
El evangelio
8 mayo, 2025
El Espíritu Santo
12 mayo, 2025El carácter cristiano

Este es el octavo artículo de la colección de artículos: Fundamentos doctrinales
Introducción
El carácter cristiano en la vida de un creyente es un aspecto esencial de la vida y el ministerio cristianos. Cristo ha redimido a Su pueblo para transformarlo a Su imagen. El objetivo final de la obra de redención es la gloria de Dios. Al moldear a Su pueblo conforme a la imagen de Cristo, Dios despliega Su gloria en la iglesia. Según las Escrituras, el carácter cristiano incluye la búsqueda de la verdad, la piedad, la justicia, el amor, el gozo, la paz, la apacibilidad, la bondad, la paciencia, la perseverancia, la mansedumbre, la humildad, el dominio propio, la compasión, el agradecimiento, el perdón, el contentamiento y la unidad. Dios produce el carácter cristiano en la vida de los creyentes por la fe en Cristo, en el poder del Espíritu, por la Palabra de Dios y los sacramentos. El sufrimiento es también una parte esencial del proceso hacia la formación del carácter cristiano.
Explicación
Dios creó al ser humano a Su imagen, en conocimiento, justicia y santidad (Gn 1:26; Ef 4:24; Col 3:10). En el momento de la creación, Dios encomendó al hombre la tarea de ejercer dominio sobre la creación (Sal 8:5-8). Al vivir rectamente y someter la creación a la gloria de Dios, la humanidad debía reflejar la imagen de Dios en todo el mundo. Cuando Adán desobedeció, la imagen de Dios quedó empañada por el pecado y la rebelión. Adán perdió la justicia original para sí mismo y para sus descendientes naturales. Él trajo todo el pecado y la miseria al mundo. Todos los que descienden de Adán por generación ordinaria llevan su imagen corrupta caída y están sujetos a la muerte y a la maldición (Gn 5:3; Ro 5:12-21; Ef 2:1-4).
Por medio del Redentor prometido, Jesucristo, Dios restaura en el hombre lo que se perdió en Adán (Gn 3:15). Puesto que Jesús es la imagen de Dios, Dios efectúa la renovación de Su imagen en Su pueblo mediante la obra salvadora de Cristo (Ef 4:24; Col 3:10). Esto es cierto tanto para los creyentes del Antiguo como del Nuevo Testamento. Jesús es el último Adán que cargó con el pecado y la rebelión de Su pueblo en la cruz para quitar la culpa y el poder del pecado y renovar Su imagen en ellos. Por la unión con Cristo, los creyentes manifiestan Su carácter en sus vidas. Jesús es la vid que da fruto y en la que los creyentes se convierten en sarmientos que producen fruto (Jn 15:1-8). Como último Adán, Jesús engendra una descendencia espiritual que da fruto y que llenará la tierra para gloria de Dios. En última instancia, Jesús renovará perfectamente la imagen de Dios en Su pueblo en la resurrección del último día. La redención invierte la caída.
El corazón del carácter cristiano es la conformidad a la imagen de Cristo (Ro 8:29). El carácter cristiano implica la renovación de toda la vida del creyente. La conformidad con Cristo alcanza a los aspectos físicos, espirituales, mentales, emocionales y disposicionales de la vida cristiana. Las Escrituras exponen las múltiples facetas del carácter cristiano. En el Antiguo Testamento, los Proverbios destacan la manifestación del carácter cristiano en las diversas esferas de la vida. En el Nuevo Testamento, las enseñanzas sobre el fruto del Espíritu, las bienaventuranzas y el Padre nuestro revelan los elementos esenciales del carácter cristiano.
La vida cristiana se vive en imitación de Cristo. Mediante la unión con Cristo, los creyentes reciben el fruto del carácter propio de Cristo. Esto es evidente por las alusiones al «fruto del Espíritu» (Gá 5:22) en el discurso de Jesús en el aposento alto. Jesús enseñó a los discípulos que compartirían Su amor (Jn 15:9-10), Su gozo (Jn 15:11; 17:13) y Su paz (Jn 14:27). El fruto del Espíritu es la descripción de los principales atributos del carácter cristiano. Jesús prometió enviar al Espíritu como Ayudador para impartir esta gracia a Su pueblo. Como Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo es el agente que produce el amor, el gozo, la paz, la mansedumbre, la bondad, el amor fraternal, la benevolencia, la fidelidad y el dominio propio de Cristo en la vida de todos los creyentes.
