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Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XIX
En 1799, Friedrich Schleiermacher, pastor de la Iglesia de la Trinidad de Berlín y cofundador de la Universidad de Berlín, escribió Sobre la religión: discursos a sus menospreciadores cultivados. Su público eran poetas y artistas romanticistas que rechazaban la religión tal como se entendía entonces en Alemania. Schleiermacher argumentó que la religión no es una cuestión cognitiva de la razón humana, que era la visión de los deístas con sus proposiciones de religión natural y de los cristianos que defendían las confesiones ortodoxas. La religión tampoco era de manera primordial una cuestión ética de la voluntad humana, como insistía Immanuel Kant. Más bien, la religión era sui generis, única. Su origen está en Gefühle, la intuición o los sentimientos humanos. En lugar de desdeñar la religión de manera arrogante, los romanticistas, con su entusiasmo por el asombro y la imaginación, deberían ser sus defensores más fervientes.
Esta reevaluación afectó de manera profunda al cristianismo en Alemania. Durante siglos, desde el Nuevo Testamento, los creyentes habían sostenido que la religión cristiana no se limitaba a una sola dimensión de la existencia humana como la intuición. Más bien, el núcleo de la religión cristiana involucra tres características igualmente importantes de la naturaleza humana. El cristianismo auténtico implica creer de modo cognitivo en las doctrinas de la revelación bíblica, adoptar una ética vibrante y manifestar una vida de piedad o devoción vital. Estas tres características encontraron su fuente en la verdad objetiva de la Biblia.
Los reformadores protestantes habían restablecido estas creencias fundamentales. Schleiermacher podría haber reafirmado la religión bíblica y la ortodoxia de la Reforma, y evitar así el ataque de las enseñanzas de la Ilustración sobre la autonomía humana. En cambio, argumentó que para que el cristianismo continuara con su importante papel en la cultura alemana, debía adaptarse al espíritu de la época: confianza romántica en la intuición humana subjetiva. Por lo tanto, el trabajo de Schleiermacher marcó el final de la Era de la Razón de la Ilustración y de manera simultánea marcó el comienzo del primer indicio del posmodernismo. En el proceso, se convirtió en el «padre del liberalismo protestante». La propuesta radical de Schleiermacher, de que el cristianismo debe adaptarse a su entorno cultural, fue la primera de muchas capitulaciones liberales ante la evolución de las cosmovisiones.
En su obra magna, La fe cristiana (1821), Schleiermacher desarrolló las implicaciones de sus puntos de vista revolucionarios. Llamó a la naturaleza religiosa fundamental de la humanidad «el sentimiento de dependencia absoluta» que es la relación de la humanidad con Dios. De ahora en adelante, todos los aspectos de la religión, incluida la teología, exhibirían un tono subjetivo. En lugar de que la doctrina sea una verdad objetiva derivada de las proposiciones bíblicas, argumentó que la doctrina se originó en la conciencia religiosa de la humanidad. La Biblia, por lo tanto, fue simplemente la primera expresión de la experiencia cristiana. Schleiermacher reformuló la doctrina de acuerdo con el siguiente patrón: (1) discutir la tradición clásica de las confesiones reformadas; (2) discutir el enfoque de la Ilustración; (3) y encontrar una solución mediante la examinación de la conciencia cristiana, teñida por su concepto de religión. De esta manera, transformó la teología en una disciplina histórica. El método de Schleiermacher se ajustaba perfectamente al presupuesto fundacional de la Universidad de Berlín de que el conocimiento en todas las disciplinas, incluida la teología, es un trabajo en proceso.
Con respecto a la naturaleza humana, Schleiermacher sostuvo que todas las personas son imperfectas pero perfectibles porque poseen tanto «conciencia de Dios» como «olvido de Dios». En lugar de una caída histórica, sostuvo que el relato de Génesis describe lo que caracteriza la subversión de cada persona de su conciencia de Dios hacia el olvido de Dios. Schleiermacher rechazó las doctrinas del pecado original y la imputación como se enseñan en Romanos 5 como inconsistentes con el pensamiento moderno.
Su tratamiento de la persona y la obra de Jesús se centró en la potencia constante de la conciencia de Dios en Jesús, que lo distinguía de todos los demás hombres. La redención consistió en que Jesús compartió Su conciencia de Dios con Sus discípulos, quienes a su vez comunicaron su conciencia de Dios a las generaciones posteriores. Schleiermacher rechazó la visión sustitutiva penal de la expiación de Cristo como «mágica» y la visión ejemplar como «empírica», y la sustituyó por su visión subjetiva de la expiación como «mística». A través de la predicación, las personas se sienten atraídas por la influencia de la conciencia de Dios en Jesús. Schleiermacher incluso especuló que el efecto acumulativo de la redención producirá algún día la restauración universal de todas las almas.
Finalmente, Schleiermacher revisó la educación teológica. La formación ministerial en su concepción consiste de manera principal en Wissenschaft, estudios académicos críticos utilizando métodos hermenéuticos modernos, que sustituyeron al método histórico-gramatical tradicional. El ministerio cristiano ya no era un llamado espiritual que requería evidencia de piedad devocional; en cambio, el ministerio es una «profesión» por la cual los ministros se convierten en líderes de las comunidades a las que sirven, lo que es una clara tarea sociológica.
