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Las fechas son más que una secuencia de números. Representan las vidas de personas reales en momentos reales de los que podemos aprender hoy. En este episodio de 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, Stephen Nichols comparte varios de sus momentos favoritos en la historia de la iglesia.
Transcripción
Bienvenidos a 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, un podcast de los Ministerios Ligonier con Steve Nichols, donde viajamos en el tiempo para observar eventos, personajes y lugares que han dado forma a la historia del cristianismo.
A los historiadores les gusta celebrar fechas: cumpleaños, aniversarios. Les encanta celebrar las fechas no por el simple hecho de celebrarlas, sino porque las fechas representan acontecimientos. Representan acontecimientos reales en la vida de personas reales, en los que sucedieron cosas reales e importantes. Las fechas representan momentos, y esos momentos pueden ayudarnos a entender nuestras propias vidas.
Así que, echemos un vistazo a algunos de mis momentos favoritos de la historia de la iglesia.
El primer momento que quiero mencionar es una fecha: el año 325. Escogí ese momento por varias razones. Primero, esta es la fecha del Concilio de Nicea, de donde surgió esa maravillosa declaración de la ortodoxia cristiana, el Credo Niceno. También representa un momento crucial en la vida de la iglesia.
Solo unas décadas antes del Concilio de Nicea, el cristianismo era ilegal en el Imperio romano. De hecho, los años 290 y 300, fueron parte de una época intensa de persecución; un tiempo de persecución sin precedentes para los cristianos. Entonces llegó Constantino y su supuesta conversión como lo llaman los historiadores (si realmente Constantino se convirtió es un tema debatible). Pero a raíz de esta «conversión», en el año 313, él emitió el Edicto de Milán que legalizó el cristianismo. Siguieron algunos edictos más, que no solo contribuyeron a la legalización del cristianismo (que ahora dejaba de ser una religión ilegal, o como los romanos la llamaban: una «superstición ilegal»), sino que Constantino también aprobó una legislación que tendía a favorecer a las iglesias y a los cristianos. De esta manera vemos, en el plazo de una generación, una propagación masiva del cristianismo dentro del Imperio romano.
Así que nos encontramos en el año 313 y luego, doce años más tarde, tenemos el primer gran concilio ecuménico, el Concilio de Nicea.
Este concilio fue convocado debido a un hombre, un presbítero o anciano llamado Arrio. Arrio había promovido la idea de que Jesús es único, que está por encima de nosotros los seres humanos, pero que no es Dios. Y, por supuesto, esto es un golpe directo al corazón de la ortodoxia: la afirmación de que Jesús es el Dios-hombre. Por lo tanto, las enseñanzas de Arrio fueron muy perturbadoras dentro de la Iglesia primitiva y se convocó a un concilio que reunió a los obispos para resolver este asunto y aclarar la confusión en la iglesia.
Nicea es una ciudad maravillosa. Hoy se llama Iznik, cerca del lago Iznik en Turquía. Constantino tenía una casa de veraneo allí. Él convocó a todos los teólogos para abordar estas disputas teológicas, y el resultado fue el Credo Niceno. [El Credo confiesa que Jesucristo es “verdadero Dios de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, y por quien todo fu hecho.”] Y luego el credo agrega una de las mejores líneas de la literatura teológica en esta simple expresión: «Por nosotros los hombres y por nuestra salvación».
Jesús es el Dios-hombre. Su igualdad con Dios, como nos dice Pablo, es algo que no tuvo que conseguir; más bien, ya la tenía, y sin embargo, se hizo carne, se hizo hombre, se convirtió en uno de nosotros. Él no aparentaba ser humano: Él era humano y era Dios. Él es el Dios-hombre. Y es el Dios-hombre por nosotros y por nuestra salvación.
Este es uno de mis momentos favoritos en la historia de la iglesia: el año 325 y el Credo de Nicea. Soy Steve Nichols. Gracias por acompañarnos en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia.