


La gracia de la fe
2 diciembre, 2021


El «TULIP» y la teología reformada: una introducción
3 diciembre, 2021Todo el Consejo de Dios: Calvinismo valiente para el siglo XXI


Este ensayo fue pronunciado originalmente siendo el discurso inaugural del Dr. Godfrey como presidente del Seminario Westminster de California en 1993. Fue revisado en el 2021 para promover el trabajo de Ministerios Ligonier.
El llamado de Ministerios Ligonier es renovar a las iglesias por medio de un conocimiento creciente del cristianismo bíblico, es decir, un conocimiento del calvinismo histórico. Ligonier está continuando el ministerio de enseñanza de R.C. Sproul, una de las mejores mentes y uno de los maestros reformados más equilibrados, fieles y efectivos de los últimos cincuenta años. Él heredó y continuó una maravillosa tradición: la posición militante por los fundamentos de la fe de J. Gresham Machen, la erudición y la ortodoxia reformada del antiguo Seminario de Princeton, el avivamiento evangelizador y reformado del Primer Gran Avivamiento, el calvinismo confesional y experiencial de la Confesión de Fe de Westminster, la enseñanza de Juan Calvino y la Reforma y el legado de Agustín y la verdadera catolicidad. ¡Qué patrimonio tenemos! ¡Cuánto hemos heredado de los que nos precedieron! ¡Qué responsabilidad tenemos de preservar y promover lo que hemos recibido!
Reconocemos que los grandes logros de los cristianos en el pasado son ahora desafiados de forma singular. Después de más de 1 500 años en los que el cristianismo ha sido la cosmovisión dominante en Occidente, ahora nos encontramos viviendo en un mundo postcristiano. Ciertamente, en términos de calvinismo, nuestros números, nuestra influencia y nuestro fervor parecen muy reducidos. Un ensayo de John Updike me lo recordó. Teniendo en mente esas hermosas iglesias congregacionales en los jardines de los pueblos de Nueva Inglaterra, escribió: «El gozo y la aspiración han dado forma a estas iglesias, pero las puede llenar cierta melancolía. El puritanismo se convirtió en unitarismo y de ahí pasó al agnosticismo estoico; estas viejas y gallardas conchas guardan más recuerdos que promesas».1 ¿Ha llegado nuestro movimiento a guardar más recuerdos que promesas? Me parece que ese es el gran problema que enfrentamos hoy. Mi ardiente deseo y preocupación es que nos comprometamos con la idea de que el calvinismo guarda más promesas que recuerdos, por muy ricos y gloriosos que estos sean.
El título de este ensayo: «Todo el consejo de Dios», viene de Hechos 20:27, de las palabras que el apóstol Pablo dijo a los ancianos de Éfeso para animarlos en su futuro servicio al Señor. En parte les dijo:
Vosotros bien sabéis cómo he sido con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que estuve en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con lágrimas y con pruebas que vinieron sobre mí por causa de las intrigas de los judíos; cómo no rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil, y de enseñaros públicamente y de casa en casa, testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Y ahora, he aquí que yo, atado en espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allá me sucederá, salvo que el Espíritu Santo solemnemente me da testimonio en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y aflicciones. Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios. Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes anduve predicando el reino, volverá a ver mi rostro. Por tanto, os doy testimonio en este día de que soy inocente de la sangre de todos, pues no rehuí declarar a vosotros todo el propósito [o, consejo, o, designio] de Dios. Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre. Sé que después de mi partida, vendrán lobos feroces entre vosotros que no perdonarán el rebaño, y que de entre vosotros mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos. Por tanto, estad alerta, recordando que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas. Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados (Hch 20:18-32).
Pablo hizo un llamado a los ancianos de Éfeso para que conservaran y edificaran sobre la verdad cristiana que él les había presentado. Él les había dado «todo el consejo de Dios» y les pidió que vivieran con valentía en virtud de esa verdad. Hoy necesitamos un calvinismo valiente para los tiempos particulares que estamos viviendo. ¿Cuál es el carácter de ese calvinismo valiente que necesitamos? ¿Cuál es la verdad de Dios que debemos abrazar, vivir y enseñar?
UN CALVINISMO INTEGRAL
El primer elemento del calvinismo valiente que necesitamos es un calvinismo integral. Noten cómo Pablo habló de «todo el consejo de Dios» (v. 27), sin ocultar «nada que fuera útil» (v. 20). Pablo habló en gran medida en el espíritu de nuestro Señor Jesucristo, quien envió a Sus discípulos en la Gran Comisión para ir y enseñar «todo lo que os he mandado» (Mt 28:20). La Escritura y nuestra herencia calvinista son claras en que estamos comprometidos con todo lo que el Señor ha revelado en Su Palabra. No buscamos una religión reducida. No buscamos una doctrina minimalista. Buscamos la plenitud de lo que el Señor nos ha revelado. Nos ponemos junto a Jeremías cuando el Señor le habló diciendo: «Así dice el Señor: “Ponte en el atrio de la casa del Señor, y habla a todas las ciudades de Judá que vienen a adorar en la casa del Señor todas las palabras que te he mandado decirles. No omitas ni una palabra”» (Jer 26:2). La tarea que nos es encomendada es hablar todo el consejo de Dios, todo lo que Dios ha revelado. Ligonier existe para ayudar a los cristianos a estudiar esa Palabra en su totalidad y a crecer en ella.
Nuestro crecimiento está fundamentado y arraigado en nuestro compromiso con la Palabra y su inerrante autoridad. Abrazamos la Palabra en el espíritu de Juan Calvino que dijo: «Por lo tanto, cuando un alma es privada de la Palabra de Dios, es entregada desarmada al diablo para su destrucción».2 Nuestra convicción es que la Palabra debe ser nuestra espada y nuestra defensa. La Palabra en su veracidad plena es lo que necesitamos y a lo que estamos comprometidos.
Al comentar sobre Jeremías 42:5-6, Calvino dijo:
Si queremos probar nuestra fidelidad a Dios, la única manera de actuar es considerar Su Palabra como vinculante, ya sea que estemos de acuerdo con ella o no, y nunca murmurar, como hacen los impíos; pues cuando Dios les impone un yugo, se quejan de que su doctrina es demasiado dura y pesada. Por tanto, si queremos dar una prueba segura de nuestra fidelidad, dejemos de lado todo lo que pueda hacer que la Palabra de Dios nos sea inaceptable.3
Aceptamos la Palabra de Dios en su totalidad. Estamos comprometidos con ella, tanto en lo que nos agrada como en lo que nos incomoda. A causa de nuestros pecados y nuestra ignorancia, debemos tener la Palabra de Dios para que nos corrija. Y eso significa que estamos comprometidos con una teología bíblica completa. J. Gresham Machen lo expresó de manera contundente, recordándonos que «la vida cristiana es el fruto de la doctrina cristiana, no su raíz, y la experiencia cristiana debe ser probada por la Biblia, no la Biblia por la experiencia cristiana».4 Estamos comprometidos con esta noción de que la Palabra nos juzga; no nosotros a ella. La Palabra nos dirige; no nosotros a ella.
R.C. Sproul continuó este compromiso y lo hizo más profundo con su liderazgo al defender la doctrina de la inerrancia de la Biblia durante su ministerio. La inerrancia se convirtió en una pauta para medir la verdadera fidelidad bíblica, ayudando a revelar a aquellos que trataban de utilizar términos tradicionales para referirse a la autoridad y la fiabilidad bíblica, pero utilizaban esos términos de forma ambigua.
Por causa de nuestro compromiso con la Palabra, estamos comprometidos con la noción de la importancia de la teología. Estamos comprometidos con la idea de que la teología es una reflexión en torno a la Palabra y un esfuerzo por parte de los seres humanos para resumir esa Palabra. Estamos convencidos de que la teología es una disciplina útil y necesaria para apropiarnos de las Escrituras. Evelyn Waugh, el novelista británico, dio una de las mejores definiciones de teología que conozco tras su viaje a Etiopía para la coronación del emperador Haile Selassie. Después de observar el extremo misterio de los rituales de la Iglesia copta etíope, se alegró de tener una teología que esclarece los caminos de Dios. Escribió: «Vi la teología como la ciencia de la simplificación por la cual las ideas nebulosas y elusivas se formalizan y se hacen inteligibles y exactas».5 La «ciencia de la simplificación»: cuán pocas veces se ha visto la teología de esa manera, pero cuán cierto es. La teología debe esclarecer la voluntad y el camino de Dios tal como Él lo ha expresado en Su Palabra. Y nosotros aquí en Ligonier estamos comprometidos con toda la teología de las confesiones a las que nos hemos suscrito, ya que ellas resumen la enseñanza bíblica para nosotros.
Ahora bien, algunos han dicho que enfatizar la importancia de la teología hace que el cristianismo sea demasiado intelectual. Algunos temen que esto signifique que solo los teólogos tienen un papel en la Iglesia. Tal vez en la tradición de nuestras iglesias reformadas, ha existido cierto peligro en ese sentido, pero no es inherente a nuestra tradición. No estamos diciendo que el cristianismo se trate únicamente de teología, pero sí decimos que la teología debe moldear la vida. Debe haber vida, pero esta debe ser moldeada y dirigida por la Palabra de Dios.
De hecho, nuestra herencia reformada dice que tenemos más que teología. También tenemos piedad, adoración, servicio amoroso al Señor. Todos estos elementos del calvinismo también fluyen de las enseñanzas de la Escritura. Por ejemplo, podemos ver esto claramente en el trabajo de la Asamblea de Westminster. Debemos recordar que la Asamblea de Westminster no solo nos dio una confesión de fe como resumen de la doctrina, sino que también nos dio catecismos para enseñar la fe; nos dio un directorio de adoración para guiar nuestro encuentro con Dios; nos dio una forma de gobierno para ayudar en la organización de la iglesia; y nos dio un salterio para expresar nuestra alabanza a Dios. Al procurar un calvinismo integral, debemos asegurarnos de que no lo hemos reducido a solo teología, por muy completa que sea la nuestra. Debemos renovarnos en la plenitud de una vida reformada que fluye de una teología reformada. Nuestras vidas deben seguir un patrón de estudio bíblico y oración, de Palabra y sacramento, de autonegación y amor activo, de días de reposo y salmos. Hemos visto un gran declive en la piedad reformada, en la vida reformada, y yo sugeriría que ese declive está íntimamente ligado a nuestra pérdida del día de reposo y de los salmos. Muchos de nosotros hemos perdido el día de descanso, de adoración, de estudio y de reflexión, y hemos perdido los Salmos que fortalecen nuestras almas. Necesitamos recuperar esa plenitud de la experiencia calvinista, así como la teología.
Necesitamos la valentía para ser integrales en nuestro calvinismo. Tenemos que evitar el peligro del minimalismo y la superficialidad que impregna el cristianismo actual. Como dice David Wells en su libro No Place For Truth [No hay lugar para la verdad]: «Nos reímos de los que creen que la teología es importante, y luego nos escandalizamos al encontrar entre nosotros a personas superficiales e incrédulas».6 Necesitamos un calvinismo integral, y eso requiere valentía en nuestro tiempo.
UN CALVINISMO CONSISTENTE
En segundo lugar, necesitamos un calvinismo consistente. Necesitamos un calvinismo que brote de su propio genio inherente, un calvinismo que muestre una coherencia en su vida, ministerio y mensaje. Por lo tanto, necesitamos un calvinismo que, en todo momento y en todas las formas, busque cómo construir orgánicamente sobre el entendimiento de la Escritura que nos han dado nuestros antepasados. Como calvinistas, queremos evitar el eclecticismo que atraviesa el mundo religioso recogiendo pequeños fragmentos de aquí y de allá para de forma artificial intentar conectarlos con la herencia reformada que hemos heredado. Queremos ser consistentes en nuestro calvinismo. Queremos que todos los aspectos de nuestras vidas, nuestra piedad y nuestro culto fluyan de las convicciones reformadas que confesamos en nuestra teología.
Esa consistencia no siempre será fácil de lograr. La respuesta consistente no siempre será obvia. Pero ese debe ser nuestro objetivo; esa debe ser nuestra determinación: permitir que la Escritura nos guíe en todas las áreas de la vida. Ella debe guiar nuestra educación de futuros líderes; debe guiar nuestro evangelismo; debe guiar nuestra plantación de iglesias; debe guiar nuestra adoración. Juan Calvino dijo sobre la adoración: «No hay nada más peligroso para nuestra salvación que una adoración insensata y perversa de Dios».7 Dios nos llama en cada área de nuestra vida a preguntarnos cómo podemos vivir para Él de manera consistente. No queremos un calvinismo complaciente o ecléctico. Queremos un calvinismo consistente.
De nuestro compromiso con un calvinismo consistente se deriva nuestro compromiso con la teología sistemática. Nuestra preocupación por la teología sistemática, como nos mostró R.C. Sproul tan claramente, no es una preocupación por ser gobernados por la lógica, sino una preocupación por ver la cohesión e interconexión de la enseñanza bíblica. Por ejemplo, Pablo les recordó a los ancianos de Éfeso que él había predicado a todos «del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo» (Hch 20:21). Pero ¿cuál es la relación entre la fe y el arrepentimiento? Esa es una pregunta de interconexiones, de teología sistemática. Algunos podrían pensar que no es importante, pero Calvino dijo, y con razón, que es una pregunta extremadamente importante para entender la esencia del evangelio. Calvino escribió: «Se considera que el resumen del evangelio consiste en el arrepentimiento y el perdón de los pecados». El arrepentimiento, que es «una nueva vida», insistió Calvino, «nace de la fe», o la justificación por la fe sola será destruida.8 Las relaciones sistemáticas son vitales para la verdad y para la vida.
Ahora bien, al requerir un calvinismo consistente, no estamos diciendo que no haya nada que aprender de los demás. Tenemos que resistir nuestra tendencia reformada, muy presente, a la petulancia y a la autosatisfacción. Tenemos que escuchar a hermanos y hermanas de otras tradiciones. Tenemos que considerar lo que ellos tienen que decirnos. Necesitamos reconocer claramente la realidad del cristianismo genuino que existe en otras tradiciones y que puede hablarnos y ayudarnos. Pero si estamos comprometidos con el calvinismo confesional histórico como la forma más completa y fiel de la enseñanza bíblica, entonces debemos evaluar lo que oímos de otras tradiciones conforme a esa raíz de fe desde la cual buscamos crecer y estar seguros de que estamos siendo calvinistas consistentes. Por lo tanto, necesitamos valor para ser calvinistas consistentes.
UN CALVINISMO CRISTOCÉNTRICO
En tercer lugar, diría que debemos ser calvinistas cristocéntricos. Ahora bien, habrá algunos que sin duda pensarán que este debió haber sido mi primer punto y no el tercero. Tal argumento podría ser bien debatido, aunque yo diría que en mi noción de una teología integral, Cristo será el centro. Pero creo que se debe enfatizar un calvinismo cristocéntrico porque en todas las cosas Jesucristo debe ser preeminente para el cristiano. Así como Pablo proclamó todo el consejo de Dios en Éfeso, también enseñó especialmente «la fe en nuestro Señor Jesucristo» (Hch 20:21) y «el evangelio de la gracia de Dios» (v. 24). En ese calvinismo integral y consistente al que aspiramos, debemos siempre recordar que Cristo debe estar en el centro: la obra expiatoria de Cristo en la cruz; la gloriosa victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte en Su resurrección; Cristo nuestro gran Profeta, Sacerdote y Rey; Cristo nuestro Señor por medio del Espíritu Santo. Cristo está en el corazón y el centro de nuestras vidas, nuestra piedad, nuestra fe, nuestro estudio y nuestra predicación. Por eso, debemos renovarnos siempre y de continuo en ese compromiso central con Jesucristo.
