
La falsa enseñanza adentro y afuera | 1ra parte
1 junio, 2018


La falsa enseñanza adentro y afuera | 3ra parte
5 junio, 2018La falsa enseñanza adentro y afuera | 2da parte


Nota del editor: Esta es la segunda parte del articulo “La falsa enseñanza adentro y afuera“, que es el segundo capítulo en la serie “Falsos maestros“, publicada por la Tabletalk Magazine.
El peligro de adentro
Ciertamente, dentro de la iglesia evangélica hay una variedad de errores que requieren corrección y reprensión ministerial. La mayoría de estos tienen algo que ver con el trabajo del evangelio en la vida del creyente; la falsa enseñanza en esta área inevitablemente plantea preguntas sobre la esencia misma del evangelio.
Quizás la falsa enseñanza que más comúnmente se disfraza del evangelio es el moralismo. Típicamente en las iglesias evangélicas el evangelio básico es predicado y enseñado: los pecadores que confían solo en Jesús tienen sus pecados perdonados y se les promete el cielo. Sin embargo, a partir de ahí, muchas de estas mismas iglesias enseñan a sus feligreses que una vez son salvos les corresponde a ellos “caminar bien y mejorarse”. La vida cristiana es de esfuerzo, y Dios bendice a quienes se ayudan a sí mismos, trabajan duro, no se meten en problemas, dicen la verdad y “viven una vida buena “. Inconscientemente, tal vez, las personas comienzan a creer que este es el evangelio, una transacción casi económica en la que le damos a Dios nuestra obediencia y Él nos da bendición: suficiente comida y refugio, buenos matrimonios y niños bien educados, buen trabajo y vacaciones ocasionales.
Claro está que este no es el evangelio en lo absoluto, es moralismo. Y sin embargo, como el sociólogo Christian Smith nos mostró hace varios años en su libro Soul Searching: The Religious and Spiritual Lives of American Teenagers (Un examen de conciencia: La vida religiosa y espiritual de los adolescentes estadounidenses), esta es la fe básica de la mayoría de los adolescentes evangélicos y, por extensión, la de sus padres y sus iglesias. Dios está relativamente distante de nuestras vidas, excepto en tiempos de tristeza o dolor cuando se acerca para sanarnos; lo que Él realmente quiere de nosotros es que seamos buenos y amables con los demás, y Él les da la bendición del cielo a las personas buenas cuando mueren.
En el peor de los casos, este tipo de moralismo puede deslizarse hacia una versión ligera del evangelio de la prosperidad. Aquí las bendiciones no son meramente alimentos suficientes o refugio, matrimonios y niños relativamente buenos; más bien, nuestra obediencia es el camino hacia un fantástico éxito material . Aquellos que viven bien son los que conducen los Cadillac Escalades con un “Bendecido” escrito en letras brillantes en la ventana trasera; supuestamente, la bendición de conducir el Cadillac fue el resultado de que Dios honró nuestra obediencia. Los que agradan a Dios son esos que pueden pagar la educación privada de sus hijos o los campamentos de verano más caros. Aquellos que son cristianos obedientes son los que viven en las grandes comunidades privadas. Este tipo de compensación o “quid pro quo” es el corazón mismo del moralismo, que es el meollo del pensamiento en el evangelio de la prosperidad.
Necesitamos prestar atención a nosotros mismos y a nuestra enseñanza, incluso mientras tratamos de proteger al pueblo de Dios de los errores que puedan ocurrir adentro.
Otro tipo de falsa enseñanza es el legalismo. El legalismo y el moralismo están relacionados entre sí, pero mientras el moralismo afirma su intercambio con Dios en términos generales —moralidad por bendición— el legalismo tiene un entendimiento muy específico, aunque no bíblico, del tipo de obediencia que Dios demanda y bendice. En Gálatas, el legalismo tomó el aspecto de prácticas judías particulares requeridas para ser parte del pueblo de Dios: circuncisión, leyes dietéticas y días festivos. En nuestros días, el legalismo puede lucir como maneras muy específicas y extra escriturales de honrar el Día del Señor; puede lucir como prácticas o reglas especiales para el noviazgo; o puede lucir como una manera de rechazar o relacionarse con la cultura popular que hace de una preferencia personal o familiar un mandato bíblico. En el fondo, sin embargo, el legalismo es un tipo de moralismo que hace ver como el evangelio enseñara que ultimadamente nos ganamos el favor de Dios por lo que hacemos.
