Los nombres de Cristo
18 marzo, 2022Los oficios de Cristo
18 marzo, 2022Los estados de Cristo
Esta es la lección 11 de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Fundamentos II: El hombre y Cristo».
Los estados de Cristo se refieren al papel o labor de Cristo en varios momentos a lo largo de Su vida o existencia. En esta lección, el Dr. Sproul cubre los estados de Cristo desde Su existencia preencarnada hasta Su regreso final.
Transcripción
En nuestra última sesión vimos brevemente algunos de los nombres de Cristo que encontramos en el Nuevo Testamento y en la teología, particularmente en la cristología, hacemos distinción entre tres elementos con respecto a Cristo. En primer lugar, los nombres de Cristo, que ya vimos brevemente, en segundo lugar, los estados de Cristo y, en tercer lugar, el oficio de Cristo. Y hoy vamos a ver los estados de Cristo. Es decir, su estado de ser o el papel en el que está actuando en varios momentos a lo largo de su vida o su existencia.
Así que cuando hablamos de los estados de Jesús, no empezamos desde su nacimiento en Belén, sino más bien, empezamos primeramente con su estado pre-encarnado. Y aquí somos conducidos a hacer eso buscando, por ejemplo, como mencionamos antes, en la introducción de Juan a su Evangelio, cuando dice: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios». Y más tarde, al final del prólogo del Evangelio de Juan, Juan dice: «Y el Verbo se hizo carne… lleno de gracia y de verdad”. “Y vimos su gloria”. “Y habitó entre nosotros” y así continúa.
Así que la declaración que se hace aquí en el primer capítulo de Juan es que este Cristo, quien ha aparecido en el plano de la historia, tanto en espacio como en tiempo, existió antes de su concepción y de su nacimiento, que su naturaleza divina es eterna con el Padre y así tenemos en Jesús, no sólo el nacimiento de un bebé, sino la encarnación de Dios, la segunda persona de la Trinidad, Dios hijo o el Logos. Ahora, otra vez, en nuestro estudio de los nombres de Cristo recordamos cómo el término ‘Hijo del Hombre’ era tan importante para la auto-identidad de Jesús y su propia auto-conciencia y eso es importante para nosotros a fin de entender por qué en muchas ocasiones, a lo largo de su ministerio terrenal, Jesús hace referencia a su estado anterior.
De nuevo, “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo”. Y he aquí, verán los cielos abiertos y verán al Hijo del Hombre subiendo y bajando, “y a los ángeles subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre”. Él es el que existe desde el principio, «antes que Abraham naciera, yo soy.» Pero obviamente, no se encarnó antes de su nacimiento en Belén. Ahora, eso genera un interesante punto de especulación. A menudo se plantea la pregunta: Aunque a pesar de que la segunda persona de la Trinidad no se encarna sino hasta su nacimiento en Belén o su concepción en el vientre de María, ¿eso significa que nunca lo encontramos en el Antiguo Testamento? Porque, algunas personas miran al capitán del Señor de los ejércitos, que Josué encuentra en su campaña militar, o esta misteriosa figura de Melquisedec que ya hemos mencionado, a quién Abraham paga diezmos y de quien Abraham recibió una bendición.
Muchos han especulado que estas personas misteriosas que aparecen en ciertos momentos del Antiguo Testamento eran realmente las apariciones de Cristo ocultas, por así decirlo. Pero de nuevo, no se considerarían encarnaciones previas. Incluso aquellos que sostienen la opinión de que Cristo aparece aquí y allá en el Antiguo Testamento, se refieren a eso como Cristofanías. Recuerdan la palabra ‘teofanía’, que es una manifestación externa del Dios invisible, como la zarza ardiente del cual sale una voz y le habla a Moisés, donde Dios se le aparece a Moisés en la zarza. Así que estas manifestaciones se llaman Cristofanías, o una manifestación externa de la segunda persona de la Trinidad anterior a su nacimiento. Pero, de nuevo, eso es una especulación. Luego pasamos del estado preexistente, pre-encarnacional de Jesús al estado de su vida en la tierra.