Hacer que Cristo sea el centro nos ayudará en las demás decisiones que debemos tomar sobre un calvinismo consistente. Cuando Cristo está en el centro, las prioridades se vuelven mucho más claras. Podemos distinguir las doctrinas más importantes de las menos importantes. Podemos distinguir doctrinas más seguras de las menos seguras. Vemos eso en la prioridad que R.C. Sproul dio a articular y defender la doctrina de la justificación por la fe sola. Esta doctrina muestra poderosamente la centralidad y plenitud de Cristo como nuestro Salvador. Apartamos la mirada de nosotros mismos y de todo lo que hacemos para encontrar nuestro descanso y esperanza solamente en Jesús.
El cristocentrismo también nos ayudará a ser humildes en la comunidad más amplia de las iglesias cristianas, ya que buscamos aprender unos de otros y vivir juntos en amor, cooperando con otros cristianos siempre que sea posible. Nuestra meta debe ser tener un calvinismo cristocéntrico que nos dé un profundo sentido de unión espiritual con todos los que están verdaderamente en Cristo por la fe. El calvinismo cristocéntrico nos ayudará a evitar el peligro de un sectarismo reformado que diría que solo nosotros somos cristianos, que solo nosotros tenemos la verdad. Necesitamos, pues, el valor para ser cristocéntricos en nuestro calvinismo.
UN CALVINISMO COMPROMETIDO
En cuarto lugar, yo diría que necesitamos un calvinismo comprometido. Observa cómo Pablo, en Hechos 20, habló de no estimar su propia vida como valiosa, sino de hacer todo lo posible para terminar su carrera (v. 24) y de cómo llegó a ellos con toda humildad de espíritu y con lágrimas, a comunicarles la gracia de Dios (v. 19). Pablo mostraba en todas estas afirmaciones cómo había vivido una vida comprometida con su pueblo.
Quizás de todos los peligros a los que nos enfrentamos, el mayor sea no ser calvinistas comprometidos. El compromiso que necesitamos está bien plasmado en una declaración de uno de los documentos fundacionales del Princeton Theological Seminary, en el que se comprometían a «desarrollar en aquellos que aspiren al cargo ministerial, tanto la piedad de corazón que es fruto de la gracia renovadora y santificadora de Dios, como un aprendizaje sólido, creyendo que el celo sin conocimiento o el conocimiento sin celo, en última instancia, será perjudicial para la Iglesia».9 Muchas tradiciones tienen mucho celo y poco conocimiento. Pero el peligro que nos asedia hoy es que tenemos mucho conocimiento y poco celo. Nuestro gran peligro es que nos hemos convertido en calvinistas cómodos, que la vida se ha vuelto fácil para nosotros y estamos contentos con esa facilidad. Atrás quedaron los días en que alguien como el rey Carlos II podía observar: «El presbiterianismo no es una religión para hombres refinados».10 Aquellos presbiterianos escoceses de los que hablaba el rey Carlos eran todo menos caballeros. No transigían con el rey ni con los nobles. Estaban comprometidos con el espíritu de John Knox, de quien el regente Morton dijo ante su tumba: «Aquí yace uno que nunca temió a ninguna carne».11
¿Seguimos mostrando una apropiada falta de refinamiento, o nos hemos adaptado demasiado bien al mundo en el que vivimos? Leía en el New York Review of Books un artículo sobre religión en el que Elizabeth Hardwick escribió: «Los calvinistas, cuyas nociones poco prácticas de elección y predestinación van en declive natural, son hoy una denominación moderada y razonable, recesiva a la manera de otras iglesias protestantes tradicionales».12 ¿Realmente hemos llegado a este punto? ¿Somos tan solo moderados y recesivos? Me temo que sí hemos llegado a este punto. Puede que ahora seamos como escribió William Butler Yeats en su famoso poema «The Second Coming» [La segunda venida]: «Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están llenos de ardiente intensidad».
