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Si tuviéramos que reducir el calvinismo a un solo concepto, lo más seguro sería hacer eco de las palabras de Warfield, quien dijo que ser reformado significa ser teocéntrico. El interés principal de la teología reformada es el Dios triuno, pues el Dios trascendente-inmanente y paternal en Jesucristo es Dios mismo. Los calvinistas son personas con una teología dominada por la idea de Dios. Como dice Mason Pressly: «El metodista pone en primer plano la idea de la salvación de los pecadores; el bautista, el misterio de la regeneración; el luterano, la justificación por la fe; el moravo, las heridas de Cristo; el católico griego, el misticismo del Espíritu Santo; y el romanista, la catolicidad de la Iglesia. Del mismo modo, el calvinista pone siempre en primer plano el concepto de Dios».
Ser reformado es enfatizar el señorío integral, soberano y paternal de Dios sobre todas las cosas: cada área de la creación, cada esfuerzo de la criatura y cada aspecto de la vida del creyente. El concepto dominante del calvinismo es «En el principio (…) Dios» (Gn 1:1).
En Su relación con nosotros, Dios tiene solamente derechos y facultades. En Su soberanía y gracia, solo asume deberes a través de los pactos. En el pacto, Dios asume los deberes y las responsabilidades de ser nuestro Dios, pero eso no menoscaba la realidad de que Él es la causa primera y el fin último de todas las cosas. El universo no está dominado por el azar ni por la suerte, sino por el gobierno completo y soberano de Dios. Existimos con un solo propósito: darle gloria a Él. Nosotros solo tenemos deberes para con Dios, no derechos. Todo intento por refutar esta verdad está destinado al fracaso. Romanos 9:20b plantea esta pregunta: «¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: “Por qué me hiciste así”?». Dios promulga Sus leyes para todos los aspectos de nuestra vida y nos exige obediencia incondicional. Estamos llamados a servirle en cuerpo y alma, en la adoración y en el trabajo cotidiano, en cada segundo de cada día.

El gran error en nuestros días es creer que Dios no está involucrado en proteger Su propia integridad. Que es una Por ende, ser reformado es preocuparse por todo el carácter de la relación entre el Creador y la criatura. Es ver toda la vida coram Deo, es decir, entender que la vivimos delante del rostro de Dios. Como escribió Warfield:
El calvinista es el hombre que ve a Dios: a Dios en la naturaleza, a Dios en la historia, a Dios en la gracia. En todas partes, ve a Dios en Su caminar poderoso. En todas partes, siente el obrar de Su brazo poderoso, el palpitar de Su corazón poderoso. El calvinista es el hombre que ve a Dios detrás de todos los fenómenos y que reconoce la mano de Dios llevando a cabo Su voluntad en todo lo que ocurre. [El calvinista] convierte la actitud del alma cuando está en oración ante Dios en su actitud permanente en todas las actividades de la vida. Se arroja exclusivamente a la gracia de Dios, excluyendo completamente de la obra de su salvación todo atisbo de dependencia en sí mismo.
Por lo tanto, la doctrina de Dios ―la de un Dios soberano y paternal en Jesucristo― es el centro de la teología reformada. R.C. Sproul lo explica así: «La manera en que entendemos la naturaleza y el carácter de Dios mismo influencia cómo entendemos la naturaleza del hombre, que porta la imagen de Dios; la naturaleza de Cristo, quien obra para satisfacer al Padre; la naturaleza de la salvación, que es efectuada por Dios; la naturaleza de la ética, cuyas normas están basadas en el carácter de Dios y la naturaleza de un sinnúmero de otras consideraciones teológicas, todas las cuales se basan en nuestro entendimiento de Dios». En consecuencia, los calvinistas definimos todas las doctrinas de un modo teocéntrico. El pecado es horrible porque es una afrenta contra Dios. La salvación es maravillosa porque le da gloria a Dios. El cielo es glorioso porque es el lugar donde Dios es todo en todos. El infierno es infernal porque es el sitio donde Dios manifiesta Su justa ira. Dios es central para todas estas verdades.
Considera el ejemplo del verdadero motivo por el que el pecado es horroroso. Un cristiano puede decir que el pecado es dañino y conduce a la miseria, pero si no tiene una perspectiva teocéntrica, perderá el énfasis más importante de todos. El pecado es una afrenta contra Dios mismo, como confiesa David en el Salmo 51:4: «Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas».
La palabra más común de la epístola a los Romanos, el texto doctrinal más grandioso de la Biblia, no es «gracia», «fe», «creer» ni «ley», sino «Dios». La mayoría de las grandes declaraciones teológicas de Romanos comienzan con Dios:
- Dios los entregó.
- Dios le dará a cada cual según lo que haya hecho.
- Dios juzgará los secretos de los hombres mediante Cristo Jesús.
- Dios lo exhibió públicamente como propiciación.
- Dios justifica al impío.
- Dios ha derramado Su amor en nuestros corazones.
Como calvinistas, estamos enamorados de Dios. Estamos abrumados por Su majestad, Su hermosura, Su santidad y Su gracia. Buscamos Su gloria, deseamos Su presencia y modelamos nuestras vidas según Él.
Otros cristianos dicen que su preocupación principal es el evangelismo o el avivamiento, y, obviamente, esas cosas deben interesarnos grandemente. Pero en última instancia, tenemos una sola preocupación: conocer a Dios, servirle y verlo glorificado. Ese es nuestro objetivo principal. La salvación de los perdidos es importante porque conduce a que el nombre de Dios sea santificado y a que venga Su reino. La purificación de la sociedad es importante porque nos ayuda a hacer la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo. El estudio de la Biblia y la oración son importantes porque nos conducen a la comunión con Él.