Polvo al polvo
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16 julio, 2022La evidencia bíblica del infierno
Un Jesús amoroso, ¿enseñaría sobre el infierno? Sí, y también lo hacen todos los autores del Nuevo Testamento. Consideremos qué es lo que enseñan.
El infierno en Mateo
En el Sermón del monte, que es muy conocido por enfatizar el amor y el Reino, Jesús enseña la realidad y la naturaleza del infierno (5:20-30; 7:13-27). En Mateo 5:20-30, Jesús contrasta al infierno con el Reino de los cielos y nos advierte que el infierno es un peligro real para los pecadores impenitentes. Se enfatizan particularmente el fuego del infierno, la justicia del infierno y el sufrimiento extremo en el infierno. A los impenitentes, se les advierte que tomen medidas extremas para evitar que Dios los arroje a ese lugar.
Cuando Jesús concluye el Sermón del monte, contrasta al Reino de los cielos con los horrores del infierno (7:13-27). Jesús advierte que el infierno es un lugar de destrucción, representado como el destino de una senda amplia. El infierno es lo que les espera a todos los que no entran al Reino de los cielos, incluso a los que profesan conocer a Cristo pero siguen en pecado. Jesús es el Juez y Rey que excluye personalmente a los impíos de Su presencia y del Reino de los cielos («APARTAOS DE MÍ», 7:23). De hecho, los que no siguen a Jesús son como una casa construida sobre la arena, que al final termina derrumbándose.
Mateo también registra una advertencia sorprendente de Jesús: que los judíos sin fe están en peligro de ir al infierno, el cual se presenta como las tinieblas de afuera y un lugar de sufrimiento intenso (8:10-12). Jesús habla del infierno cuando les ordena a Sus discípulos que no teman a los hombres, sino solo a Dios, «que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno» (10:28). En Sus parábolas de la cizaña (13:36-43) y la red (vv. 47-50), el infierno es visto como una exclusión/separación del Reino de Dios, que es descrita como fuego y un lugar de sufrimiento. Posteriormente, Jesús describe al infierno como un sitio de «fuego eterno» (18:8) e incluso les advierte sobre él a los escribas y fariseos, señalando que es inescapable para los impenitentes (23:33).
En el discurso del monte de los Olivos, Jesús se refiere al castigo futuro en las parábolas de los siervos (24:45-51), las vírgenes (25:1-13) y los talentos (25:14-30), como también en la sección sobre las ovejas y los cabritos (25:31-46). Allí emergen muchas verdades sobre el infierno. El infierno es el castigo por desobedecer al Maestro. El infierno se describe de forma gráfica como un lugar donde la gente es azotada severamente y colocada con los hipócritas (24:51), y también como un lugar de sufrimiento (24:51; 25:30). Además, Jesús compara el infierno con el hecho de quedar fuera o con un lugar de exclusión/separación (25:10-12, 30), con las tinieblas de afuera (v. 30), con un destierro personal de Su presencia y el Reino («Apartaos de mí», v. 41), y con una condena/sanción justa (vv. 41, 46). El infierno se describe entonces como eterno. Es un lugar de «fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles» (v. 41) y de «castigo eterno» (v. 46).
El infierno en Marcos
Marcos 9:42-48 es un pasaje similar a Mateo 18:6-9, y relata que Jesús enseñó que el infierno es un castigo por el pecado peor que la muerte y el sufrimiento terrenal. El infierno es la exclusión del Reino de Dios, un resultado del juicio activo de Dios contra el pecado y un lugar de sufrimiento eterno.
El infierno en Lucas
En Lucas 13:1-5, Jesús se refiere al infierno como un castigo para los impenitentes, y los que están en el infierno son retratados como pereciendo. En Lucas 16:19-31, Jesús nos llama a ser generosos con los pobres, proclamando que la justicia contra los opresores impíos prevalecerá en el juicio venidero. El castigo está marcado por el sufrimiento, el tormento, el fuego, la agonía, la exclusión del cielo y la irrevocabilidad.
El infierno en los escritos de Pablo
Tomaría demasiado espacio analizar todo lo que Pablo escribió, así que haremos hincapié en Romanos y 2 Tesalonicenses.
En su carta a la iglesia en Roma, Pablo enfatiza que tanto los judíos como los gentiles están bajo el pecado, bajo la ira de Dios y bajo el juicio divino. Solo escaparán los que tienen fe en Cristo. En este contexto, Pablo habla de verdades importantes sobre el infierno.
En primer lugar, el castigo futuro está ligado a la ira de Dios. En la actualidad, los impíos están bajo Su ira (1:18-32), son objetos de la ira (9:22), acumulan ira continuamente para el día de la ira (2:5-8; 3:5) y solo pueden ser salvos de la ira mediante la fe en Cristo (5:9-21).
En segundo lugar, el castigo futuro es el juicio de Dios. Los impíos están justamente condenados bajo el juicio de Dios, el cual es imparcial, veraz, justo y certero (2:1-12; 3:7-8). Esta condenación es el resultado y el justo castigo por el pecado (6:23).
En tercer lugar, el castigo futuro consistirá en angustia y aflicción. En este sufrimiento, no hay favoritismo para los judíos ni para los gentiles (2:8-11).
