La providencia y el contentamiento
16 septiembre, 2022El ministerio a las personas sexualmente quebrantadas
19 septiembre, 2022La verdad y la paz verdadera
Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XVI
El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, Alemania. Lo hizo por causa de la paz, la pureza y la unidad de la iglesia. En su primera tesis, llamó a la iglesia al arrepentimiento genuino y continuo, y en sus últimas tesis la llamó a la paz verdadera en Cristo. Lutero no fue un cismático rebelde que quiso liderar una rebelión contra Roma; fue un ardiente heraldo y defensor del evangelio que, debido a su fidelidad obstinada e inquebrantable, encendió la ira de Roma, que estaba alzada contra la verdad, el evangelio y la iglesia verdadera. Lutero no fue un divisor; fue un pacificador. Para que haya paz verdadera y unidad verdadera, primero debe haber verdad, y la verdad divide antes de que pueda unir. La verdad debe conquistar antes de que pueda libertar. Lutero no dividió la iglesia; Roma dividió la iglesia infiltrándola con doctrinas falsas de hombres. Los reformadores no abandonaron Roma; Roma los abandonó a ellos al dejar la verdad, el evangelio y la iglesia. Los reformadores buscaron la reforma de Roma, y Roma, a su vez, buscó sus cabezas. Roma hizo una división entre la iglesia verdadera y la iglesia falsa, y expulsó a la iglesia verdadera.
Los precursores de la Reforma (por ejemplo, Pedro Valdo, John Wycliffe y Jan Hus) y los reformadores magisteriales del siglo XVI (hombres como Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino) bien merecen el nombre de reformadores, pero lo fueron en el sentido más básico de la palabra. Procuraron la Reforma para llevar a la iglesia de vuelta a su forma original. Para reformar algo, primero debe haber una forma, y la forma que buscaron los reformadores fue la original de la iglesia que se encuentra en la única guía infalible para la fe y la vida, es decir, en la Escritura, y en la Escritura sola. A fin de cuentas, los reformadores no intentaron cambiar la naturaleza de la iglesia, sino llamar a la iglesia a volver a su identidad bíblica y a lo que debe ser para constituir la iglesia verdadera.
Los reformadores querían la paz, pero no a expensas de la verdad, como exclamó Lutero: «¡La paz si es posible, pero la verdad a toda costa!». La paz verdadera solo llega con el arrepentimiento verdadero. Al llamar a Roma a arrepentirse, Lutero no quiso dividir la iglesia, sino unirla y producir paz verdadera proclamando la verdad. La paz verdadera solo se encuentra en la verdad de Jesucristo, así que la paz y la unidad verdaderas solo pueden existir donde reina la verdad. La iglesia verdadera conoce la verdad, y la verdad nos hace libres (Jn 8:32). Y cuando somos libres en Cristo, también buscamos la verdad y, a su vez, la paz, la pureza y la unidad de la iglesia, solo para la gloria de Dios, soli Deo gloria.