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Nota del editor: Este es el último de 13 capítulos en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El Mesías prometido.

¿Oras por tu pastor? Deberías. Los pastores son blancos especiales de los ataques del maligno. Tiempo atrás, el padre de la Iglesia, Juan Crisóstomo, comentó: «El diablo se enfurece con mayor violencia contra los maestros ya que por su destrucción el rebaño también se dispersa». Los enemigos del Reino de Dios saben que provocar la caída de un pastor, ya sea por medios violentos, tentándolos hasta que caen en inmoralidad o de alguna otra manera, es infligir un gran daño a la causa de Cristo.
Esta relación estratégica entre el pastor y las ovejas se declara explícitamente en Zacarías 13:7: «Hiere al pastor y se dispersarán las ovejas». Los escritores de los evangelios se refieren a este mismo pasaje en la narración de la traición y el arresto de Cristo en el monte de los Olivos: «Entonces Jesús les dijo: Esta noche todos vosotros os apartaréis por causa de Mí, pues escrito está: «Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño se dispersarán»» (Mt 26:31; ver también Mr 14:27). La profecía de Zacarías encuentra su cumplimiento final en Jesucristo cuando Él va a la cruz. Cuando el Buen Pastor es herido, Sus discípulos se dispersan (Mt 26:56; Mr 14:50-52).
La oración por los pastores y líderes es esencial para la salud y el bienestar de la Iglesia.
El cumplimiento de Zacarías 13:7 en el Nuevo Testamento quizás parece tan obvio que podríamos pasar por alto algunas características sorprendentes de esta profecía mesiánica. Cabe destacar que tanto en su contexto original del Antiguo Testamento como en su cita ligeramente parafraseada del Nuevo Testamento, en realidad es Dios quien está «[hiriendo] al pastor». El Señor es quien levanta una «espada» en Zacarías 13:7 y le ordena que hiera a Su pastor: «Despierta, espada, contra mi pastor, y contra el hombre compañero mío —declara el SEÑOR de los ejércitos». En otras palabras, aunque el arresto, el juicio, la tortura y la crucifixión de Jesús constituyeron una obra atroz de hombres malvados opuestos al Reino de Dios, al mismo tiempo se estaba llevando a cabo la obra misteriosa del santo propósito y decreto del Señor para la salvación de Su rebaño. Fue tanto la peor obra como la más grandiosa obra que jamás haya sucedido. Encontramos esta asombrosa paradoja a lo largo de las Escrituras, desde las palabras de José a sus hermanos en Génesis 50:20 («Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente») hasta las de Pedro en el sermón de Pentecostés en Hechos 2:23 («… a este [Jesús], entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, clavasteis en una cruz por manos de impíos y le matasteis»). No debemos excusar el comportamiento pecaminoso, pero podemos estar seguros de que incluso los peores actos de los hombres pertenecen a «todas las cosas» que Dios hace que cooperen para nuestro bien (Rom 8:28).
Otro aspecto sorprendente de la profecía de Zacarías que merece una consideración más atenta es el efecto de haber herido al pastor. Puede parecer demasiado obvio para requerir un comentario, pero las ovejas, al igual que las personas, necesitan líderes, y la Biblia es consciente de que las «ovejas que no tienen pastor» (Mt 9:36) son vulnerables y se desvían del camino seguro. La eliminación violenta del pastor del Señor en Zacarías 13:7 da como resultado la dispersión de las ovejas, y esta realidad no solo se exhibe por completo en las narraciones de los evangelios sobre el arresto de Cristo, sino que también vemos el mismo patrón una y otra vez a lo largo de la historia de la Iglesia. Las iglesias que no tienen pastor o cuyo liderazgo pastoral es deficiente tienden a ser más vulnerables espiritualmente y más propensas a experimentar estrés congregacional. Esta es la razón por la que la oración por los pastores y líderes es tan esencial para la salud y el bienestar de la Iglesia.
Sin embargo, aquí vemos nuevamente otra misteriosa paradoja en la profecía de Zacarías. Es cierto que la herida del pastor es la causa de la dispersión de las ovejas. Sin embargo, de una manera asombrosa y totalmente inesperada, la herida del Buen Pastor no solo «dispersa» a las ovejas sino que también las «atrae». Jesús dice: «Y Yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo» (Jn 12:32; ver también Jn 3:14). Esto podría incluir Su exaltación, pero ciertamente se refiere a «qué clase de muerte iba a morir» (Jn 12:33), es decir, la crucifixión que sufrió en manos de aquellos que le rechazaron (Jn 8:28). Las ovejas de Cristo se dispersaron cuando Él fue herido por primera vez, pero ahora Él está persiguiéndolas, incluso reuniendo a las que están lejos en «un rebaño» con «un solo pastor» (Jn 10:16; ver también Jn 11:51-52).
El mayor golpe contra el Buen Pastor no se produjo cuando fue arrestado en el jardín de Getsemaní, sino en el Gólgota, donde se derramó la sangre del Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1:29). Es la «sangre de Su cruz» la que reconcilia todas las cosas con Dios y a Sus seguidores entre sí (Col 1:20). El sacrificio de Cristo estableció el fundamento para la Iglesia de todas las naciones, tanto para judíos como para gentiles, atrayendo a las naciones que antes eran distantes y eliminando la «pared intermedia de separación» para que la Iglesia pueda ser un «nuevo hombre» (Ef 2:13-16). Hiere al Pastor, y las ovejas serán reunidas.