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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XIX
En un sermón de 1739, publicado de manera póstuma como A History of the Work of Redemption [Historia de la obra de la redención], Jonathan Edwards (1703-1758) escribió:
Puede esperarse que entonces muchos de ellos sean teólogos, y que se publiquen libros excelentes en África, en Etiopía, en Turquía, y no solo los hombres muy eruditos, sino que otros que son hombres más comunes sean entonces muy sabios en la religión (Isaías 32:3-4).
En este pasaje, Edwards demuestra de manera clara un interés global en la «propagación del evangelio», dirigiendo su atención a China, las Indias Orientales y Sudamérica también. Edwards no pudo haber previsto el cumplimiento de estas palabras en el próximo siglo, el gran siglo de las misiones protestantes. De hecho, las palabras y obras de Edwards se llevarían por todo el mundo para alentar a muchos misioneros, sociedades misioneras y publicaciones misioneras.
Los misioneros del siglo XIX incluyen hombres y mujeres conocidos, como William Carey (1761-1834), misionero británico, ministro bautista particular, traductor y reformador social que pasó décadas sirviendo en la India; Adoniram Judson (1788-1850), el estadounidense congregacionalista, y más tarde misionero bautista, que sirvió en Myanmar durante treinta y siete años; Hudson Taylor (1832-1905), misionero británico en China durante más de cincuenta años y fundador de la China Inland Mission (Misión al Interior de China) (1865); Lottie Moon (1840-1912), misionera bautista del sur en China con la Foreign Mission Board (Junta de Misiones Extranjeras) que pasó casi cuarenta años de su vida trabajando allí; y Amy Carmichael (1867-1951), misionera evangélica presbiteriana de la Anglican Church Missionary Society (Sociedad Misionera Anglicana) en la India que abrió un orfanato, fundó una misión en Dohnavur, y sirvió en la India durante cincuenta y cinco años. Su compromiso con el evangelio, la obra misionera y los países donde sirvieron es conmovedor y ha motivado a muchos a seguir sus pasos.
Pero ¿qué pasa con los cientos de misioneros cuyos nombres han sido olvidados? Estos incluyen hombres como los franceses Eugène Casalis (1812-1891), Thomas Arbousset (1810-1877) y Adolphe Mabille (1836-1894) al servicio de la Sociedad Evangélica Misionera de París (SEMP) en Basutolandia, actualmente el Reino de Lesoto. Trabajaron de manera incansable durante más de sesenta años combinados como traductores de la primera Biblia en el idioma sesoto, escribiendo el primer diccionario inglés-sesoto publicado por Oxford. Fueron fundadores de escuelas primarias, de un seminario teológico (Morija Theological Seminary), de un periódico (Leselinyana la Basotho, «La pequeña luz de los basoto»), de una imprenta, de una iglesia indígena (Lesotho Evangelical Church) y de un movimiento que se propagó a sí mismo, y finalmente sentaron las bases de una nación, las cuales siguen siendo fuertes hasta hoy. Está Mary Slessor (1848-1915), la misionera presbiteriana escocesa en Nigeria que promovió los derechos de las mujeres y protegió a los niños nativos mientras difundía el evangelio. Está William Whiting Borden (1887-1913), un graduado de Yale que estudió con J. Gresham Machen en el Seminario Teológico de Princeton. Borden era un filántropo rico y candidato misionero que murió en Egipto en ruta hacia la provincia de Gansu, en China, para trabajar entre los musulmanes. Está enterrado en el Cementerio Estadounidense de El Cairo, junto al Dr. Andrew Watson, quien sirvió durante más de cincuenta años en la estación misionera presbiteriana americana en el Medio Oriente, junto al más conocido Samuel Zwemer (1867-1952), el «Apóstol del islam». Además, ¿qué pasa con los muchos educadores, administradores y organizadores de estaciones misioneras locales? Estos incluyen hombres como Christian Wallmann (1811-1865) de la Sociedad Misionera Renana (1799), y Hans Peter Hallbeck (1784-1840), misionero moravo nacido en Suecia que trabajó en el valle de la Gracia de la región del Cabo en Sudáfrica.
De una forma u otra, estos hombres y mujeres siguieron el llamado de Dios a través de la oración, el avivamiento y las sociedades misioneras. Por ejemplo, los despertares escoceses de la década de 1790 fueron provocados en parte cuando John Erskine (1720-1803) volvió a publicar en 1784 el texto Humble Attempt to Promote Explicit Agreement and Visible Union of God’s People in Extraordinary Prayer for the Revival of Religion and the Advancement of Christ’s Kingdom [Un intento humilde de promover un acuerdo explícito y la unión visible del pueblo de Dios en oración extraordinaria por el avivamiento de la religión y el avance del reino de Cristo] (1747) de Edwards para promover la oración por un avivamiento. Además, el avivamiento evangélico escocés fue el impulso no solo para la fundación en 1795 de la Scottish Missionary Society (Sociedad Misionera de Escocia), sino que también mostró la importante coexistencia de sociedades misioneras y publicaciones de obras religiosas al servicio de la obra misionera en el país y en el extranjero. Como tal, es importante señalar que las sociedades misioneras evangélicas del siglo XIX fueron las principales difusoras de la obra misionera del evangelio y la literatura religiosa.
