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En la última sesión de nuestro estudio y visión general de todo el alcance de la teología, estábamos viendo el concepto de revelación, e hice una distinción entre revelación general y revelación especial. Y también hice una distinción, si recuerdas, entre la revelación general y la teología natural. Ahora, antes de pasar a la revelación especial, necesito hacer otra distinción que es muy importante con respecto a nuestro entendimiento de la revelación general, y esa es la distinción entre revelación general mediata y revelación general inmediata. Ahora, estos términos, mediato e inmediato, tienen que ver con la función o el uso de algo que se interpone entre dos puntos.
Cuando hablamos aquí de inmediato, no estamos usando el término ‘inmediato’, como lo hacemos con respecto al tiempo. Cuando quiero que algo suceda ahora mismo, diré que tiene que suceder inmediatamente. Eso no es lo que aquí tenemos en mente, sino más bien, de nuevo, si pensamos que Dios nos trasciende, y aquí estamos en la tierra, y Dios se está revelando a nosotros; y estábamos viendo la última vez cómo Dios se revela a sí mismo a través de la naturaleza de tal modo que esta revelación nos llega a través de algo que no sea Dios, sino de un medio. O hablamos hoy de los medios de comunicación, que se refieren a tipos específicos de comunicación. El periódico es un medio o una forma a través del cual se hacen anuncios; la televisión es un medio a través de la cual, de nuevo, se pueden ver o mirar los eventos; la radio es un medio, y así por el estilo.
Entonces, lo que un medio es aquí, es una manera o cosa intermediaria a través de la cual se comunica algo, y así cuando hablamos de la revelación general mediata, nos referimos a esa revelación que Dios da de sí mismo a través de un medio que no sea Él mismo. De nuevo, no estoy hablando de medios ocultos que realizan sesiones de espiritismo, ni ese tipo de cosas, sino que, el medio principal de revelación general es la naturaleza. Ahora, además de la revelación general mediata, las Escrituras también hablan de otra manera en la que Dios se revela a nosotros. Por ejemplo, vimos brevemente Romanos 1, donde el apóstol Pablo dijo que Dios se revela a sí mismo a través de las cosas que han sido hechas. Eso es una revelación general mediata.
Pero en Romanos 2, Pablo habla de que la ley de Dios está escrita en nuestros corazones.
Juan Calvino, por ejemplo, habló de lo que él llamó el sensus divinitatis, o el sentido de lo divino, que ha formado parte de nosotros desde nuestro nacimiento, que Dios planta en nuestras almas una conciencia de sí mismo. Se manifiesta en nuestra conciencia y en nuestro conocimiento de su ley. Ese conocimiento no es algo que recogemos a través de algún medio, sino más bien, que es una revelación que viene directamente de Dios a nosotros, y eso es lo que tenemos en mente cuando hablamos de revelación general inmediata. Muy bien, bueno, si tenemos esa distinción clara, entonces pasemos al concepto de revelación especial.
Ahora, ustedes recuerdan que cuando definimos la revelación general, dijimos que el término, ‘general’, se usa por dos razones: esa revelación general se refiere a esa revelación que Dios da de sí mismo a todas las personas en todas partes, y también que el contenido de esa revelación nos da un conocimiento de Dios en general. La revelación especial es esa revelación que Dios da, que no todos en el mundo tienen la oportunidad de recibir todavía. Es esa información que Dios nos da principalmente a través de la Sagrada Escritura, aunque veremos en unos momentos, no exclusivamente a través de la Sagrada Escritura, y tiene el contenido y la información que nunca podríamos obtener de la naturaleza. Nos habla del plan de redención de Dios, nos habla de la encarnación, nos habla de la cruz, de la resurrección, de cosas que no se pueden aprender mediante un estudio de la física o la biología o de cualquier otra parte del reino natural.
Ahora, en la Biblia misma, se nos da un testimonio en varias maneras en las que en el pasado Dios se reveló de una manera especial. Permítanme dirigir su atención a un momento en el primer capítulo del libro de Hebreos, el primer versículo, donde leemos estas palabras: «Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder». Ahora, la idea aquí con respecto a la revelación, y particularmente con respecto a la revelación especial, es que recibimos información distintiva de Dios mismo.
Ahora, eso es algo asombroso, una afirmación asombrosa, y esto está en la raíz y el corazón de una comprensión cristiana del conocimiento. En el campo de la filosofía, tenemos una subdivisión que llamamos epistemología y la epistemología es la ciencia del conocimiento; analiza la forma en que los seres humanos son capaces de adquirir conocimiento. Y los grandes debates oscilan entre si la primacía en el aprendizaje está en la mente y en la deducción racional o es la primacía del conocimiento en los sentidos, los cinco sentidos de vista, oído, gusto, tacto, olfato, etc., lo que llamamos el enfoque empírico del mundo externo.