¿Dónde está nuestra ardiente intensidad, asumiendo por el momento que estamos más cerca de ser los mejores que los peores? ¿Dónde está nuestro celo? ¿Dónde está nuestro compromiso? ¿Dónde está nuestra convicción de que el calvinismo integral, consistente y cristocéntrico que enseñamos es, de hecho, lo que la Palabra de Dios enseña y lo que el mundo necesita? ¿Dónde está nuestra pasión? No se ha apagado del todo. Contamos con ejemplos en el siglo XX que sirven de inspiración. Tenemos el celoso calvinismo del pueblo Tiv en Nigeria, donde hay más gente en la iglesia cada domingo, por mucho, que miembros de la iglesia, porque guardan cuidadosamente la membresía. Cuando pienso en compromiso, también pienso en la gran misionera presbiteriana escocesa Mary Slessor, que fue a Nigeria a finales del siglo XIX. Siendo una mujer sola, se aventuró a ir a la selva porque los hombres tenían miedo de ir, y fue a la más peligrosa de las tribus para llevarles el evangelio de Cristo. Ella dijo: «Estoy dispuesta a ir a cualquier parte, siempre que sea hacia adelante».13
¿Tenemos esa clase de compromiso? ¿Tenemos esa clase de celo? ¿Tenemos esa clase de pasión? Lo necesitamos en la iglesia y en sus ministros. Esta debe ser alimentada por la Palabra de Dios y por la educación continua en la verdad. Hace casi un siglo, J. Gresham Machen escribió en Christianity and Liberalism [Cristianismo y liberalismo]: «La educación cristiana es la tarea principal del momento para todo hombre cristiano serio».14 Necesitamos la educación cristiana. Machen dijo que esta comienza en la familia, continúa en las escuelas y culmina en el seminario para que los ministros puedan enseñar al pueblo de Dios las verdades de Dios. R.C. Sproul continuó esa pasión por la educación en sus muchos escritos y al establecer el Reformation Bible College. Queremos educación para que los cristianos conozcan la Escritura, abracen la herencia teológica histórica del cristianismo y se comprometan a enseñar todo eso en este mundo.
Hoy todos debemos abrazar el ideal de ser misioneros. Debemos ser misioneros que pueden trabajar en una cultura que tal vez no nos entienda del todo, pero con el compromiso de los misioneros que están dispuestos a dejar incluso sus familias y hogares para enseñar la Palabra de Dios. Debemos ser misioneros en el espíritu de nuestro Señor Jesucristo, quien, como leemos en Juan 6, buscó hacer verdaderos discípulos. Comenzó con cinco mil y terminó con doce (uno de los cuales sería un traidor), no porque prefiriera pocos en vez de muchos, sino porque quería verdaderos discípulos en lugar de falsos discípulos. Nosotros también debemos procurar hacer discípulos verdaderos y fieles.
Por lo tanto, si hemos de ser calvinistas comprometidos, tenemos que estar comprometidos con nuestra herencia y tenemos que «[mantener] firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar» (Heb 10:23). Tenemos que obedecer la Palabra de Dios pronunciada a través del profeta Jeremías: «Ciñe tus lomos, / levántate y diles todo lo que yo te mande. No temas ante ellos, / no sea que yo te infunda temor delante de ellos» (Jer 1:17). No es al mundo al que debemos temer; es al Señor, si somos infieles.
Debemos aprender a orar por ese compromiso. Necesitamos la oración ferviente como un fundamento de nuestro compromiso. De nuevo, Jeremías registró: «“Porque yo sé los planes que tengo para vosotros” —declara el SEÑOR— “planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza. Me invocaréis, y vendréis a rogarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón”» (29:11-13). ¿Somos calvinistas de corazón? ¿Buscamos con determinación al Señor, Su voluntad, Su bendición y Su servicio?
