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Transcripción
Vamos a continuar ahora con nuestros estudios de las parábolas de Jesús y antes de ver lo que he seleccionado para esta sesión, quiero recordarles que anteriormente vimos algunos de los principios básicos sobre las parábolas, dijimos que, en la mayoría de los casos, una parábola solo tiene un punto o significado particular. Y que debemos tener cuidado de no atribuirles todo tipo de interpretaciones.
Habiendo dicho eso, he notado que, en los seminarios, donde trabajamos con la interpretación de las Escrituras, a veces habrá personas que tratarán de argumentar que un pasaje de la Biblia tiene más de un significado. Que pueden tener muchos significados. El cristianismo ortodoxo ha respondido a eso diciendo: «No, no, no, solo hay un significado para el pasaje. Y es lo que el autor tenía la intención de transmitir. Puede haber mil aplicaciones para ese texto particular, pero solo tiene un significado».
Menciono esto porque la parábola que vamos a ver es una que creo que tiene un solo significado, pero tiene muchas, muchas aplicaciones posibles. La que voy a usar hoy es para ver su aplicación a la muy controvertida doctrina de la elección. Con esto en mente, veamos lo que se llama, en mi Biblia, la parábola de los obreros de la viña. De nuevo, cuando ves estos encabezados en tu Biblia, no son parte del texto. Eso es lo que los traductores han agregado para ayudarnos a encontrar diferentes lugares en la Biblia, por lo que han elegido llamar a esto la parábola de los obreros de la viña.
No creo que la parábola sea sobre los obreros de la viña. Creo que se trata del dueño de la viña, por lo que yo la llamaría la parábola del señor de la viña. Entonces, habiendo hecho esa aclaración al traductor, continuamos. Estamos en el capítulo 20 de Mateo, empezando en el versículo 1. «Porque el reino de los cielos es semejante a un hacendado que salió muy de mañana para contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió después como a la hora tercera, y vio parados en la plaza a otros que estaban sin trabajo; y a estos les dijo: “Vayan también ustedes a la viña, y les daré lo que sea justo”. Y ellos fueron.
Volvió a salir como a la hora sexta y a la novena, e hizo lo mismo. Y saliendo como a la hora undécima, encontró a otros parados, y les dijo: “¿Por qué han estado aquí parados todo el día sin trabajar?”. Ellos le dijeron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Vayan también ustedes a la viña” [y lo que sea justo recibirán]. Al atardecer, el señor de la viña dijo a su mayordomo: “Llama a los obreros y págales su jornal, comenzando por los últimos y terminando con los primeros”. Cuando llegaron los que habían sido contratados como a la hora undécima, cada uno recibió un denario.
Cuando llegaron los que fueron contratados primero, pensaban que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno. Y al recibirlo, murmuraban contra el hacendado, diciendo: “Estos últimos han trabajado solo una hora, pero usted los ha hecho iguales a nosotros que hemos soportado el peso y el calor abrasador del día”. Pero respondiendo el hacendado, dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero darle a este último lo mismo que a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos». «Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos».
Aquí tenemos una parábola que trata asuntos tan importantes en cuanto a terminología bíblica como la justicia y la gracia, así como asuntos referentes al mérito. Estoy fascinado con la forma en que el lenguaje es distorsionado y torcido en nuestra cultura, donde el significado original de los términos no solo cambia y se transforma en algo más, sino que a menudo empieza a significar exactamente lo contrario. Por ejemplo, hoy en día cuando escuchas la palabra formidable, eso alude a algo asombroso, magnífico; sin embargo, a finales del siglo XVII, significaba justamente lo contrario.
La palabra formidable quería decir algo que es horroroso, pavoroso, y que infunde asombro y miedo. La RAE mantiene la definición antigua, pero es evidente que el uso habitual es más bien lo contrario. Esperemos que la próxima vez que vayas al cine y alguien te recomiende una película sepas con claridad a qué se refiere cuando dice que la película estuvo ¡formidable! Así cambia el lenguaje. Es fluido. Pienso en la palabra «justicia». Pienso en la frase «justicia social», por ejemplo. Esa etiqueta, justicia social, en manos de los marxistas, ahora ha sido torcida y realmente describe la injusticia social.