Y así los filósofos han debatido cuál de esos dos tiene el más alto nivel de importancia y la primacía en términos del orden de saber. E incluso dentro de los círculos cristianos, el debate continúa sobre qué papel juega la razón y qué papel juegan los sentidos, etc., pero una cosa en la que debemos ser capaces de ponernos de acuerdo como cristianos es que el cristianismo se basa en última instancia en el conocimiento que nos llega de Dios mismo. Y eso se vuelve muy, muy importante para nuestra determinación de la verdad, porque manifiestamente, si obtenemos información del Creador acerca de sí mismo y sobre el mundo en el que vivimos y sobre nosotros mismos, ese conocimiento que proviene de Él será muy superior que cualquier cosa que podamos deducir de nuestro propio análisis de nuestra propia situación, de nuestra propia introspección, o de nuestra propia observación del mundo que nos rodea, porque aquí estamos obteniendo información y conocimiento que viene en última instancia de la misma mente de Dios.
Ahora, el autor de Hebreos aquí dice que en tiempos pasados, Dios se había revelado en muchas ocasiones y de muchas maneras. Bueno, piensen en algunas de las maneras, por ejemplo, que Dios se reveló al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Hubo esas ocasiones en que Dios habló a la gente quizá directamente. Hubo ocasiones en las que se reveló a sí mismo a través de los sueños. Hubo ocasiones en las que se reveló a sí mismo a través de señales particulares, como lo hizo con Gedeón. Hubo momentos en que se reveló a sí mismo a través de echar suertes o a través del Urim y Tumim por los sacerdotes y así por el estilo en el Antiguo Testamento; y hubo momentos en que se manifestó a través de lo que se llama una teofanía; y debemos estar familiarizados con este término porque apunta a un tipo muy importante de revelación por la cual Dios dio a conocer al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento.
Una teofanía, por definición – obtenemos la palabra, el principio, theos, que significa ‘Dios’, y la palabra – la raíz, ‘phan’ que viene de la palabra, ‘phaneros’ que significa ‘manifestación’ y por lo tanto una ‘teofanía’ es simplemente una manifestación de Dios, que es una manifestación visible externa del Dios invisible. Bueno, ¿cuáles son los ejemplos de teofanías que podemos encontrar en el Antiguo Testamento? Tal vez el más famoso de estos hubiera sido la zarza ardiente que Moisés notó en el desierto madianita, cuando vio esta zarza que estaba ardiendo, pero no fue consumida, y llegó cerca de la zarza y Dios habló audiblemente a Moisés desde la zarza, diciendo: «YO SOY EL QUE SOY», y así la zarza era una manifestación visible externa del Dios invisible.
La columna de nube y la columna de fuego que guio al pueblo de Israel a través de su peregrinaje en el desierto después del éxodo, también habrían sido manifestaciones visibles externas del Dios invisible. Es ese tipo de cosas, la teofanía que Abraham veía cuando Dios hizo el pacto con él, del horno humeante y la antorcha ardiente que pasaba entre los pedazos de animales que a Abraham se le requirió que cortara por la mitad. Así que estas son algunas de las formas en que Dios se manifestó en el Antiguo Testamento, pero el método principal que Dios usó para comunicarse con el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento fue el uso de lo que llamaríamos agentes de revelación. Y estos, por supuesto, eran en el Antiguo Testamento, los profetas.
Ahora, los profetas eran seres humanos como nosotros. Usaban el lenguaje humano tal como lo usamos nosotros, pero cuando hablaban, habían recibido información de Dios y fungían como recipientes o conductos de revelación divina para que cuando dieran su mensaje, ellos precedieran el inicio de su mensaje – diciendo: «Así dice el Señor». Y, por supuesto, los anuncios y pronunciamientos y escritos de los profetas canónicos se pusieron en la escritura y llamamos a eso la palabra ‘inscriturada’, de modo que el Antiguo Testamento es producido por personas como nosotros, que, a diferencia de nosotros, fueron designados por Dios para ser portavoces de Él, a través de quienes dio su revelación a su pueblo. Y así el Antiguo Testamento es muy consciente de la importancia de la función de los profetas.
Por supuesto, te das cuenta de que hubo grandes luchas en el antiguo Israel porque no todos los que decían ser profetas eran en realidad profetas; y de hecho, la mayor lucha que Israel tuvo en su historia no fue con las naciones beligerantes que eran hostiles hacia ellos y a menudo los invadían, pero el mayor problema con el que Israel luchó en su historia, como encontramos registrado en el Antiguo Testamento, era con los falsos profetas que estaban en el campo o dentro de las mismas puertas de la ciudad, quienes eran conocidos por enseñar al pueblo lo que el pueblo quería oír en lugar de la verdadera revelación que provenía de Dios.
Jeremías, por ejemplo, a través de todo su ministerio, estaba plagado por los falsos profetas que se habían infiltrado en la ciudad, y cada vez que Jeremías advertía al pueblo del juicio inminente de Dios, el resto de estos falsos profetas declaraban a la gente que no tenían que preocuparse, los buenos tiempos estaban aquí de nuevo, podían estar a gusto en Sion e hicieron todo lo posible para sofocar el mensaje de los profetas. Los profetas eran personas muy impopulares, obviamente, en el Antiguo Testamento, por lo que era muy importante que hubiera maneras de distinguir entre un profeta verdadero y un profeta falso, y básicamente, eso se redujo a tres maneras o tres pruebas para ver quién era un verdadero vehículo para la revelación divina. Y por supuesto, la primera prueba fue el llamado.