En cuarto lugar, el castigo futuro consiste en «muerte» y «destrucción». Los pecadores merecen la muerte (1:32), la paga del pecado es muerte (6:16-23), los pecadores llevamos fruto para muerte (7:5), los que viven conforme a la carne deberían esperar la muerte (8:13) y los pecadores son vasos de ira «preparados para destrucción» (9:22). En quinto lugar, tanto el pecado como el castigo futuro nos separan de Cristo («anatema, separado de Cristo»; ver 9:3).
Mientras anima a los creyentes que sufren persecución, en 2 Tesalonicenses, Pablo enfatiza que la justicia de Dios prevalecerá (1:5-10). En unos pocos versículos, el apóstol destaca varias verdades importantes sobre el infierno: el infierno es el resultado de la justicia retributiva de Dios sobre los pecadores, el infierno es el castigo para los que no conocen a Dios ni obedecen el evangelio; el infierno es destrucción eterna; y el infierno es la exclusión de la presencia y la majestad de Jesús.
El infierno en Hebreos
Hay dos pasajes en Hebreos que hablan con claridad sobre el juicio futuro. Hebreos 6:1-3 se refiere al castigo futuro de los impíos como «juicio eterno», y afirma que esta es una de las «enseñanzas elementales» de la fe. Hebreos 10:27-30 describe este juicio como algo espantoso y terrible, y como un fuego ardiente que consumirá a los enemigos de Dios. También enseña que el infierno viene de Dios como castigo, juicio y retribución.
El infierno en Santiago
La epístola de Santiago presenta el castigo futuro principalmente como destrucción, muerte, justicia y sufrimiento. De forma específica, los opresores se marchitan y son destruidos (1:11), el pecado engendra la muerte (1:15; ver 5:20) y Dios es el Dador de la ley y el Juez que puede salvar y destruir (4:12). Santiago enseña que los opresores del pueblo de Dios merecen ser castigados con severidad. Este justo sufrimiento es certero y severo, y es descrito de forma gráfica como miserias, como un fuego que consume la carne y como el día de la matanza.
El infierno en las cartas de Pedro y Judas
La segunda carta de Pedro está llena de referencias al infierno, y la epístola de Judas es muy similar a 2 Pedro 2. Tanto Pedro como Judas presentan al infierno como una destrucción (2 Pe 2:1, 3, 12; Jud 5, 10, 11), como una condenación que cuelga sobre los impíos (2 Pe 2:3; Jud 4) y como una prisión sombría donde los ángeles rebeldes están guardados para el juicio (2 Pe 2:4; Jud 6 es similar). Pedro ilustra el castigo futuro con la historia de Sodoma y Gomorra, que quedaron reducidas a cenizas (2 Pe 2:6), y advierte que Dios guarda a los injustos para el día del juicio y sigue castigándolos mientras tanto (2:9). Pedro también escribe que el infierno es un lugar de retribución (v. 13) y de las tinieblas más oscuras (v. 17; Jud 13). Judas añade que el infierno es un castigo de fuego eterno (Jud 7, 15, 23).
El infierno en Apocalipsis
Apocalipsis enseña que el infierno es un lugar donde se experimenta la ira y el furor de Dios en toda su fuerza (14:10). El infierno es un lugar de sufrimiento intenso, lleno de «fuego y azufre» (14:10; ver el lago de fuego en 20:10, 14-15; 21:8), un lugar donde «el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos» (14:11). El sufrimiento es continuo: «no tienen reposo, ni de día ni de noche» (14:11), y «serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (20:10).
En Apocalipsis 20:10-15, el apóstol Juan enfatiza que el infierno es un justo castigo para los impíos. Dios arroja al infierno al diablo, a la bestia y al falso profeta. Ellos no gobiernan ni tienen poder alguno en el infierno; son «arrojados» allí (20:10). Además, todas las personas cuyos nombres no se encuentran en el libro de la vida estarán en el infierno (v. 15), separadas de Dios (21:6-8) y exiliadas del cielo (22:15).
Tres imágenes del infierno
Claramente, el castigo futuro de los impíos es un tema importante en la Escritura. Jesús lo enseña, al igual que todos los autores del Nuevo Testamento. Si bien este breve estudio ha demostrado una serie de verdades sobre el infierno, hay tres imágenes claves de ese lugar que son recurrentes en el Nuevo Testamento:
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- Castigo. La imagen principal del infierno es la de un lugar de castigo por el pecado. El castigo es merecido, consiste en sufrimiento y es eterno.
- Destrucción. Esta destrucción se vincula a la muerte, la muerte segunda, la perdición y la ruina (ver el artículo escrito por Robert Peterson en esta serie de Tabletalk para leer más sobre este punto).
Destierro. Mientras que el castigo hace hincapié en el aspecto activo del infierno, el destierro muestra el horror del infierno enfatizando lo que los incrédulos pierden… la mismísima razón de su existencia: glorificar y amar a Dios.
El infierno… eso es lo que merecemos. Así de pecadores somos. Eso es lo que Cristo soportó por nuestra causa. Y eso debería estimularnos a compartir el evangelio.