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Al exhortar a Timoteo a enseñar fielmente la buena Palabra del Señor, Pablo le señala un aspecto del cristianismo falso. Los falsos maestros son motivados por un deseo de ganancia personal (1 Ti 6). Debido a que vive suprimiendo la verdad de Dios con su impiedad, el falso maestro realmente no entiende el evangelio o la piedad. Debido a sus apetitos egoístas y su espíritu contencioso, el falso maestro cree que de alguna manera la búsqueda de la piedad le permitirá obtener ganancias personales en forma de prestigio o riquezas (1 Ti 6:4-5). Esto es lo que impulsa su enseñanza y sus actos externos de piedad. El análisis sobrio de Pablo nos desafía a examinar nuestro propio corazón: ¿Cuál es la ganancia que perseguimos? ¿Cuál es el beneficio que nos motiva?
El verdadero cristiano que ama al Señor Jesucristo ve la increíble bendición de la salvación en Él y desea la piedad, pues ser piadoso es vivir en comunión con el Dios vivo (1 Ti 6:3). Se hace eco de las palabras del himno: «¿Cómo fue que obtuve un interés en la sangre del Salvador?», y se asombra del amor de Dios. Esto es lo que nos impulsa cuando nuestros corazones están bien con el Señor. Matthew Henry lo expresa bien cuando dice que los falsos maestros pensaban que podían conseguir ganancias personales actuando piadosamente, mientras que el cristiano se maravilla de lo que ha ganado en Cristo y entiende que la piedad misma es ganancia. Pablo es firme y entusiasta a la vez: «Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento» (1 Ti 6:6). ¿Qué puede ser mejor que una vida en comunión con Dios? ¿Qué puede ser mejor que crecer en nuestra semejanza a Él?


Pablo da una razón más aquí en su epístola a Timoteo de por qué se encuentra gran ganancia en la piedad: «Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos» (1 Ti 6:7-8). Las ganancias terrenales nos durarán lo que dure esta vida, a lo sumo, y Dios proveerá para nuestras necesidades. Pero la ganancia de la piedad se prolongará eternamente. Es una gran ganancia.
El apóstol sabe por experiencia el descanso que viene del contentamiento en Cristo. Al tener vida en Cristo, la tiene para toda la vida y la eternidad. En su epístola a los Filipenses, escrita desde la cárcel, Pablo se alegra de la generosidad de sus lectores y también les anima a descansar en la bondad del Señor al igual que él: «he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación» (Fil 4:11). Cuanto más crezcamos en la piedad y la comunión con Dios, más fácil será tener una perspectiva correcta de todas las cosas: «Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?» (Ro 8:31-32). La vida con Dios es el comienzo de una herencia eterna que es «incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará» (1 P 1:4; ver Ap 22:3-5). No hay mayor ganancia.