Lo que hace que el moralismo y el legalismo sean tan difíciles de manejar para nosotros es que el evangelio sí prescribe prácticas espirituales particulares. El evangelio dice que si en verdad estamos en Jesús daremos fruto visibles. Jesús dijo: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn 14:15), y: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor “(Jn 15:10).
La diferencia, sin embargo, entre la obediencia al evangelio y un tipo de pensamiento moralista o legalista es la siguiente: obedecemos en respuesta al amor de Dios que se nos muestra en Jesucristo. No obedecemos para obtener ganancias de Dios, ya sean Sus bendiciones o Su amor. De hecho, ninguno de nosotros puede obedecer a Dios en el estándar requerido para Su bendición; nuestras obras son aceptables para Él solo porque Él las recibe en y por medio de Jesús. Y nuestra obediencia no ocurre independientemente de la influencia y el poder del Espíritu Santo, quien trabaja en nosotros para querer y hacer Su voluntad.
Hay otro tipo de falsa enseñanza que es lo opuesto al moralismo y el legalismo. Algunos pueden ver todo esto y decir: “Todo este énfasis sobre la obediencia realmente distorsiona el evangelio. Dios no exige nada de nosotros, sino el confiar en Su Hijo. Mientras creamos en Jesús, Él nos recibe tal como somos con Su “amor unilateral”. Como resultado, estos cristianos restan importancia a la obediencia hasta tal punto que se vuelven antinomianos.
Estrictamente hablando, los antinomianos están “en contra de la ley”, negándole cualquier lugar legítimo a la ley de Dios como guía para la vida cristiana. La mayoría de los evangélicos no son tan tontos como para negar específicamente el lugar que ocupa la obediencia a la ley de Dios; no pueden negar las enseñanzas explícitas de Jesús, Pablo, Santiago y Juan sobre la obediencia cristiana. El antinomianismo contemporáneo tiende a ser un poco más sutil: denigrando el papel de los imperativos en la predicación, restando énfasis a la necesidad de cualquier esfuerzo en la vida cristiana, ofreciendo condiciones fáciles para la restauración en casos de pecados graves y restándole importancia a la disciplina en la iglesia.
De nuevo, lo que hace que el antinomianismo sea difícil es que está muy cerca de la verdad. Nuestra justificación se basa no en algo que hacemos, sino en la obra de Cristo que recibimos solo por la fe. Como ya lo dijimos, nuestro esfuerzo viene como resultado de la influencia y el empoderamiento del Espíritu. Y el perdón es gratuito para el arrepentido, ya que venimos una y otra vez al Padre arrepentidos de nuestro pecado y nuestra transgresión. La diferencia entre el antinomianismo y el evangelio, sin embargo, es una de énfasis. Somos justificados libremente en Cristo, pero eso nos lleva a actuar: debemos trabajar y luchar contra nuestro pecado. El arrepentimiento requiere que nos alejemos del pecado y nos sometamos a la disciplina de la iglesia.
Estos peligros están todos dentro de la iglesia evangélica. Tal vez los reconozcas y los hayas escuchado, o tal vez incluso los hayas creído. Y sin embargo, el moralismo, el legalismo y el antinomianismo son todas formas de falsa enseñanza. Necesitamos prestar atención a nosotros mismos y a nuestra enseñanza, incluso mientras tratamos de proteger al pueblo de Dios de los errores que puedan ocurrir adentro.
Nota del editor: En la tercera parte de este articulo, “La falsa enseñanza adentro y afuera”, veremos como la cultura que nos rodea puede hacernos distorsionar el mensaje del evangelio.
Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine. Lo hemos dividimos en 4 partes para facilitar la lectura:
1ra parte: Introducción
2da parte: El peligro de adentro
3ra parte: El peligro de afuera
4ta parte: Pastoreando con la Palabra