuerza. Y así, el Mesías debe ser entregado a los gentiles.
Ahora, no solo es entregado a los gentiles, y azotado, y golpeado, y ridiculizado por ellos, sino que es muy significativo que no es crucificado en Jerusalén. Gólgota, el lugar de la calavera, el cual fue el lugar de la ejecución de Jesús de Nazaret, quedaba fuera de los muros de la ciudad, fuera de los confines del templo, fuera del monte Sion, fuera de la Ciudad de Dios.
Del mismo modo que el macho cabrío fue conducido fuera del campamento, el portador del pecado de Israel debía ser ejecutado fuera de la ciudad santa. Y ¿cuál es el significado del relato de Mateo en cuanto a que desde la sexta hora hasta la novena un extraño fenómeno paranormal se produjo?
Este, este es el momento, desde el mediodía hasta las 3 de la tarde, a plena mitad del día, donde en el desierto era el momento ordinario en que el sol alcanza el pináculo de su luminosidad. Pero en esta ocasión, si fue un eclipse solar completo, o lo que sea que fue, no lo sabemos, pero por así decirlo, Dios apagó las luces y permitió que su Hijo fuera muerto en el contexto, en el contexto terrenal de oscuridad en medio del día.
Otra vez, si entendemos el motivo de la maldición del Antiguo Testamento, mencioné anteriormente la bendición hebrea, que cuando un judío quería dar la bendición suprema a sus amigos, él decía: «El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y te dé paz».
Si nos fijamos en el simbolismo hebreo en la bendición, verán que, para el judío, la experiencia suprema de la bienaventuranza del alma humana estaba directamente relacionada con la visión de Dios. La promesa más importante para el pueblo de Dios es que algún día veremos su rostro y estaremos revestidos en el resplandor glorioso que emana de su ser.
Vamos a entrar en el fulgor de su gloria, donde el velo es eliminado y el ángel con la espada de fuego es puesto aparte. Y siempre las Escrituras hablan de eso en términos de un brillo y luminosidad de la luz sin precedentes, el Señor, haciendo resplandecer su rostro sobre su pueblo, alzando la luz de su rostro.
Pero esas son imágenes que describen al judío la bendición y para entender lo opuesto de la bendición, para entender la maldición de Dios significa que no miramos a la luz, sino a su antítesis, la oscuridad absoluta, donde ni una pizca de los rayos de la gloria de Dios penetra, en las tinieblas exteriores, donde solo hay llanto y crujir de dientes, donde la gloria de Dios no penetra, solo puede ser hallada la ira de Dios.
Eso es lo que significa ser maldito. Y aquí está Jesús en este momento de la historia, donde Dios Padre apaga las luces sobre su Hijo y, por así decirlo, el Padre le da la espalda a esta encarnación ofensiva del pecado humano y lo maldice por ti. Y Él clama: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Porque Él está experimentando la plenitud del infierno.
Lo que más me maravilla de la cruz es que mientras Jesús carga este tormento, que nunca podremos entender en este mundo, aun así, Él se dirige a Dios en términos de intimidad familiar.
La repetición de su nombre indica que Dios no es su enemigo. Y cuando todo acaba, dice, «Consumado es, en tus manos encomiendo mi espíritu». En medio de la maldición, el Hijo del Hombre confió en el Padre, y bebió la copa de la ira divina por nosotros.