En el Sermón del monte, la enseñanza de Jesús sobre las bienaventuranzas revela más aspectos del carácter cristiano. Los que han sido redimidos por Cristo se convierten en pobres en espíritu, lamentadores, humildes, hambrientos y sedientos de justicia, misericordiosos, puros de corazón, pacificadores y perseguidos por causa de la justicia. Las cuatro primeras bienaventuranzas hablan del carácter de los cristianos en la relación con el Señor; las cuatro últimas hablan de la relación del creyente con otros creyentes y con el mundo incrédulo. Los creyentes se afligen por el pecado y la muerte, muestran misericordia hacia los demás, desean vivir rectamente, adoptan una mentalidad de humildad, actúan por compasión, buscan la paz en sus relaciones con los demás y están dispuestos a sufrir persecución en nombre de Cristo. Estas características también las tuvo Cristo durante Su ministerio terrenal.
Puesto que los creyentes se han convertido en los objetos de la compasión de Cristo, deben caracterizarse por su compasión hacia otros portadores de la imagen de Dios. La compasión llevó a Jesús a la cruz, donde expió los pecados de Su pueblo. Puesto que Dios en Cristo ha perdonado los pecados de Su pueblo, los cristianos están llamados a ser personas que buscan y extienden el perdón a los demás. La compasión de Jesús le llevó a servir a los que por naturaleza eran enemigos de Dios. Como explicó el apóstol Pablo: «Pues ni aun Cristo se agradó a Él mismo; antes bien, como está escrito: “Los insultos de los que te injuriaban cayeron sobre Mí”» (Ro 15:3). Por eso los cristianos deben bendecir a quienes les persiguen y no devolver a nadie mal por mal (Ro 12:14, 17).
Aunque todos los cristianos están llamados por Dios a perseguir la formación del carácter cristiano, es una cualificación esencial para los líderes de la iglesia de Cristo. El apóstol Pablo estableció numerosas características cristianas como marcas de los hombres que están calificados para ocupar cargos en la iglesia local. Si bien los dones especiales adecuados para la función del cargo de anciano y diácono son calificadores necesarios, la mayor parte de estas calificaciones son rasgos de santidad personal.
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Citas
Cuando la Biblia habla de la paciencia, en particular como uno de los frutos del Espíritu y como una de las características del amor, habla de ella como una virtud que va mucho más allá de la mera capacidad de esperar alguna ganancia futura. Implica algo más que el descanso o la paz del alma que confía en el tiempo perfecto de Dios. La paciencia que se contempla aquí se centra más en las relaciones interpersonales con otras personas. Es la paciencia de la longanimidad y de la tolerancia en medio del daño personal. Es la paciencia más difícil de todas.
R. C. Sproul
«El fruto de la paciencia»
Revista Tabletalk
A los creyentes nunca se nos dice que lleguemos a ser uno; ya somos uno y se espera que actuemos como tal. Efesios 4:16 lo expresa así: «De quien todo el cuerpo, estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen, conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor». Por tanto, si nos preocupamos por Cristo, quien es la Cabeza del cuerpo, y por los demás cristianos ―el resto del cuerpo―, debemos ir más allá de nuestras zonas de confort para satisfacer las necesidades con compasión.
Joni Eareckson Tada
«Compasión espontánea»
Revista Tabletalk
La comprensión bíblica de la paciencia como virtud cristiana está arraigada en la totalidad de la verdad cristiana. La paciencia comienza con la afirmación de que Dios es soberano y tiene el control de la historia humana, actuando en las vidas humanas. Con la eternidad en el horizonte, el tiempo adquiere un significado totalmente nuevo. El cristiano comprende que la satisfacción plena nunca se alcanzará en esta vida, sino que mira a la consumación de todas las cosas en el siglo venidero. Además, sabemos que nuestra santificación será incompleta en esta vida, por lo que los cristianos debemos mirarnos unos a otros como compañeros pecadores salvados por la gracia, en quienes el Espíritu Santo actúa llamándonos a la semejanza de Cristo.
Albert Mohler
«Una virtud duradera»
Revista Tabletalk
Publicado originalmente en el blog de Ligonier Ministries.