Y, si se acuerdan del Credo de los Apóstoles, cómo el Credo de los Apóstoles aborda lo más destacado de la manifestación terrenal de Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado. Al tercer día [¿qué?] resucitó de entre los muertos; ascendió a los cielos; y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; desde allí ha de venir a “juzgar a vivos y muertos.» Y así la referencia en el Credo de los Apóstoles es al nacimiento de Jesús, la muerte de Jesús, la resurrección de Jesús, la ascensión de Jesús, la sesión de Jesús, de la que hablaré en un momento, y el regreso de Jesús. Y estos describen diferentes aspectos o estados de la existencia de Jesús después de la encarnación.
Ahora, hay otra dimensión que quiero mencionar antes de ver de forma rápida cada uno de estos individualmente, me refiero a lo que en teología normalmente hablamos como la vida de Jesús que sigue una progresión de la humillación a la exaltación, donde en su nacimiento de una mujer del campo, en la más abyecta pobreza, con el manto de su humanidad escondiendo y ocultando su deidad, Él está entrando en su humillación, y que a lo largo de su vida hay una profundización progresiva de esta humillación a medida que se mueve hacia la cruz, mientras el pueblo lo rechaza, ya que es azotado y golpeado y luego finalmente crucificado.
Y luego, después de que la humillación llegue a sus profundidades, entonces está esta explosión de exaltación donde Dios lo reivindica con la resurrección y lo rodea de gloria en su ascensión y todo lo demás. Así que, los teólogos a menudo hablan de este movimiento de la humillación a la exaltación, y estoy de acuerdo con este marco general de progreso, pero no estoy de acuerdo con él del todo, por esta razón: una de las cosas más emocionantes y gratas que jamás haya hecho, fue escribir un libro llamado ‘La gloria de Cristo’. Y lo que fue para mí tan genial de eso, y tengo que decir que fue uno de los libros peor vendidos que he escrito.
Así que otras personas no se emocionaron tanto por eso como yo, pero lo que me agradó tanto de esto fue que vi todos estos diferentes momentos clave en la vida de Cristo y puse mi atención única y exclusivamente en los elementos de gloria que estuvieron presentes. Incluso en medio de la humillación, por ejemplo, a pesar de que escuchamos hablar de Jesús, el bebé pobre, manso y humilde, nacido en un pesebre, sin embargo, incluso cuando ese evento tuvo lugar, no fue sin la manifestación de la gloria, porque justo a las afueras del pueblo de Belén, en los campos, la gloria de Dios brilló alrededor y hubo el mayor sonido y espectáculo de luz que el mundo había conocido hasta ese momento, cuando los cielos manifestaron la gloria radiante de Dios para anunciar el nacimiento de Jesús.
Entonces, no estuvo exento de exaltación. E incluso la visita de los Magos fue un elemento de gloria que se atribuyó a este bebé en el pesebre. Y tú pasas por su vida; vas al río Jordán; vas a su bautismo, que también fue un acto de humillación cuando Jesús voluntariamente se sometió a un rito purificador que Dios había mandado de personas que eran pecadores y Jesús no era un pecador, y recordamos que Juan estaba reacio incluso a bautizarlo. ¡Espera un minuto!… es decir… Tú eres el Cordero de Dios. No puedo, no necesito bautizarte. Tú deberías bautizarme.
Y Jesús dijo, “Permítelo ahora”, Juan, “porque es conveniente que cumplamos así toda justicia” y Jesús se humilla a sí mismo para llegar a ser uno con su pueblo, para asumir la deuda de ellos, su obligación con todos los aspectos de la ley. Y así se somete al bautismo. Eso es humillación.
Pero ¿qué pasa cuando lo hace? Los cielos se abren y el Espíritu Santo desciende como una paloma sobre su cabeza. Y luego pasamos por su ministerio y cuando llega hacia el final de su ministerio terrenal y anuncia a sus discípulos que ahora tiene que ir a Jerusalén para ser entregado en las manos de sus enemigos y ser arrestado, golpeado y ejecutado, ellos se horrorizan, porque este anuncio les pareció una contradicción a todas las esperanzas y todas las expectativas que tenían para Jesús. Ellos estuvieron con Él hasta el final; estaban convencidos ahora de que era el Mesías y era impensable para ellos, como cuando Pedro hizo su gran confesión en Cesarea Filipo, cuando Jesús dijo: «¿Quién decís que soy yo?» Pedro dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.»
