Sinclair Ferguson: El Espíritu en ti

Debido a que Dios condenó el pecado en la carne de Su Hijo, ahora estamos habitados por el Espíritu Santo, que nos permite agradar al Señor a medida que ponemos nuestra mente en el Espíritu. En este mensaje, el Dr. Sinclair Ferguson nos brinda una exposición de Romanos 8:4-11, examinando los muchos beneficios del Espíritu de Dios que mora en los creyentes.

Transcripción

Estamos llegando al segundo estudio de este gran capítulo en Romanos 8. Y quiero que en esta ocasión leamos Romanos 8 del versículo 5 al 11. Romanos 8, versículos del 5 al 11. Y si lo estás buscando en tu Biblia, déjame decirte sobre el gran gozo y privilegio que es ser parte de esta conferencia, y especialmente porque estamos estudiando juntos este magnífico capítulo escrito por el apóstol Pablo.

Escuchemos lo que la Palabra de Dios nos ha dado en Romanos 8:

Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él. Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia. Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros.

Bueno, tomemos un momento para pedir la ayuda del Señor conforme estudiamos estos versículos.

Nuestro Padre Celestial, te agradecemos por habernos dado tu Palabra en la Escritura y porque es útil para enseñarnos, reprendernos, corregirnos e instruirnos en justicia. Y oramos para que por la ayuda del Espíritu Santo, podamos ser capaces de entender correctamente lo que nos has dado aquí en la Escritura, y que por el mismo Espíritu que inspiró las Escrituras, oramos para poder aplicarlo no sólo en nuestro pensamiento, sino también en nuestros sentimientos y en nuestra voluntad y en nuestra vida. Pedimos esto en el nombre de nuestro Salvador Jesús. Amén.

Bueno, Romanos capítulo 8 es reconocido, creo, por muchos cristianos como el capítulo más grande en la Biblia, ciertamente el capítulo más grande en las cartas de Pablo. E imagino, como muchos otros cristianos, que muchos de nosotros tenemos un verso en algún lugar de Romanos 8 que está grabado en nuestra mente y quizá algunos lo llamen su versículo de vida. Pero estos versículos al principio del capítulo, en los versículos 5 al 11, están probablemente entre los menos estudiados, pero al mismo tiempo tienen una tremenda importancia para nosotros en la vida cristiana.

Una de las razones para esto, claro, es porque aquí en Romanos 8, como vemos algunas veces, Pablo nos entrega este gran capítulo sobre la persona y ministerio del Espíritu Santo. Y es de hecho una de las cosas más importantes sobre esta carta a los Romanos, que hay una explosión súbita que nos refiere al Espíritu justo al inicio del capítulo 8. De hecho, en los primeros 11 versículos, creo que hay tres veces más referencias al Espíritu Santo que en los primeros siete capítulos.

Pero es importante que reconozcamos que este hecho no desconecta a Romanos 8 de lo que Pablo ha estado diciendo. Y creo que es muy útil que entendamos que lo que está diciendo aquí encaja en un patrón más grande de su enseñanza. La sección central en los primeros ocho capítulos de Romanos se encuentra ciertamente en el capítulo 5, versículo 12 al 21. Este capítulo explica lo que Pablo ha dicho sobre la pecaminosidad del hombre y su necesidad de salvación y también sienta las bases para lo que sigue en los capítulos 6, 7 y 8.

Y recuerdan cómo en el capítulo 5, del 12 al 21, el apóstol está explicando que el pecado entró al mundo por medio de Adán y la salvación entró a un mundo pecaminoso por medio de nuestro Salvador Jesucristo. Y todos los hombres o están en Adán como estamos por naturaleza o en Cristo como estamos por gracia. Y él ha terminado su capítulo al hablar sobre la forma en la que la gracia reina por medio de la justicia para vida eterna, a través de Jesucristo, nuestro Señor. Y en los capítulos siguientes, él ha estado explicando la importancia de eso.

En el capítulo 6 dice que hemos muerto al dominio del pecado. Y aún así, no estamos aún libres de la presencia del pecado. En el capítulo 7, él nos ha asegurado que como cristianos en Cristo, hemos muerto a la ley. Pero en el resto del capítulo, él deja claro que ninguno de nosotros es aún perfecto conforme a los estándares de la ley.

