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Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XVIII
David Brainerd (1718-47) vivió en misión para Dios. Brainerd viajó miles de kilómetros a caballo, evangelizando a los nativos americanos y proclamando el evangelio en las colonias de América del norte. Su principal objetivo en la vida era proclamar la buena nueva de Jesucristo, al escribir: «No me importaba dónde ni cómo vivía, ni qué penurias pasaba, con tal de ganar almas para Cristo». Brainerd fue a la presencia del Señor a una edad temprana, pero su legado continúa vivo. Además, Brainerd era muy apreciado por muchos de sus colaboradores del siglo XVIII. Jonathan Edwards (1703-58), teólogo de renombre durante el Primer Gran Despertar, se dedicó a dar a conocer la historia de Brainerd con el fin de animar y dar ejemplo a la iglesia para que continuara viviendo en misión para Dios.
Brainerd fue una luz brillante en el siglo XVIII, pero él no estaba solo. Esta fue la era del Primer Gran Despertar tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña, y Dios levantó a muchos predicadores para alcanzar a los inconversos con las buenas nuevas de Jesucristo. Las misiones protestantes, que habían estado en marcha desde la Reforma del siglo XVI, disfrutaron de un nuevo enfoque, y muchos hombres y mujeres obedecieron el llamado de Jesús de ir hasta los confines de la tierra y hacer discípulos de las naciones. Hoy, la iglesia sigue beneficiándose del fruto de quienes trabajaron durante el siglo XVIII para dar a conocer a Cristo entre todas las naciones. La predicación, la himnología y la piedad del siglo XXI se han visto moldeadas en gran medida por la labor de los fieles cristianos del siglo XVIII.
Estudiamos la historia de la iglesia no solo para aprender del pasado y recordarlo, sino también para que nos ayude a servir con sabiduría y a glorificar a Dios ahora y en el futuro. Contemplamos a las grandes figuras de épocas pasadas para aprender de sus éxitos y fracasos. Examinamos sus vidas para animarnos a imitarles en la medida en que siguieron a Cristo (1 Co 11:1). Porque hasta que Cristo regrese, debemos preocuparnos por ver la conversión y el discipulado de nuestros vecinos y de las naciones. A medida que trabajamos hacia este fin, debemos descansar en la gloriosa verdad de que Dios está cumpliendo soberanamente Sus propósitos mientras obra soberanamente en y a través de nosotros como Sus instrumentos. Como algunos han dicho, la historia es una historia escrita por el dedo de Dios, y esa historia se centra en la historia de la cruz de Cristo Jesús, que viene de nuevo cuando culmine Su misión, cuando se haya satisfecho la Gran Comisión y todos los elegidos de toda tribu, lengua y nación hayan sido salvados.