Y Jesús lo bendice por decir eso, y luego unos minutos más tarde Jesús dice que el Hijo del Hombre tiene que sufrir. ¿Y cuál fue la respuesta de Pedro? “Eso nunca te acontecerá”. Eso no puede pasar. Y Jesús dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!», porque Pedro no estaba dispuesto a que Cristo entrara en este nivel de vergüenza y humillación. Y, sin embargo, Él les explica esto y luego pone su rostro como pedernal hacia Jerusalén y comienza su viaje final porque tiene una cita con la cruz. Y pocos días después de que les dice estas cosas, Él está en este monte con Pedro, Santiago y Juan, cuando ante sus propios ojos se transfigura ante ellos, y su vestimenta se vuelve más blanca que el blanco. Y este resplandor brillante empieza a brillar desde el interior de Cristo por lo que los discípulos caen sobre sus rostros con miedo y temblor y Jesús tiene una reunión allí, en el Monte de la Transfiguración, con Moisés y Elías quienes lo alientan en su misión.
Y más tarde, ya saben, cuando Juan escribe el prólogo de su Evangelio, dijo: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» y sigue el texto, dice: «Y vimos su gloria”. En los escritos de Pedro más tarde, Pedro también hace referencia a la transfiguración donde, en medio de esta progresión de la humillación a la exaltación, hay una intervención repentina, una intromisión breve, donde de repente la gloria oculta, escondida y encubierta de Cristo se manifiesta de gran manera ante los ojos de sus amigos cercanos inmediatos, Pedro, Santiago y Juan; y nunca lo olvidan. En la cruz, donde llegó a las profundidades de su humillación, tendemos a pensar que no hay gloria presente allí. Y, de nuevo, la concepción común es que el fin de la humillación, la línea entre la humillación y la exaltación toma lugar en la resurrección. No creo.
Si vemos, por ejemplo, en la profecía de Isaías 53 del Siervo Sufriente de Israel, habla de aquel sobre quien el Señor haría “que cayera la iniquidad de todos nosotros” y Dios lo heriría y así sucesivamente, para que hiciera su tumba, o, su sepultura con los ricos porque “no había hecho violencia”. Y se nos dice en las Escrituras que ni un hueso de su cuerpo se rompería. Eso es significativo porque cuando los prisioneros eran ejecutados por crucifixión por los romanos, cuando la ejecución terminaba, ellos rompían los huesos de las piernas de la víctima y luego las víctimas eran enterradas sin ceremonias o arrojadas al vertedero de despojos, el basurero, fuera de Jerusalén, y el nombre del basurero era Gehena.
Y recuerdan que entre el pueblo hebreo el nombre Gehena se convirtió en una metáfora del infierno mismo, porque este basurero, que está fuera de la ciudad por razones sanitarias, la forma en que se desechaba la basura era a través del quemado, y el departamento de saneamiento hacía viajes diarios al Gehena y se arrojaba basura fresca en ese montón, todos los días, para que el fuego nunca se apague. Y vemos esas imágenes cuando está describiendo el infierno, donde las llamas del infierno nunca se apagan. Así que la práctica normal para el entierro de una víctima, ejecutada por castigo romano, era que rompían sus huesos y arrojaban el cuerpo al basurero fuera de Jerusalén.
Pero los discípulos de Jesús y José de Arimatea hicieron una súplica especial a Pilato para que puedan darle a Jesús un entierro apropiado de acuerdo con la costumbre del Antiguo Testamento, y como la Escritura dice, la Palabra de Dios se cumplió para que no permitiera que su Santo sufriera corrupción, para que sus huesos no se rompieran. Y en lugar de ser arrojado al montón de basura, fue ungido con especias preciosas, algunas autoridades dicen que fueron 45 kilos de especias especiales y enterrado en la tumba de un hombre rico, cumpliéndose exactamente la profecía de Isaías capítulo 53.
Entonces, si lo van a mirar más de cerca, ven que la exaltación no empieza en la resurrección, sino en el momento de su muerte. En el momento de la muerte que cubre esa cortina, ese manto de humillación está siendo levantado cuando su cuerpo es tratado con mucho cuidado y se le da un entierro muy conmemorativo y luego, por supuesto, viene el gran destello de gloria cuando Dios sacude a toda la tierra y trae a su Hijo de regreso de los muertos para indicar que está completamente satisfecho con su obra. Ha sido resucitado para nuestra justificación, y Dios declara al mundo que éste es aquel a través del cual juzgará al mundo entero.
