Si Dios es soberano, ¿por qué orar?
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Esta pregunta no solo es crucial hoy en día, sino que estuvo en el ojo de la tormenta que llamamos la Reforma Protestante, que arrasó y dividió a la iglesia cristiana en el siglo XVI. Martín Lutero declaró su posición: la justificación es por la fe sola, nuestras obras no añaden nada a nuestra justificación y no tenemos ningún mérito que ofrecer a Dios que mejore de alguna manera nuestra justificación. Esto creó el peor cisma en la historia de la cristiandad.
Al negarse a aceptar el punto de vista de Lutero, la Iglesia católica romana lo excomulgó y luego respondió al estallido del movimiento protestante con un concilio eclesiástico importante, el Concilio de Trento, que formó parte de la llamada Contrarreforma y tuvo lugar a mediados del siglo XVI. En la sexta sesión de Trento, en la que se expusieron los cánones y decretos sobre la justificación y la fe, se apeló específicamente a Santiago 2:24 para reprender a los protestantes que decían estar justificados por la fe sola: «Vosotros veis que el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe». ¿Cómo podría Santiago decirlo más claramente? Parecería que ese texto desacreditaría a Lutero para siempre.
Por supuesto, Martín Lutero era muy consciente de que este versículo estaba en el libro de Santiago. Lutero estaba leyendo Romanos, donde Pablo deja muy claro que nadie es justificado por las obras de la ley y que somos justificados por la fe y solo por la fe. ¿Qué tenemos aquí? Algunos estudiosos dicen que tenemos un conflicto irreconciliable entre Pablo y Santiago, que Santiago fue escrito después de Pablo, y que Santiago trató de corregir a Pablo. Otros dicen que Pablo escribió Romanos después de Santiago y que estaba tratando de corregir a Santiago.
Estoy convencido de que en realidad no tenemos un conflicto aquí. Lo que Santiago está diciendo es esto: si una persona dice que tiene fe, pero no da evidencia externa de esa fe a través de obras justas, su fe no lo justificará. Martín Lutero, Juan Calvino o Juan Knox estarían absolutamente de acuerdo con Santiago. No nos salvamos por una profesión de fe o por una afirmación de fe. Esa fe tiene que ser genuina antes de que el mérito de Cristo sea imputado a alguien. No puedes simplemente decir que tienes fe. La fe verdadera producirá absoluta y necesariamente los frutos de la obediencia y las obras de justicia. Lutero estaba diciendo que esas obras no se suman a la justificación de esa persona en el tribunal de Dios. Pero sí justifican su afirmación de fe ante los ojos del hombre. Santiago está diciendo, no que un hombre es justificado ante Dios por sus obras, sino que su afirmación de fe se muestra genuina cuando demuestra la evidencia de esa afirmación de fe a través de sus obras.