Una teología bíblica de la paz
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Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: La paz
La paz requiere esfuerzo. Si queremos pensar en la paz con nosotros mismos o dentro de nosotros mismos, necesitamos tiempo para considerar dónde no tenemos paz, y eso es más difícil de lo que parece. Nuestro ritmo de vida juega en contra. Ahora añadamos esto: la forma natural en que lidiamos con las cosas que nos perturban es evitarlas rodeándonos de ruido, entretenimiento y, sí, de un ritmo de vida incesante, como si mirar con atención fuera a empeorar todo. Eso, por supuesto, es un mito. La elusión solo posterga la paz y da espacio para que la oscuridad invada los detalles de la vida cotidiana. Teniendo esto en cuenta, y como podemos confiar en que la Escritura pronuncia buenas palabras para nuestra alma inquieta y desconcertada, sabemos que esta búsqueda vale la pena.
Y debemos seguir la paz. Jesús habló paz a Sus discípulos después de Su resurrección. Las epístolas comienzan con «gracia y paz» y suelen terminar con una reflexión en «el Dios de paz». La búsqueda de la paz es, en efecto, una forma de honrar a Cristo en un mundo que no ofrece paz.
PAZ PERTURBADA
Empieza por encontrar palabras para describir tu inquietud personal.
Cosas ocultas. Primero, busca cualquier cosa que quieras mantener en la oscuridad. Si el descanso es una característica principal de la paz, no tendrás descanso mientras te esfuerces por mantener algo escondido y en secreto. Aquí encontrarás tanto tus propios pecados como los pecados cometidos contra ti.
Hemos escuchado el mensaje del perdón, pero la señal se debilita con ciertos pecados. Por ejemplo, ¿hay cosas que lamentes? El remordimiento persistente suele llevar un mensaje que le dice al Señor: «Lo que hice estuvo muy mal, y me siento muy mal por ello», mensaje que puede derivar rápidamente en un legalismo que actúa como si la contrición más profunda fuera a encontrar más gracia. No encontrarás paz en ese camino. Podemos ser propensos a clasificar los pecados según nuestra propia versión selectiva de pecados veniales y mortales. Perdonamos fácilmente los pecados comunes como el exceso de velocidad y perder los estribos por un momento; los pecados inusuales y públicos, no. Busca los antiguos pecados de los que digas en privado: «No puedo creer que haya hecho eso».
El remordimiento puede deberse a las consecuencias continuas de esos pecados. Por ejemplo, si tu negligencia te dejó a ti o a otras personas con luchas duraderas, esos recordatorios serán persistentes y gravosos. Sin embargo, nunca podemos ignorar el remordimiento. Es la prueba de que todas las cosas aún no han sido hechas completamente nuevas, aunque lo serán. Mientras tanto, Dios perdona por completo todas tus iniquidades (Sal 130:8), pues «en Él hay abundante redención» (Sal 130:7). Él perdona completamente porque Él es el perdonador, no porque tú seas perdonable. Él te limpia; Él no te ve según tus pecados, sino que compartes la manera en que el Padre ve al Hijo, ya que has sido unido al Hijo por la fe. Además, debes notar que el apóstol Pedro escribe que el malestar espiritual puede deberse a que olvidamos que hemos sido purificados de los «pecados pasados» (2 P 1:9). No debemos jugar con el remordimiento por los pecados pasados. Lo mejor es entregárselos plenamente a Dios como una forma de honrar la obra de Jesucristo.
También debes buscar los pecados cometidos contra ti, en especial los cometidos por quienes tenían la responsabilidad de amarte. En general, si te han tratado de forma vergonzosa, crees que eres una vergüenza, y estás alerta esperando el momento en que tu vergüenza se descubra por completo. La paz no puede convivir con esa vergüenza. El camino hacia la paz solo es posible cuando la vergüenza se encuentra con la esperanza de que «los que a Él miraron, fueron iluminados; / Sus rostros jamás serán avergonzados» (Sal 34:5).
