Una mente cautivada por Dios
6 enero, 2022Confesión diaria, reforma perdurable
8 enero, 2022El «TULIP» y la teología reformada: la perseverancia de los santos
Nota del editor: Este es el sexto artículo en la serie especial de R.C. Sproul: El «TULIP» y la teología reformada
Escribiendo a los filipenses, Pablo dice: «el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Flp 1:6). Ahí está la promesa de Dios de que lo que Él comienza en nuestras almas, Él tiene la intención de terminarlo. Así que, el antiguo axioma en la teología reformada sobre la perseverancia de los santos es este: si la tienes (es decir, si tienes una fe genuina y estás en un estado de gracia salvadora), nunca la perderás. Si la pierdes, nunca la tuviste.
Sabemos que muchas personas hacen declaraciones de fe, y luego se apartan y repudian o se retractan de esas declaraciones. El apóstol Juan señala que hubo quienes abandonaron la compañía de los discípulos, y dice de ellos: «Salieron de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros» (1 Jn 2:19). Por supuesto, estaban con los discípulos en cuanto a las apariencias externas antes de apartarse. Habían hecho una declaración externa de fe, y Jesús deja claro que es posible que una persona haga esto aunque no posea lo que está profesando. Jesús dijo: «ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZÓN ESTÁ MUY LEJOS DE MÍ» (Mt 15:8). Al final del Sermón del monte, Jesús incluso advierte que en el día final muchos vendrán a Él diciendo: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y entonces Él los apartará diciendo: «Jamás os conocí; APARTAOS DE MÍ, LOS QUE PRACTICÁIS LA INIQUIDAD» (Mt 7:22-23). No dirá: «Os conocí por un tiempo y luego os volvisteis amargos y me traicionaron». Dirá: «Nunca fuisteis parte de mi iglesia invisible». Todo el propósito de la elección de Dios es llevar a Su pueblo a salvo al cielo; por lo tanto, lo que Él comienza promete terminarlo. Él no solo inicia la vida cristiana, sino que el Espíritu Santo está con nosotros como el santificador, el que trae convicción y el ayudador para asegurar nuestra preservación.
Quiero enfatizar que esta perseverancia en la fe no descansa en nuestra fuerza. Incluso después de ser regenerados, seguimos cayendo en pecado, aun en pecados graves. Decimos que es posible que un cristiano experimente una caída muy grave, hablamos de recaídas, hablamos de lapsos morales, etc. No puedo pensar en ningún pecado, aparte de la blasfemia contra el Espíritu Santo, que un cristiano verdaderamente convertido no sea capaz de cometer.
Consideremos, por ejemplo, el modelo de David en el Antiguo Testamento. David fue con seguridad un hombre conforme al corazón de Dios. Ciertamente fue un hombre regenerado. Tenía el Espíritu de Dios en él. Tenía un amor profundo y apasionado por las cosas de Dios. Sin embargo, este hombre no solo cometió adulterio, sino que también estuvo involucrado en una conspiración para que el esposo de su amante fuera asesinado en la guerra, lo que en realidad era una conspiración para asesinar. Eso es un asunto serio. Aunque vemos un serio nivel de arrepentimiento al que David fue guiado como resultado de las palabras que le dirigió el profeta Natán, el punto es que David cayó, y cayó seriamente.
El apóstol Pablo nos advierte que no debemos tener una perspectiva engreída de nuestra propia fuerza espiritual. Dice: «Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga» (1 Co 10:12). Caemos en actividades muy serias. El apóstol Pedro, incluso después de haber sido advertido, rechazó a Cristo, jurando que nunca lo había conocido (una traición pública a Jesús). Cometió traición contra Su Señor. Cuando se le advirtió de esta eventualidad, Pedro dijo que nunca sucedería. Jesús le dijo: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos» (Lc 22:31-32). Pedro cayó, pero volvió. Fue restaurado. Su caída fue por una temporada. Por eso decimos que los verdaderos cristianos pueden tener caídas radicales y graves, pero nunca caídas totales y definitivas de la gracia.
Creo que este pequeño eslogan, la perseverancia de los santos, es peligrosamente confuso. Sugiere que la perseverancia es algo que hacemos, tal vez en y por nosotros mismos. Creo que los santos sí perseveran en la fe, y que los que han sido llamados eficazmente por Dios y han nacido de nuevo por el poder del Espíritu Santo perduran hasta el final. Sin embargo, ellos perseveran no porque sean muy diligentes en hacer uso de las misericordias de Dios. La única razón que podemos dar al porqué cualquiera de nosotros continúa en la fe es porque hemos sido preservados. Así que prefiero el término la preservación de los santos, porque el proceso por el cual somos guardados en un estado de gracia es algo realizado por Dios. Mi confianza en mi preservación no está en mi habilidad para perseverar. Mi confianza descansa en el poder de Cristo para sostenerme con Su gracia y por el poder de Su intercesión. Él nos llevará a salvo a casa.
Ver además:
- El «TULIP» y la teología reformada: una introducción
- El «TULIP» y la teología reformada: depravación total
- El «TULIP» y la teología reformada: la elección incondicional
- El «TULIP» y la teología reformada: la expiación limitada
- El «TULIP» y la teología reformada: la gracia irresistible
- El «TULIP» y la teología reformada: la perseverancia de los santos
Publicado originalmente en el Blog de Ligonier Ministries.