Ahora, en su estado resucitado sale de la tumba con el mismo cuerpo que fue puesto en la tumba, y eso es importante. No es como si ese cuerpo desapareciera o estaba escondido o fue enterrado en algún lugar y Jesús viene con un nuevo cuerpo. ¡No! Ese mismo cuerpo que fue enterrado sale de la tumba, pero sale cambiado. Ahora está glorificado. Entonces, el Cristo resucitado está en un estado glorificado, lo cual el apóstol nos explica en I Corintios 15, que es lo que prefigura los nuevos cuerpos físicos que disfrutaremos en la resurrección final, que Cristo es resucitado como el primogénito de muchos hermanos, y que participaremos en este tipo de cuerpo glorificado el cual es sembrado en deshonra, resucitado en honor; sembrado en mortalidad, resucitado en inmortalidad; sembrado en corrupción, resucitado en gloria.
Así que siempre estaremos con el Señor en el cielo. Pero también es significativo que la meta final del ministerio de Jesús, mientras estaba en esta tierra, no era la cruz, ni siquiera la resurrección. Sino que el clímax hasta este punto en la historia de la iglesia, que es realmente la penúltima meta de Cristo, la última meta está en su regreso final y la consumación de su Reino, la penúltima meta, la que ya ha tenido lugar, se encuentra en su ascensión, porque en la ascensión, Cristo es elevado al cielo – este es uno de los conceptos más mal entendidos en toda la Biblia. A veces la gente piensa en la ascensión como Jesús subiendo; eso significa que dejó esta tierra y se fue al cielo. ¡Qué lindo!
Bueno, Él ascendió en el sentido de subir, pero hay una singularidad en su ascensión, el ‘una vez para siempre’ de su ascensión. Jesús dice: «“Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo”.
En ese sentido está hablando en términos técnicos del significado de su ascensión. No significa simplemente subir e ir al cielo, porque todos los santos suben y van al cielo. Pero la ascensión es su elevación a su coronación, a su investidura como rey de reyes y como Señor de señores.
El Hijo del Hombre es recibido en el cielo y es coronado como el Rey de reyes y el Señor de señores.
Así que, en este momento gobierna como en el más alto cargo político del universo. Cristo tiene la posición de autoridad cósmica. Es el rey de todos los reyes, y el Señor de todos los señores, ahora mismo, gracias a la ascensión. Pero no sólo asciende a su coronación, sino que también estamos hablando de la ‘sesión’ que mencioné. Llamamos a los órganos gobernantes en ciertas iglesias por la palabra ‘sesión’. Es porque asumen un lugar en el liderazgo y en las decisiones, por eso se llama una ‘sesión’. Pero cuando Jesús entra en su ‘sesión’, se trata de su papel como Rey, donde Él está entronizado y sentado, ¿dónde? A la diestra de Dios.
Entonces, asciende para sentarse como Rey de reyes. Y es por eso que el credo dice: «Ascendió a los cielos; y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.» Pero antes de eso también tenemos que añadir que no sólo asciende para sentarse a la diestra del Padre, sino que también asciende al santuario celestial donde permanentemente funge como nuestro gran Sumo Sacerdote para siempre. Recuerden que en el Antiguo Testamento el sacerdote sólo podía entrar en el lugar santísimo una vez al año, y tenía una duración fija de vida. Cuando moría alguien más tendría que ser el sumo sacerdote y así sucesivamente.
Pero nuestro Sumo Sacerdote nunca muere y está allí intercediendo por nosotros y por su pueblo perpetuamente en el lugar santísimo celestial, y permanece allí a la diestra gobernando como nuestro Rey y ministrando como nuestro Sacerdote. “Dice el SEÑOR a mi Señor: Siéntate a mi diestra”. Te haré “sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec». Entonces, Cristo es a la vez Rey y Sacerdote, y exploraremos eso más cuando veamos los oficios de Jesús. Y entonces es desde ese lugar de exaltación, ese lugar de majestad, que regresará en gloria para consumar su reino.