El auge del liberalismo fue incitado por F.C. Baur, de la Escuela de Teología de Tubinga. Adaptó la dialéctica filosófica de G.W.F. Hegel a la historia del cristianismo. Baur postuló que el cristianismo nunca ha sido desde sus inicios un sistema de creencias autoritario y unificado. La primera forma de cristianismo apareció en Jerusalén bajo el liderazgo de Santiago, quien concibió el cristianismo como una «ley real» (Stg 2:8). Diametralmente opuesto al cristianismo judío, Pablo propuso una versión gentil separada en Romanos: un sistema detallado de teología. La elaboración de Pablo de la justificación por la fe sola (Ro 4) contrasta de manera marcada con la visión de Santiago de la salvación por la fe y las obras (Stg 2). Mucho más tarde, se desarrolló una síntesis histórica a medida que la Iglesia católica romana desarrolló un clero episcopal jerárquico, días festivos anuales en honor a los santos y sacramentos adicionales.
Otra empresa académica surgió para construir biografías modernas de la vida de Jesús. La vida de Jesús (1835), de David Strauss, generó una tormenta de críticas al negar no solo la deidad de Jesús, sino también la validez histórica de los milagros de los evangelios. Él descartó los milagros de Jesús como meros mitos fabricados por la Iglesia primitiva para autenticar a Jesús como el Mesías. Se consolidó un consenso en torno a El llamado Jesús histórico y el Cristo bíblico histórico de Martin Kähler (1892). Kähler admitió que todos los intentos de construir biografías objetivas de Jesús basadas en la investigación histórica moderna reflejarán de manera inevitable los prejuicios de sus autores. Pero Kähler también se puso del lado del creciente punto de vista liberal de que los relatos del Nuevo Testamento no son confiables debido a los errores y las ideas preconcebidas de los escritores bíblicos.
De acuerdo con estos desarrollos, los nuevos métodos críticos para estudiar los textos del Antiguo y el Nuevo Testamento desafiaron los puntos de vista aceptados durante mucho tiempo sobre la autenticidad de la Biblia. La crítica bíblica procedería presuponiendo la superioridad de la razón moderna sobre la ortodoxia dogmática anterior. Julius Wellhausen cuestionó la unidad del Pentateuco. Él planteó la hipótesis de una serie de fuentes documentales recopiladas durante muchos siglos en lugar de una sola autoría mosaica siglos antes. Argumentó que varios nombres de Dios y estilos de escritura y el desarrollo de la historia judía mostraban la naturaleza de retazos del Pentateuco. Los eruditos del Nuevo Testamento postularon fechas tardías para los evangelios y cuestionaron la autoría paulina de las epístolas pastorales.
De esta manera, las universidades alemanas dominaron el auge de la teología liberal. En Estados Unidos antes del siglo XIX, variantes del desvío de la ortodoxia (el deísmo, el unitarismo y el trascendentalismo) se habían infiltrado en pequeños segmentos de la población. Hasta bien entrado el siglo XIX, la erudición teológica en Estados Unidos iba una generación por detrás de la alemana. A medida que transcurrieron las décadas, el calvinismo disminuyó entre las denominaciones presbiterianas, bautistas y congregacionales. Surgieron agudas controversias cuando los pastores y profesores de seminarios debatieron si las confesiones anteriores y los requisitos de ordenación deberían modificarse para permitir puntos de vista teológicos más diversos.
El ministro congregacionalista Horace Bushnell se convirtió en uno de los fundadores de la teología liberal estadounidense. Desafió el énfasis en la conversión individual propagado por el Segundo Gran Despertar. Abogó por el punto de vista moral de la expiación y sondeó si la complejidad del lenguaje religioso era un vehículo adecuado para expresar la verdad teológica.
Más adelante en el siglo, el movimiento del evangelio social encarnó un liberalismo evangélico. El pastor congregacionalista Washington Gladden y el pastor bautista Walter Rauschenbusch exigieron que se socializara el cristianismo. Hicieron campaña por los derechos de los trabajadores a organizar sindicatos. Haciendo eco del énfasis del liberalismo alemán en la implementación del reino de Dios, los evangelistas sociales insistieron en que el cristianismo es inherentemente revolucionario. Los evangélicos insistieron previamente en que la acción social sigue a la conversión individual y está subordinada a la creencia teológica correcta, pero los líderes liberales insistieron en que se diera mayor prioridad a la transformación de la cultura estadounidense.
Entre 1870 y la Primera Guerra Mundial, las disputas aparentemente interminables entre progresistas y conservadores se prolongaron sobre una amplia gama de temas: la autoridad bíblica, la deidad de Cristo, la expiación y cómo ver la teoría de la evolución de Charles Darwin. Las diferencias entre el pragmatismo de la Chicago School of Theology (Escuela de Teología de Chicago), la teología personalista de la Boston University School of Theology (Escuela de Teología de la Universidad de Boston) y la enseñanza práctica y experiencial del Seminario Teológico Unión ilustraron la notable variedad en la formación teológica liberal.
Varios juicios por herejía, muy publicitados, proliferaron en la Iglesia presbiteriana de los Estados Unidos de América (PCUSA por sus siglas en inglés), con destacados pastores y profesores de seminario acusados de violar las normas confesionales. El juicio más famoso involucró a Charles A. Briggs del Seminario Teológico Unión, en la ciudad de Nueva York. En su discurso inaugural como profesor de teología bíblica, Briggs defendió de manera resuelta los resultados radicales de la crítica bíblica. Negó la autoría mosaica del Pentateuco, atacó con vehemencia la baja calidad moral de los personajes del Antiguo Testamento e insistió en la existencia de numerosos errores bíblicos. Debido a sus puntos de vista fue expulsado del presbiterio por la PCUSA en 1893.
A fines del siglo XIX, el estatus de la teología en Estados Unidos estaba todo menos resuelto. En cambio, la ola creciente del liberalismo y la resistencia de los evangélicos prepararon el escenario para importantes confrontaciones futuras en el denominacionalismo estadounidense.