Es ilustrativa la republicación, traducción y distribución de Historia de la obra de la redención de Edwards. La Religious Tract Society (1799), con sede en Gran Bretaña, reimprimió el libro varias veces. Los organizadores de esta sociedad de tratados pertenecían al mismo grupo de evangélicos que fundaron en 1795 la London Missionary Society (Sociedad Misionera de Londres). Estos últimos proporcionaron asignaciones para libros a sus misioneros en el extranjero, como el catequista George Gogerly, quien estableció una biblioteca con diez libros en la India, tres de los cuales eran obras de Edwards e incluían Historia de la obra de la redención. Además, la American Tract Society (1825) publicó y distribuyó entre 1838 y 1875 más de sesenta mil ejemplares del libro. La sociedad apoyó a imprentas misioneras como la American Mission Press en Beirut. La traducción del libro al holandés (1776) reflejó la creciente conciencia misionera en la República de los Siete Países Bajos Unidos que contribuyó a la fundación de la Dutch Missionary Society (Sociedad Misionera Holandesa), en 1797. Así como el Primer Gran Despertar del siglo XVIII dio lugar a esfuerzos misioneros, los avivamientos en Escocia y el Segundo Gran Despertar en América dieron lugar a la fundación de numerosas sociedades voluntarias al servicio de las misiones. Finalmente, la American Board of Commissioners for Foreign Missions (Junta Estadounidense de Comisionados para las Misiones en el Extranjero), fundada en 1810, contribuyó a la edición árabe de Historia de la obra de la redención (1863), publicada en Beirut y distribuida por todo el Medio Oriente desde El Cairo.
Estos esfuerzos misioneros del mundo de habla inglesa fueron imitados por sus contrapartes francesas. Los fundadores de la Sociedad Misionera Evangélica de París se involucraron en el establecimiento de la Religious Tract Society (Sociedad Religiosa de Libros) (1836) para la distribución de publicaciones religiosas. Las obras de Richard Baxter, John Bunyan, Juan Calvino, J.C. Ryle y Charles Spurgeon se tradujeron al francés, se publicaron y distribuyeron en Francia y en lugares como Lesoto y Oceanía. Como tal, la Sociedad Religiosa de Libros fue la única responsable de la traducción de Historia de la obra de la redención al francés (1854). Su publicación, sin embargo, fue en el contexto del movimiento de avivamiento francés y la fundación de la Sociedad Misionera Evangélica de París (1821), cuyo lema y meta era «no donde Cristo ya era conocido» (Ro 15:20). Las obras de Edwards no eran desconocidas para los misioneros y las sociedades misioneras de la Francia de principios del siglo XIX. El prefacio de la traducción francesa de 1823 de Un intento humilde demuestra una conciencia histórica del avivamiento escocés de fines del siglo XIX, tan influyente en el surgimiento de la obra misionera y las sociedades misioneras.
Estos esfuerzos de proclamación del evangelio y la publicación de muchas obras de «avivamiento evangélico» por sociedades misioneras, y a través de su práctica de traducción de la Biblia, hacen que típicamente «la cultura receptora sea el lugar final y verdadero de la proclamación, para que la religión llegue sin la presunción del rechazo cultural», como dijo Lamin Sanneh. Sin embargo, no debe pasarse por alto la relación ambigua de estas sociedades misioneras —y por lo tanto, de los misioneros— con el colonialismo europeo, por lo que el carácter aventurero de los misioneros no es algo que pueda pasar desapercibido. Por ejemplo, la lectura de Carey de The Life of David Brainerd [La vida de David Brainerd] de Edwards, junto con los diarios del explorador James Cook, dieron lugar a su profunda preocupación por la propagación y proclamación del evangelio. Esta preocupación profunda fue ecuménica, como se expresó en un sermón inaugural en la ceremonia de fundación de la London Missionary Society: «Nuestro diseño no es enviar el presbiterianismo, la independencia, el episcopado o cualquier otra forma de orden eclesiástico y gobierno… sino [enviar] el glorioso evangelio del bendito Dios [al mundo]». Muchas sociedades misioneras se harían eco de este sentimiento, que a veces creaba relaciones tensas con la iglesia establecida.
Mientras Carey compartía su carga por la obra misionera, el Dr. John Ryland le recordó: «Joven, siéntate; cuando a Dios le plazca convertir al mundo pagano, lo hará sin tu ayuda ni la mía». Sin embargo, fue Andrew Fuller (1754-1815), un ferviente promotor de la obra misionera y cofundador en 1792 de la Particular Baptist Society for the Propagation of the Gospel amongst the Heathen (Sociedad Bautista Particular para la Propagación del Evangelio entre los Paganos), quien animó a Carey y le recomendó que siguiera su vocación, con el resultado de que el «padre de las misiones modernas» decía con convicción: «Espera grandes cosas de Dios. Intenta grandes cosas para Dios». Cuando la Reformed Church in America (Iglesia Reformada en América) inicialmente se mostró reacia a apoyar a los seminaristas Zwemer y James Cantine (1861-1940), estos últimos fundaron la American Arabian Mission (Misión Americana Arábica), «organizada en 1889, sin denominación». Sin embargo, la fuerza impulsora de la misiología de Zwemer fue su visión integral de Dios, que Dios ha creado el mundo entero para que sea, como dijo Juan Calvino, el «teatro de Su gloria mediante la difusión de Su evangelio» y «el fin principal de las misiones no es la salvación de los hombres sino la gloria de Dios», un pensamiento compartido por muchos en el apogeo de las misiones protestantes del siglo XIX.