Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Gratitud.
Todos salimos llorando de la heladería. Lo que debió ser una divertida salida de verano terminó siendo una crisis familiar. Tan solo cinco minutos antes, habíamos entrado a la heladería emocionados y sonrientes. Sin embargo, mientras les explicaba a mis tres hijos que solo podían ordenar una bola de helado (en lugar de algo más costoso con siropes y chispas por encima), sus rostros cambiaron y comenzaron a quejarse. Al ver sus reacciones, me di cuenta de que era hora de enseñarles una dura lección. “Nos vamos todos al auto. Hoy no compraremos helado”.
Mis hijos me miraron sorprendidos, y luego con lágrimas en sus ojos. Yo también lloraba. Hay veces que enseñar una lección duele tanto como aprenderla. Yo deseaba comer ese rico helado con mis hijos, pero mi mayor preocupación era sus corazones. Si no podían ser agradecidos con una bola de helado porque vieron algo mejor, ¿cómo aprenderían a ser agradecidos en un mundo que siempre está incitándoles a querer más?
Este mundo nunca nos dará satisfacción. Tampoco le dará satisfacción a nuestros hijos.
Cultivar el agradecimiento en nuestros hijos no es una tarea sencilla. Vivimos en un mundo caído, por lo que toda la vida será una mezcla de bendiciones y dificultades. Aun como adultos, somos tentados a enfocarnos en lo que nos falta, en lugar de regocijarnos por lo que ya hemos recibido. Tendemos a sentirnos merecedores de lo bueno y a sorprendernos de las dificultades. Sin embargo, con la ayuda del Espíritu, podemos entrenar nuestras mentes para que lleven todo pensamiento cautivo (2 Co 10:5) y ayudar a nuestros hijos para que aprendan a ser agradecidos aun cuando las circunstancias no estén a la altura de nuestras expectativas o esperanzas.
Beneficiarios agradecidos
Una de las primeras maneras en las que modelamos una vida de agradecimiento es expresándolo a nuestros hijos. Aunque parezca contradictorio, pedir a nuestros hijos que ayuden en el hogar les da oportunidades para crecer en gratitud (aunque se quejen). A los hijos les encantan los elogios de sus padres. Cuando se esfuerzan y les decimos: «¡Buen trabajo!» o «¡Estoy muy orgulloso de ti!», ellos aprenden la importancia de mostrar aprecio a los demás.
También aprenden el esfuerzo que requieren las tareas del hogar, lo cual les ayuda a ser más agradecidos cuando otra persona les sirve. Cada noche después de la cena, mis hijos limpian todas las ollas y sartenes, recogen los platos y limpian las mesetas. Algunas noches, cuando están ocupados haciendo sus tareas escolares o practicando algún deporte, me ofrezco a limpiar la cocina por ellos. Sus rostros siempre se iluminan con profunda gratitud, una gratitud que no tendrían si fuera yo quien limpiara la cocina todas las noches. Son fieles en devolverme (con abrazos y palabras de ánimo) el agradecimiento que han recibido.
Practicando el agradecimiento
Incorporar ejercicios de agradecimiento en nuestras rutinas diarias es otra manera de ayudar a nuestros hijos a crecer en gratitud. Enseñarles a decir “gracias” por una tarde de juegos, a expresar gratitud por el almuerzo o a escribir notas de agradecimiento junto con los regalos son ejercicios sencillos que ayudan a nuestros hijos a entender la importancia de ser agradecidos.
A medida que leemos la Biblia con nuestros hijos y les enseñamos a orar, ellos aprenden a dar gracias a Dios, el Dador de toda buena dádiva y todo don perfecto (Stg 1:17). Pueden darle las gracias como Creador por los patios de recreo, las mascotas, los maestros, la familia, la iglesia y su peluche favorito. Pueden regocijarse en la sabiduría, el poder y la misericordia de Dios al aprender sobre las historias del Antiguo Testamento. Pueden dar gracias a Dios por Su amor, gracia y perdón al aprender sobre Jesús.
Nuestros hijos también aprenden a ser agradecidos por las oportunidades que tienen de dar generosamente. Ya sea compartiendo su juguete favorito con un amigo o colocando parte de su mesada en el plato de las ofrendas, a medida que ellos dan fielmente a los demás, experimentan la veracidad de las palabras de Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch 20:35). Los hábitos que tenemos en el hogar fomentan hábitos de agradecimiento en las vidas de nuestros hijos.
Ejemplos de agradecimiento
La manera más poderosa (y quizá la más difícil) de enseñar a nuestros hijos a ser agradecidos es a través de nuestro propio ejemplo. Pablo nos exhorta: “Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús” (1 Tes 5:16-18). ¿Las circunstancias te roban el gozo? ¿Es la queja un hábito en tu hogar? ¿Suele haber palabras de agradecimiento en tus labios? El ejemplo que damos a nuestros hijos les enseña en maneras que nuestras palabras nunca podrían hacerlo.
Este mundo nunca nos dará satisfacción. Tampoco le dará satisfacción a nuestros hijos. A medida que pongamos nuestra esperanza en algo mejor, en algo eterno, en algo que está por venir, nuestros hijos aprenderán de nuestro ejemplo. Nuestro agradecimiento no debe depender de lo bueno que haya sido nuestro día, sino de lo bueno que es nuestro Dios.
Melissa Kruger es coordinadora del ministerio de mujeres en la iglesia Uptown Church de Charlotte, Carolina del Norte. Es autora de varios libros, entre ellos The Envy of Eve [La envidia de Eva]. Es la maestra destacada en la serie de Ligonier titulada Contentment [El contentamiento].
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