Cosas del futuro. Incluso si la culpa y la vergüenza no resuenan en tu interior, todos tenemos nuestros miedos y ansiedades, y estos también compiten contra la paz. Muchos de esos temores están bien fundados. Es posible que de verdad esté a punto de ocurrir un acontecimiento muy difícil. Además, esos miedos emergen sobre un fondo de temores y ansiedades que están presentes sin importar cuál sea el pronóstico. En mi propia vida, si solo me enfoco en mis hijos y en mis nietos, descubro que en un momento veloz todo parece estar bien, y de repente recuerdo un problema, y luego otro; un peligro futuro, y luego otro.
Todo esto significa dos cosas. En primer lugar, si te sientes agobiado y ansioso, las palabras de paz de Jesús van dirigidas a ti. En segundo lugar, la paz enfrentará más resistencia de la que podrías esperar.
PAZ BUSCADA
Ahora el trabajo continúa. Todos deseamos la paz, pero no todos la buscamos. Tal vez buscamos la paz como un pasatiempo ocasional y no como una necesidad que roza la desesperación. Por lo tanto, debemos proceder recordando que es una promesa de Dios para nosotros, y podemos insistir en que Su Espíritu nos guíe por el camino de la paz.
¿Qué debemos esperar? Esperamos caminar por el camino correcto, con Jesús y hacia Él. En ese camino, encontramos a los sospechosos habituales. Los miedos persisten, la vergüenza y la culpa siguen enredándonos en mentiras y el ajetreo nos distrae de nuestro destino. Sin embargo, en ese camino oímos a Jesús decir: «Paz a ustedes» (Jn 20:19). Esas son algunas de Sus primeras palabras. Él las respalda con muchas evidencias y promesas, y nos da Su Espíritu para que busquemos esas promesas. Para permanecer en el camino, debemos seguir continuamente las palabras que casi suenan demasiado buenas para ser ciertas.
Estas son algunas de las habilidades y herramientas que puedes utilizar al buscar la paz. No pretenden ser una lista de tareas y pasos. Más bien, son bocados de sabiduría para el viaje. Quizá te resulte esperanzador saber que los pocos que se mencionan aquí solo son un atisbo del tesoro de sabiduría y dirección que está a tu disposición.
- Plasma tus rincones ocultos y tus temores futuros en palabras ante el Señor. Él los conoce, pero desea que se los digas (Sal 62:8).
- ¿Qué otras palabras significan paz? La forma en que el apóstol Pablo usa el concepto del contentamiento se acerca bastante a la idea (2 Co 12:10; Fil 4:11). El descanso puede ser un buen sustituto. A veces, es posible confundir la paz con la búsqueda de un sentimiento. El descanso solo se conforma con la presencia de la persona adecuada.
- El descanso es natural para un niño que confía en sus padres. ¿De qué modo puedes convertirte en un niño que descansa en el Señor (p. ej., Sal 131)?
- Imagina otras maneras de descansar en Dios. Quizá podrías hacerlo al dedicar un momento del día a reflexionar en que el Espíritu que acerca a Jesús a ti en todo momento también te recuerda que tu Dios es el Creador del cielo y de la tierra. Quizá podrías descansar dedicando un tiempo a la Escritura y persistiendo en la lectura hasta que tengas la certeza de que Dios es digno de que descanses en Él.
- Habla al respecto con un amigo o pastor. ¿Cómo encuentra esa persona la paz en Jesús?
- Busca un pasaje bíblico que te oriente. El Salmo 46 es popular, por buenas razones. Encuentra un pasaje que sea vívido y que pueda rescatarte cuando te estés ahogando en las preocupaciones del día.
- Pide a alguien que ore por ti basándose en ese pasaje.
- Haz claro el vínculo entre «Cristo crucificado» (1 Co 1:23) y la paz. Escríbelo. Habla al respecto con otra persona.
- Dedica un tiempo a observar cuándo el Espíritu te da más de la paz de Cristo. La obra del Espíritu es poderosa pero a la vez suave; es fácil que no la notemos.
El camino de la paz es precioso. Allí escuchas la promesa de la presencia de Dios, encuentras la esperanza y la certeza de que hay aún más paz en Jesús, y recibes una bendición. «Que el mismo Señor de paz siempre les conceda paz en todas las circunstancias. El Señor sea con todos ustedes» (2 Ts 3:16). Vale la pena trabajar por esto.