CALVINISMO CONFIADO
En quinto lugar, sabemos que promover un calvinismo valiente es una gran empresa, que a veces puede parecer abrumadora. Sin embargo, recordé las palabras de Robert Frost en su poema «Reluctance» [Reticencia]. En la última estrofa, escribe:
Ah, ¿cuándo al corazón del hombre
Le fue menos que una traición
Ir a la deriva de las cosas,
Rendirse con gracia a la razón,
Cediendo y aceptando el final
De un amor o una estación?15
No debemos ser traidores de nuestra causa, aceptando el fin de un amor y de una estación. Más bien, debemos seguir adelante, fieles al Señor, confiando en Él, en Su buen tiempo, en Sus buenos propósitos. Dios es soberano, y debemos confiar en Su obra y en Sus propósitos.
Históricamente, algunos calvinistas han sido ásperos y sombríos en sus vidas y en su piedad. Pero R.C. Sproul fue un gran modelo de calvinismo gozoso porque tenía una gran confianza en la obra de Dios en Jesús en Su mundo. Confiaba plenamente en la fiabilidad de la Palabra de Dios. Él sabía que nuestro enfoque no debía estar en nuestros fracasos, sino en el éxito de Dios.
En 1898, Abraham Kuyper vino a Estados Unidos para dar las conferencias de Stone Foundations en la Universidad de Princeton. La última conferencia se tituló «El calvinismo y el futuro». Kuyper no habló como un profeta, pero sí buscó animar al pueblo de Dios a pensar en el futuro. Él pensaba que el futuro del cristianismo estaba en Asia. (¡Quizá no fue tan mal profeta!) Pero dijo al final de esa conferencia sobre el calvinismo y el futuro:
Y si replicas diciendo, medio en broma: acaso soy realmente tan ingenuo como para esperar de ciertos estudios calvinistas un cambio total de la cosmovisión cristiana, sea esta mi respuesta: El dar vida no proviene de los hombres; es prerrogativa de Dios, y obedece a Su sola y soberana voluntad el que la marea de la vida religiosa suba o no en un siglo y baje en el siguiente […] A menos que Dios envíe Su Espíritu, no habrá ningún cambio, y el descenso de las aguas será terriblemente rápido. Pero ¿recuerdas el arpa eólica que los hombres solían colocar fuera de sus casas para que la brisa despertara su música? Hasta que soplara el viento, el arpa permanecía en silencio, mientras que, de nuevo, aunque se levantara el viento, si el arpa no estaba preparada, podía oírse un susurro de la brisa, pero ni una sola nota de música etérea deleitaba el oído. Ahora, si el calvinismo no es más que un arpa eólica —absolutamente impotente, como es, sin el Espíritu vivificador de Dios—, todavía sabemos que es nuestro deber dado por Dios tener nuestra arpa lista, con sus cuerdas bien afinadas, sobre la ventana de la Santa Sión de Dios, esperando el soplo del Espíritu.16
Nuestra responsabilidad no es producir grandes éxitos por nuestras fuerzas. Nuestra responsabilidad es ser fieles y, por consiguiente, ser instrumentos que Dios pueda utilizar como Él quiera. Nuestra gran preocupación no debe ser nuestro éxito o nuestra voluntad, sino la voluntad de Dios y el éxito de Dios. Y como calvinistas, nuestra confianza será que Dios cumplirá Su propósito. Él no será frustrado. Y podemos seguir adelante con las maravillosas palabras de Jonatán cuando salió casi solo contra el ejército de los filisteos: «Quizá el SEÑOR obrará por nosotros, pues el SEÑOR no está limitado a salvar con muchos o con pocos» (1 Sam 14:6). Tal vez el Señor obrará por nosotros, pero sabemos que el Señor salvará según Su buen propósito ya sea por muchos o por pocos. Que en nuestro trabajo para Ligonier abracemos todo el consejo de Dios y, al hacerlo, nos convirtamos en calvinistas valientes para el siglo XXI. Que Dios nos bendiga con Su Espíritu para ese gran fin mientras lo buscamos con todo nuestro corazón.