Es por eso que cuando leemos en el Antiguo Testamento, veremos a varios de los profetas relacionar y relatar para sus lectores las circunstancias en las cuales fueron llamados específicamente y ungidos a la tarea de la empresa profética – personas como Amós, personas como Jeremías. Isaías habló de su experiencia en el templo, Ezequiel, donde come el pergamino que Dios le da, y así sucesivamente. Los profetas eran celosos de mostrar que habían sido llamados de inmediato y directamente por Dios y comisionados para esa tarea. En el Nuevo Testamento, la contraparte del profeta es el apóstol, y de nuevo, el criterio principal de un apóstol en el Nuevo Testamento era que un apóstol era llamado directa e inmediatamente por Cristo, porque ser un apóstol significa ser uno que es enviado o comisionado con la autoridad de quien lo está enviando. Jesús dijo de sus apóstoles: «El que a vosotros escucha, a mí me escucha, y el que a vosotros rechaza, a mí me rechaza».
Y una de las grandes controversias que encontramos en las páginas del Nuevo Testamento en sí es que uno de los apóstoles más importantes en el Nuevo Testamento no era uno de los discípulos originales, y es posible que ni siquiera conoció a Jesús durante el ministerio terrenal de Jesús, no era un testigo ocular de la resurrección como el resto de ellos, y por lo tanto parecía carecer de las credenciales necesarias para ser apóstol; y es por eso que el apóstol Pablo registra tan a menudo en el Nuevo Testamento, ya sea por su propio testimonio o por el testimonio de Lucas, las circunstancias de su llamado en el camino a Damasco. Y luego, por supuesto, los otros apóstoles confirmaron la autenticidad del apostolado de Pablo.
Y la Biblia dice que, juntos, los profetas y los apóstoles forman el fundamento de la iglesia y eso es porque es sobre el fundamento de la revelación de la verdad de Dios a través de los profetas, a través de los apóstoles, que forman el fundamento mismo de la iglesia. Ahora, otra prueba del profeta en el Antiguo Testamento fue la presencia del milagro. Ahora, si leen el registro de los profetas del Antiguo Testamento, verán que no todos los profetas del Antiguo Testamento realizaron milagros, sino que el ministerio profético fue autenticado al principio por la oleada de milagros que rodearon primero a Moisés y luego a Elías; y es en esa línea que los otros profetas siguieron. Y los apóstoles del Nuevo Testamento también fueron confirmados como agentes de revelación en virtud de sus milagros.
Es por eso que era un asunto tan crítico en las Escrituras determinar si un supuesto milagro era cierto, porque los magos en la corte de Faraón tenían sus trucos de oficio y las cosas que hicieron fueron fraudulentas, pero no eran profetas, porque los trucos que hicieron no eran verdaderos milagros. Pero, en tercer lugar, otra prueba muy importante era el cumplimiento: ¿sucedieron las cosas que los profetas anunciaron que ocurrirían? Los falsos profetas decían que tal y tal cosa iba a suceder, y no sucedía, por lo que su mensaje fue falso en virtud del fracaso de sus palabras para que acontecieran. Así que, es a través de la función de los profetas y los apóstoles en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, y el Nuevo Testamento también nos da un registro escrito de la revelación especial que nos dan los agentes de Cristo, quienes son sus vehículos autorizados de revelación.
Notamos que Jesús no dejó ningún manuscrito que llevara su firma; Él no fue el autor de algún libro. Todo lo que sabemos acerca de Él está contenido esencialmente en el registro del Nuevo Testamento que nos llega a través de la obra de sus apóstoles, y son sus emisarios a quienes se les ha dado su autoridad para hablar en su nombre. Ahora, además de estas formas de revelación especial que he mencionado y, sobre todo, la Biblia, el autor de Hebreos dice que hay otra dimensión de revelación especial y que es la revelación suprema de Dios y que está en el Verbo encarnado. Tenemos la palabra escrita, que es la Biblia, que nos da una revelación especial, pero también tenemos el verbo o la Palabra de Dios encarnada sobre quien aprendemos a través de la palabra escrita, por lo que no queremos divorciar esas dos palabras la una de la otra.
Pero el que encarna la misma Palabra de Dios es Jesús mismo, como el autor de Hebreos declara, diciendo: «Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones… a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas… Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza». Ustedes recuerdan en el aposento alto, cuando los discípulos se reunieron con Jesús, y le dijeron a Jesús: «Muéstranos al Padre, y nos basta», y Él les respondió diciendo: «¿Tanto tiempo he estado con vosotros…? ¿No saben que el que me ha visto a mí, ha visto al Padre?» Porque el jefe de todos los apóstoles, aquel a quien Dios elige como su primordial y principal vehículo de auto-divulgación es Cristo mismo. En Cristo, encontramos la plenitud de la revelación del Padre.