Les daré un ejemplo. Van a una clase universitaria y hay diez estudiantes en el salón y tienen un examen final y cinco de los estudiantes trabajan toda la semana, preparándose diligentemente para ese examen final. Los otros cinco estudiantes festejan toda la semana y ni siquiera ven una página de sus tareas para el examen final. Los diez estudiantes vienen y toman el examen y luego se publican las notas finales. Las calificaciones se publican y cada estudiante obtiene una C. Eso es lo que se llama «igualdad», cuando tomas de las A y se la das a las F y distribuyes la riqueza de las calificaciones en el aula. ¿Cuánto tiempo creen que duraría ese profesor en la educación superior?
No se trata de que los estudiantes que obtuvieron F y se les dio C recibieron gracia. Hubo gracia, pero el problema es que los estudiantes que obtuvieron A no recibieron ni gracia ni justicia. Sufrieron una injusticia a manos de este profesor arbitrario, que quitó de sus méritos y se los dio a los que no tenían ninguno y no dejó impune ninguna buena acción. Creo que esa simple ilustración muestra con claridad que tal sistema en un aula no es justo sino injusto. Pueden hacer mil aplicaciones de eso a la cultura en la que viven, pero notarán cómo la frase «justicia social» se usa en nuestra cultura actual para justificar todo tipo de iniciativas sinvergüenzas como esta.
Pero en todo caso, en la parábola, se nos cuenta la historia de un tipo que posee un campo de vino, un viñedo, y la forma en que los viñedos son propiedad hoy en Estados Unidos, si alguna vez han estado en California, en Napa Valley, Sonoma y ven los cientos y cientos de viñedos que hay por ahí… cuenta la historia de que puedes hacer una pequeña fortuna si posees y operas tu propio viñedo. Pero lo que necesitas para hacer una pequeña fortuna al poseer un viñedo es que tienes que empezar con una gran fortuna. Es la única forma en que vas a tener una pequeña fortuna. Eso se debe a que es un negocio muy riesgoso, y si es riesgoso hoy en día con toda la sofisticación que existe, muestras de suelo y todo lo demás, imagínense en el mundo antiguo.
La plantación de las semillas y la cosecha de uvas, la cosecha de las uvas era la parte más importante y más crítica del producto en el viñedo. Y cuando las uvas alcanzan su punto óptimo de maduración, es imperativo que cosechen esas uvas lo más rápido posible. Esperar un día al sol disminuiría el valor del vino que estaban haciendo con las uvas. Por eso es que tenemos a este dueño del viñedo que ha llegado al punto en que las uvas tienen que ser recogidas de las vides. Así que va a la ciudad, porque había gente que era jornalera. No eran trabajadores regulares del viñedo, pero se necesitaban para un día de trabajo. Vemos esto en California, gente que está trabajando para recoger la fruta en diversos lugares.
He estado allí donde se ven en las mañanas, grupos de personas paradas, saliendo de camiones, esperando ser seleccionados para ir a trabajar ese día, por cualquier salario que puedan ganar en esa única oportunidad. Bueno, así era en Palestina. Los que estaban desempleados entraban al mercado. Llegaban temprano para tener la mejor oportunidad posible de ser elegidos para una tarea. Así que el dueño entra, antes de que salga el sol, y contrata a un grupo de hombres. Él dice: «Si vienes a recoger mis uvas, te pagaré un denario completo, que es el salario de un día completo, por tu trabajo. ¿Te gustaría hacer eso?», «Sí, por eso estamos aquí». No podían creer su buena suerte, que fueron seleccionados para trabajar en la viña por ese dinero.