Este ensayo del Dr. Godfrey también está disponible como libro electrónico gratuito en los siguientes formatos: ePub, MOBI y PDF. Descarga este recurso y compártelo con otros para ayudar a que más personas reconozcan cómo la fe cristiana histórica puede equipar a los creyentes para vivir valientemente para Cristo en el mundo de hoy.
1 John Updike, New England Churches [Iglesias de la Nueva Inglaterra] en Hugging the Shore: Essays and Criticism [Abrazar la costa: Ensayos y Crítica] (Nueva York: Random House, 2013), 61.
2 Juan Calvino, “Calvin’s Reply to Sadoleto” [La respuesta de Calvino a Sadoleto] en A Reformation Debate: Sadoleto’s Letter to the Genevans and Calvin’s Reply [Un debate sobre la Reforma: la carta de Sadoleto a los ginebrinos y la respuesta de Calvino], ed. John C. Olin (Nueva York: Harper & Row, 1966), 78.
3 Juan Calvino, Commentaries on the Prophet Jeremiah and the Lamentation, vol. 4, Jeremiah 30–47 [Comentarios sobre el profeta Jeremías y Lamentaciones, vol. 4, Jeremías 30-47] (Grand Rapids, Mich.: Baker, 1979), 484.
4 Westminster Theological Seminary Catalog [Catálogo del Westminster Theological Seminary] 1929-30, 17.
5 Evelyn Waugh, Remote People: A Report from Ethiopia and British Africa 1930–31 [Pueblos remotos: Un informe de Etiopía y el África británica 1930-31](Nueva York: Ecco, 1990), 68.
6 David Wells, No Place for Truth [No hay lugar para la verdad](Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1994), 247.
7 Calvin’s Reply to Sadoleto [La respuesta de Calvino a Sadoleto], 59.
8 Ver el desarrollo que hace Calvino de este importante punto en Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion [Institución de la Religión Cristiana] ed. J.T. McNeill, trad. Ford Lewis Battles (Filadelfia: Westminster, 1960), 3.3.1.
9 Esta declaración fue adaptada por el Westminster Theological Seminary a partir de los documentos fundacionales de Princeton. Cf. Plan of the Theological Seminary of the Presbyterian Church in the United States of America, located in Princeton, New Jersey, 2nd ed. [Plan del Theological Seminary de la Iglesia Prebisteriana en los Estados Unidos de América, situado en Princeton, Nueva Jersey, 2da ed.] (Elizabeth-town, 1816), 4-5.
10 Citado en Elizabeth Hardwick, Church Going [Asistencia a la iglesia], (New York Review of Books August 18, 1988): 15. La declaración del rey Carlos II fue registrada originalmente en Gilbert Burnet, Bishop Burnet’s History of His Own Time [La historia del obispo Burnet sobre su propia época] (Londres, 1724), vol. 1, libro 2, 107.
11 W. Stanford Reid, Trumpeter of God [El trompetista de Dios] (Nueva York, 1974), 283.
12 Hardwick, 15.
13 W.P. Livingstone, Mary Slessor of Calabar: Pioneer Missionary [Mary Slessor de Calabar: la misionera pionera] (Westwood, N.J.: Barbour, 1986), 56.
14 J. Gresham Machen, Cristianismo y liberalismo (San José, Costa Rica: Editorial CLIR, 2013), 237.
15 Reluctance [Reticencia] en Complete Poems of Robert Frost [Poemas completos de Robert Frost](Nueva York: Holt, Rinehard, and Winston, 1964), 43.
16 Abraham Kuyper, Lectures on Calvinism [Conferencias sobre el calvinismo] (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1931), 199.