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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Las epístolas del Nuevo Testamento
De todas las cartas del Nuevo Testamento, Hebreos parece ser una que muchos cristianos encuentran extraña y ajena. Aquí entramos en el mundo de Melquisedec y Aarón, los ángeles y Moisés, los sacrificios y los sacerdotes. Todo parece tan del Antiguo Testamento, tan intrincado e incluso confuso.
Si es así para ti, ha llegado el momento de (re)descubrir Hebreos. ¿Pero cómo?
VIENDO EL PANORAMA GENERAL
Una de las primeras cosas para hacer cuando se estudia un libro de la Biblia es tratar de obtener «el panorama general». La segunda forma más fácil de hacerlo (pero que por lo regular es la mejor) es hojear el libro, notar sus divisiones naturales, aislar sus temas principales y escribir un breve esquema de su argumento o línea argumental.
La forma más fácil (pero que en realidad es la segunda mejor) para los lectores de Tabletalk es (por supuesto) simplemente consultar su Biblia de Estudio de La Reforma. Allí encontraremos un esquema sin ningún esfuerzo.
Pero como punto de partida, un método equilibrado podría ser intentar nuestro propio esquema y luego consultar nuestra Biblia de estudio y comparar notas.
De hecho, el panorama general de Hebreos es bastante sencillo. En pocas palabras, es este: «Jesús es el más grande».
Jesús es mayor que los ángeles (caps. 1-2), mayor que Moisés (3:1 – 4:12), mayor que los sacerdotes y sumos sacerdotes (4:13 – 7:28) y mayor que los sacrificios del Antiguo Testamento (caps. 8-10).
Puesto que esto es así, al igual que aquellos héroes de la fe que esperaban la venida del Mesías, necesitamos mantener nuestros ojos pegados a Él mientras perseveramos en la fe (caps. 11-12) y vivir juntos como la comunidad del nuevo pacto (cap. 13).
Si nos perdemos en los detalles, Hebreos nos parecerá un libro largo y laberíntico. Pero si captamos el panorama general, veremos por qué el autor pensó que «os he escrito brevemente» (13:22).
DIAMANTES BRILLANTES
En este marco se encuentran tesoros de valor incalculable. He aquí cinco de las joyas:
En primer lugar, Hebreos es una carta llena de Jesús y nos muestra Su gloria. Cuanto más leemos la carta, más nos damos cuenta de que no se trata de ángeles, de Moisés, de Melquisedec, de Aarón o de la adoración del antiguo pacto. La verdad es que Dios ha ordenado de tal manera el curso de la historia redentora que todo gira en torno a Jesús.
En segundo lugar, Hebreos nos ayuda a ver cómo la relación entre el antiguo y el nuevo pacto es de unidad y diversidad. El autor nos lo dice desde el principio: «Hace mucho tiempo», en muchas ocasiones y de muchas maneras, Dios habló a los padres, pero lo hizo por medio de los profetas. «En estos últimos días», Dios nos ha hablado a nosotros, y lo ha hecho por medio de Su Hijo. En estas dos afirmaciones se resume todo el mensaje de la Biblia: la revelación del Antiguo Testamento es fragmentada y múltiple; en Jesús es completa y definitiva. Él revela a Dios perfectamente, porque es «el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza» (1:3).
El Antiguo Testamento está lleno de copias y sombras (9:23; 10:1). Jesús es el original y la realidad.
En tercer lugar, Hebreos describe conmovedoramente la realidad de la humanidad de Jesús. Al principio —si nos dejamos llevar por la falta de familiaridad con el sistema levítico— puede que no nos demos cuenta de ello. Pero vuelve a leerlo y te quedará claro.
El Hijo de Dios se hizo como nosotros, compartió nuestro origen humano, fue tentado, experimentó el sufrimiento y probó la muerte (2:10, 11, 14, 18). Se hizo hermano nuestro (v. 17). Por eso es capaz de socorrer a los que son tentados (v. 18).
El Hijo de Dios compartió nuestra debilidad y ha llevado al cielo la misma humanidad que Él probó. Por medio de Él podemos acudir con confianza al trono de Dios, sabiendo que allí encontraremos la misericordia para nuestras flaquezas y la gracia para nuestra pecaminosidad (4:14-15).
El Hijo de Dios se convirtió en un hombre de oraciones y lágrimas. Ejerció Su obediencia en el sufrimiento. Podemos confiar en Él como nuestra fuente de salvación (5:7-9).
En cuarto lugar, Hebreos expone maravillosamente la gloria de Jesús. Todos los capítulos apuntan a ello. Merece la pena tomarse el tiempo simplemente para leer los grandes textos. Estos incluyen Hebreos 1:3; 2:9; 3:3; 4:14; 5:9; 6:20; 7:22; 8:1; 9:15; 10:12; 11:40-12:2; y 13:8. Jesús es «el mismo ayer y hoy y por los siglos», es decir, es Aquel que fue revelado fragmentada y preliminarmente en el antiguo pacto, y que se ha revelado plenamente en el nuevo y se revelará finalmente en el eschaton (al final de los tiempos).
En quinto lugar, Hebreos nos habla con gran sensibilidad pastoral. Al fin y al cabo, es una «palabra de exhortación» o de ánimo. Es realista respecto al sufrimiento, el miedo a la persecución, el peligro del desánimo, las luchas que tenemos contra el pecado, la posibilidad de reincidir, la parálisis espiritual producida por la voz condenatoria de la conciencia y la posibilidad de que nos falte seguridad. Su remedio para todas las enfermedades espirituales se expone en una teología marcada por una gran sencillez ligada con una rica complejidad: Fija tus ojos en Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe, el autor y consumador de la fe (3:1; 12:2). Mira todo a la luz de quién es Jesús, de lo que ha hecho y de lo que sigue haciendo hoy. Ahí no puedes equivocarte.