Entonces van a trabajar y el hombre ve, después de un corto período de tiempo, que va a necesitar más trabajadores en su viña para llevar a cabo la tarea. Así que regresa a la tercera hora y contrata a otros más. Luego a la novena hora. Luego a la undécima. Y sin importar lo tarde que llega, todavía hay hombres parados allí que han estado esperando todo el día solo para obtener cincuenta centavos si pudieran y no habían podido asegurar ningún empleo con alguien que viniera a buscar jornaleros. Así que, nuestro propietario de este viñedo contrata a estos hombres al final y ni siquiera especifica un precio con ellos. Él dice: «Te pagaré un buen salario». Evidentemente, tenía una buena reputación. Entonces dijeron: «Bien, lo haremos». Así que van y vienen a trabajar y al final del día, todas las uvas han sido cosechadas.
Todo sale muy bien. Pero ahora el dueño le dice a su mayordomo: «Ve a los diferentes grupos que seleccionamos durante el día y paga primero al último grupo y luego gradualmente al primer grupo que contratamos y quiero que des a todos un denario por su trabajo del día». Así que el mayordomo hace eso, y los tipos que estuvieron trabajando allí todo el día, gente que abrazaba una teoría marxista del valor y una teoría marxista del trabajo, se indignaron. Dijeron: «¿Qué quieres decir con pagarles un denario a esos tipos? ¡Solo trabajaron media hora! Hemos estado aquí en el calor del sol todo el día, sudando copiosamente, recogiendo tus uvas, ¿y ahora nos vas a pagar un mísero denario? ¿Y le estás dando esa misma cantidad a estos otros tipos?».
Estaban listos para irse a la huelga. El dueño les dijo: «Bueno, esperen un minuto. ¿No teníamos un trato? ¿No hicimos un acuerdo cuando los contraté esta mañana en la plaza? Les ofrecí este trabajo y les dije que les pagaría un denario. Hicimos un contrato laboral, por así decirlo. Les dije que, si hacen el trabajo, les pagaría el dinero, un denario. Cada uno de ustedes aprovechó la oportunidad de obtener ese pago de un denario. ¿No es así?». Uno pensaría que estos tipos eran jugadores de fútbol profesional de la FIFA o jugadores de béisbol que querían renovar sus contratos cada año.
Cuando obtuvieron su primer contrato, en que los propietarios, que tenían todo el riesgo financiero, dijeron: «Te contrataré por un tiempo de cinco años y te pagaré X cantidad de dólares, esperando que te mantengas saludable, esperando que seas productivo y te garantizaré gran parte de este contrato» y después de dos años el jugador regresa y quiere renegociar su contrato. «Soy mejor que eso. Merezco más que esto». ¿No es así la naturaleza humana?
Quiero decir que lo ves en cualquier negocio, en cualquier transacción. Entrevistas a cincuenta personas para una vacante y llamas a la persona que seleccionas y le dices: «Has sido seleccionado para ese trabajo». Salen a celebrar la noticia. Celebran que consiguieron el trabajo y estuvieron de acuerdo con que el salario era un buen salario y se les prometió que si hacían su trabajo se les pagaría y seis meses después, están exigiendo un aumento y andan diciendo que los están explotando y no les están pagando lo suficiente. Esa es la naturaleza humana.
Ahora, ¿cómo se aplica eso a la doctrina de la elección? Bueno, en primer lugar, cuando los trabajadores protestaban contra el propietario, él les dijo: «Oye, este es mi viñedo. ¿No tengo derecho a hacer con lo que es mío lo que quiera hacer? Si quiero ser generoso con estas personas de aquí y darles más de lo que te ofrecí, aunque sea por menos trabajo, ¿por qué te quejas? Acabo de estar contigo. Te di lo que prometí que te daría. Acabo de dar a estas personas un bono generoso. Si se lo doy, ¿qué principio me obliga a dártelo a ti?».
Ustedes saben que con frecuencia pregunto a la gente si creen en la soberanía de Dios y nunca he escuchado a un cristiano decir que no a esa pregunta. Todo el que profesa la fe dice: «Por supuesto que creo en la soberanía de Dios». Si mostramos que esa soberanía tiene diferentes aplicaciones, si digo, por ejemplo, que Dios soberanamente ordena la creación que hizo, que Él gobierna sobre las estrellas y todo eso, ¿estás de acuerdo con eso? Dicen: «Oh, sí, creo eso». Les digo: «Ok, ¿qué hay de Su ley? ¿Tiene Dios el derecho, soberanamente, de imponerte obligaciones morales como Dios?». Por supuesto que sí.
