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El 31 de enero de 1649, John Owen predicó ante el Parlamento Británico. En medio de la Guerra Civil Inglesa, las fuerzas parlamentarias habían capturado al odiado rey de Inglaterra, Carlos I, y lo habían juzgado y condenado por traición. Fue ejecutado el día anterior al sermón de Owen.
Podríamos esperar que Owen hubiera tocado una nota triunfalista. Después de todo, su bando había salido victorioso. Pero no, sin siquiera mencionar los eventos del día anterior, Owen predicó sobre el sufrimiento.
Owen dijo que el sufrimiento es parte de lo que significa ser un seguidor de Cristo. Dijo:
El retorno que encuentran los obreros de Dios en esta generación es el número de cosas de las cuales no hay nada nuevo bajo el sol. Los hombres que, bajo Dios, presentan un reino, pueden tener las maldiciones del reino por sus dolores […] Los hombres en todo sentido irreprensibles y dignos de abrazar en sus propios caminos, a menudo son aborrecidos y cargados de maldiciones por seguir al Señor en Sus caminos.
No era momento para triunfalismos. Era un tiempo para reflexionar de manera sombría sobre las tribulaciones de la vida en la tierra entre los advenimientos de Cristo, un tiempo durante el cual los cristianos serán odiados simplemente por causa de Aquel cuyo nombre llevan.
El texto del sermón de Owen fue Jeremías 15:19-20, pero su punto también se puede extraer de Santiago 1:2-4:
Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte.
En este pasaje, Santiago se refiere al «gozo». Gozo no es lo mismo que felicidad. El gozo es una aprehensión y una confianza firme en la providencia de nuestro gran Dios. Es una comprensión de Sus promesas y una confianza en ellas.
Owen hizo referencia a «hombres que, bajo Dios, presentan un reino». Nosotros, como cristianos, esperamos la revelación completa del reino de Cristo en la tierra, donde toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Él es el Señor (Fil 2:10-11). Mientras tanto, cuando esas mismas rodillas caen sobre nuestros cuellos y esas mismas lenguas nos maldicen, nos regocijamos. Sabemos que el Señor dispone todas las cosas para nuestro bien y para Su gloria (Ro 8:28). También sabemos por la promesa de Cristo mismo que, cuando sufrimos por Su causa, somos bienaventurados, «porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande» (Mt 5:11-12). Debemos gozarnos cuando nos enfrentamos a pruebas que prueban nuestra fe, porque nos dan la oportunidad de fortalecer nuestra fe y reivindicar la fidelidad de nuestro Dios ante el mundo que observa.
Nota también la referencia de Santiago a «diversas pruebas» (Stg 1:2). Podríamos pensar que esto es una referencia al tipo de dificultades ordinarias que soportamos en un mundo caído, pero es probable que Santiago tenga algo más en mente.
Es casi seguro que los lectores de Santiago eran cristianos judíos, ya que se refiere a ellos como «las doce tribus que están en la dispersión» (v. 1), al usar un término para identificar a los judíos que vivían fuera de la tierra prometida. Su situación tenía un análogo espiritual en términos del exilio de los creyentes en la tierra. Por lo tanto, el discurso de Santiago se puede ampliar para incluir a todos los cristianos en todas partes: somos el Israel espiritual disperso en la tierra lejos de nuestro hogar celestial.
La dispersión fuera de la patria de uno abarca aspectos más allá de la ubicación; también incluye la privación. Los judíos cristianos de la dispersión estaban muy alejados del centro de la fe en Jerusalén, exiliados entre un pueblo extraño y a menudo hostil. Con frecuencia sufrían problemas económicos y explotación (Santiago se refiere a estas dificultades en los versículos 2:6 y 5:1-6). Los cristianos también sufrimos como peregrinos y exiliados en la tierra entre personas que odian a Aquel a quien servimos. Pero sabemos, porque Él nos lo dijo, que nuestro Señor está siempre con nosotros (Mt 28:20).
Por Su Espíritu, Cristo fortalece nuestra fe cuando enfrentamos pruebas de varios tipos y estas pruebas producen paciencia. «Paciencia» también puede traducirse como «resistencia paciente». Sin pruebas, no tendríamos necesidad de paciencia. No tendríamos necesidad de aguantar. A través de la prueba de nuestra fe, descubrimos que ella es más fuerte de lo que creíamos y que Cristo es más digno de confianza de lo que sabíamos.
La paciencia no es un fin en sí misma. Es parte de nuestra santificación, por la cual somos más y más conformados a la imagen de Cristo, y más y más morimos al pecado y vivimos para la justicia. El fin es mostrar la imagen de Cristo para Su gloria. El efecto completo de la constancia es que seamos «perfectos y completos, sin que nada les falte» (Stg 1:4).
La Biblia nos llama en varios lugares a ser perfectos. Esto a menudo parece ser un estándar imposible. Santiago desarrolla aquí lo que significa. Significa que nada nos falte; es decir, que mostremos la gama completa de los gloriosos atributos de Cristo que son nuestros para compartirlos.
Santiago continúa con esta línea de pensamiento en el versículo 5, donde da consejo a cualquiera que «le falta sabiduría». Debemos esforzarnos por mostrar la plenitud del carácter de Cristo. En respuesta a las pruebas, obtenemos un rasgo de carácter que no teníamos antes. Por tanto, las pruebas nos ayudan en nuestro camino hacia alcanzar la perfección, es decir, reflejar plenamente a nuestro Señor Jesús en todo Su esplendor.
Thomas Watson dijo: «La aflicción es una insignia de adopción». Podemos regocijarnos en nuestras pruebas porque sabemos que somos de Cristo, y que a través de nuestras pruebas, Él está realizando Su gloriosa obra en nosotros y a través de nosotros.