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Nuestro llamado a la fidelidad
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Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Fidelidad en las cosas pequeñas.

Parece algo difícil de admitir, pero como pastor que está a la vista pública, me ha resultado desafiante a lo largo de los años encontrar formas de servir a la gente sin que nadie se dé cuenta. Mucho del ministerio pastoral puede ser visto públicamente, como predicar los domingos o visitar a alguien en el hospital. Pero las cosas pequeñas también importan: orar por nuestros rebaños, escribir tarjetas y cartas de aliento y llamar para dar seguimiento a miembros de la congregación a fin de consolarlos y ayudarlos. Aunque tengo algunos amigos en la Iglesia a los que les gusta bromear diciendo «los pastores solo trabajan los domingos» la realidad es que no veo lo que hago los domingos como parte de mi semana laboral. El día del Señor es un dia de descanso y adoración tanto para mi como para cualquier cristiano. Aunque es agotador de por sí predicar en los dos servicios matutinos y en el vespertino (sin mencionar el hablar con la gente durante el día cuando el tiempo lo permite) es un placer hacerlo. De modo que, cuando la gente me pregunta «¿cuándo es tu día de reposo?», respetuosamente respondo: «El mismo día que el tuyo». Es el día del Señor para los pastores así como es el día del Señor para los miembros del coro, músicos, maestros de escuela dominical, diáconos, ancianos, anfitriones, ujieres y todos los que sirven al Señor de diversas maneras los domingos.
Dios nos ha llamado a descansar en Cristo a medida que lo seguimos a Él por Su gracia y para Su gloria.
Independientemente, todos los cristianos sirven al Señor de maneras visibles, no solo los pastores. Ya sea que tengamos títulos y roles oficiales en el ministerio o no tengamos un título en particular en el ministerio (como la mayoría de los cristianos), estamos llamados a servir al Señor fielmente, no solo en las cosas grandes que la gente ve sino en las cosas pequeñas que pocos, si acaso, ven. La vida está compuesta, mayormente, de cosas pequeñas: hacer la cena, lavar los platos, conversar con un vecino o cambiar un pañal. Mucha de nuestra fidelidad al Señor está en nuestro esfuerzo por ser fieles en las cosas pequeñas de la vida. Sabemos que Dios siempre ve: Él ve las cosas grandes que hacemos y las cosas pequeñas que hacemos, y como nuestro Padre celestial, se preocupa por todas ellas. Él siempre ve y recompensa (Mt 25:21), en tanto que nuestras motivaciones sean las correctas y no estemos practicando nuestra justicia delante de los demás con el objeto de ser vistos y alabados por ellos (6:1-4). Dios nos llama a esforzarnos para ser fieles en todo en la vida, en las cosas grandes, las cosas pequeñas y en todo lo que está entre ellas, descansando en la gloriosa verdad de que Jesús fue fiel en todo. Él obedeció cada iota y tilde de la ley, y murió en la cruz por nuestra infidelidad a Él. Nuestra más grande esperanza no está nuestra total y completa fidelidad en todo, sino en la fidelidad de nuestro Dios, quien nos ha llamado a descansar en Cristo a medida que lo seguimos a Él por Su gracia y para Su gloria, mientras vivimos delante de Su faz, coram Deo.