Creo que Dios tiene ese derecho soberano. Todos están en la misma página hasta que llegas al tema de la distribución que Dios hace de Su gracia. Ahora, «¿Estás diciendo que Dios da gracia a algunas personas y que no se la da a otras?». Sí. ¿Llamó Dios a Abraham fuera del paganismo en Ur de los Caldeos y no hizo lo mismo por Hammurabi? ¿Recibió Pablo una visión de Jesús en el camino a Damasco que salió de la nada mientras estaba en camino para destruir la iglesia cristiana y no había hecho nada para merecer ninguna salvación en absoluto? Jesús, en Su gloria, se le aparece en el camino y Pablo se convirtió de forma maravillosa. ¿Hizo Jesús eso por Poncio Pilato? ¿O por Caifás? Claro que no.
Ahora, cuando Pablo explica la doctrina de la elección, particularmente en el noveno capítulo de su epístola a los Romanos, dijo: «Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que «por Isaac será llamada tu descendencia». Continúa diciendo: «Y no solo esto, sino que también Rebeca concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac. Porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a Su elección permaneciera». Para los propósitos soberanos de Dios. Para el placer de Dios, la buena intención de Su voluntad. «Su propósito conforme a Su elección permaneciera, no por las obras, sino por Aquel que llama, se le dijo a Rebeca: “El mayor servirá al menor”. Tal como está escrito: “A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí”».
Pablo conoce la naturaleza humana y anticipa la reacción. Él dice: «¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia en Dios?». ¿Oyen el grito? «¡No es justo! ¡Ni siquiera habían hecho nada!». Dios, soberanamente, para los propósitos de Su elección, para mostrar Su misericordia, elige a uno y rechaza el otro. Voy a dibujar un pequeño círculo aquí en la pizarra y este círculo representa el concepto de justicia. Todo lo que está fuera de este círculo puede ser puesto en la categoría negativa de «no justicia». Aquello que no es justicia, sino «no justicia», pero para fines ilustrativos, voy a poner un pequeño límite allí, y voy a poner otro círculo aquí y todo lo que está en este círculo aquí es «no justicia». Pero hay más de un tipo de «no justicia». Aquí, tenemos una «no justicia» que es injusticia. Una que es impía y malvada, ¿verdad?
Aquí, tenemos gracia o misericordia. ¿Hay algo malo en la gracia? Claro que no. ¿Hay algo malo en que Dios sea misericordioso? No. Cuando Dios es misericordioso, no comete una injusticia. Él comete una «no justicia», así que lo que sucede es que, para aquellos a quienes elige y salva, soberanamente, reciben Su gracia. Aquellos que no reciben Su gracia, ¿qué reciben? Su justicia. Exactamente lo que merecen. ¿Realmente creemos que Dios es soberano en Su gracia? Pablo continúa respondiendo esta pregunta. «¿Hay injusticia en Dios? Dios no lo quiera, ¡de ningún modo! ¿No le dijo Dios a Moisés?: “Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia”». Dios, soberanamente, tiene el derecho de ser generoso en Su misericordia hacia uno sin estar obligado a dársela al otro y vemos, en esta parábola, que los trabajadores que trabajaron todo el día obtuvieron justicia.
El señor de la viña no cometió ningún delito contra ellos. Era perfectamente justo. Cumplió su mitad del trato. No tenían nada de qué quejarse. Las otras personas, por el otro lado, recibieron más de lo que esperaban. Recibieron gracia. Recibieron misericordia. Nadie en la parábola recibió injusticia, excepto el dueño, que fue calumniado por esos trabajadores que estaban enojados con él por ser misericordioso con otras personas, pero el reino de Dios es así. Necesitamos entender que Dios, quien es el dueño, tiene, en Su propiedad, la autoridad soberana para ser misericordioso con quien Él será misericordioso.