Así que aunque hemos muerto al pecado, aún luchamos contra él. Y aunque hemos muerto a la ley, necesitamos seguir creciendo en gracia para que las demandas de la ley sean cumplidas en nosotros, como lo dice Pablo al principio del capítulo 8. Y ahora en el capítulo 8, él está presentándonos esta maravillosa verdad de que hemos sido libertados de por vida por la presencia del Espíritu Santo. Y aún así seguimos necesitando, como lo dice más adelante en nuestro pasaje, justo ahora, necesitamos seguir luchando contra el pecado de la carne. 

Entonces la gloria del evangelio es que la salvación ya ha sido lograda en nuestras vidas en Jesucristo. Pero como dice Pablo a los filipenses, debemos ejercitar nuestra salvación, por así decirlo, con nuestros pies y nuestros dedos. Y él nos está ayudando a entender en estos capítulos cómo el evangelio nos transforma de este modo particular. Y lo que está diciendo ahora es que por el ministerio del Espíritu, ya no hay más condenación para el creyente.

Probablemente notaste lo que dice en los versículos uno y dos, lo que a primera vista parece raro. Él dice que no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús por lo que el Espíritu de Dios hace. Ahora, estamos acostumbrados a pensar que no hay condenación para nosotros por lo que Cristo ha hecho por nosotros en la cruz. Entonces ¿qué quiere decir Pablo aquí? Bueno, como sabes, la respuesta recae en el uso de la palabra «condenación». La palabra griega «katakrima» que usa aquí no sólo aplica para la sentencia que un juez dicta sobre alguien culpable, para que en Cristo no haya condenación para nosotros. También aplica sobre la sentencia que el prisionero culpable va a cumplir. Y este es el punto que Pablo está haciendo a lo largo de todo Romanos 8. No sólo que somos libertados de la culpa del pecado en Jesucristo, sino que por el Espíritu Santo, somos libertados de una vida en la que somos prisioneros del pecado, prisioneros de la carne. Y ese es el punto al que nos está llevando en los versículos 5 al 11.

Podemos pensarlo de esta manera. La ley del Antiguo Testamento puede decirle a un leproso que tiene lepra y entonces está excomulgado de la comunidad, o podía decirle a alguien que no tenía lepra que no tenía lepra. Lo que la ley no podía hacer era transformar a un leproso en alguien que estaba limpio. No tenía el poder para hacer tal transformación.

Y recuerdas cómo en estas bellas historias del evangelio, el Señor Jesús hizo lo que la ley no podía hacer. Y es esto exactamente lo que Pablo ha estado diciendo, ¿no es cierto? La ley nos condenó, pero Cristo llevó la culpa de nuestro pecado. Y ahora, por decirlo así, Él está extendiendo Su mano, Él nos está dando Su Espíritu Santo para transformarnos de modo que ya no seamos más esclavos de la carne, sino que seamos libres para vivir en comunión con Dios y Su pueblo por el Espíritu Santo.

Y claro, el hecho es que sólo comienzas a entender estas realidades cuando las has experimentado por cuenta propia. Recuerdo que como adolescente, discutía con amigos que se habían convertido, que las experiencias de las que hablaban no podían ser reales porque yo no las había tenido. Y eso es lo que muchas veces es verdad para nosotros ¿no es así? Cuando llegamos a la fe en Jesucristo y se nos da el Espíritu Santo, entramos a este nuevo mundo de experiencia al que estábamos ciegos, no podíamos ver el reino de Dios, no podíamos entrar al reino de Dios.

Y Pablo nos está ayudando aquí a entender lo que esto significa. Él nos está ayudando a entender lo que Cristo ha hecho por nosotros y lo que Cristo hace en nosotros. Y como un buen maestro, él lo pone tanto de forma positiva como negativa. Debes haber notado conforme lees las cartas de Pablo qué tan seguido hace esto. Él dice, «ya no es esto, sino que ahora es esto». Y aquí, el contraste es muy obvio. Estás en Cristo, ya no estás en Adán. Estás viviendo en el Espíritu, ya no más en la carne. Mira eso, dice, en los contrastes entre tu antigua vida en la carne y tu nueva vida en el Espíritu Santo.

Y quiero que notes tres elementos particulares, tres contrastes particulares que muestra en los versículos 5 al 11. El primero está en el versículo 5, donde muestra un contraste en la forma de pensar. Así son nuestras mentes… la forma en la que nuestras mentes tienden a enfocarse en ciertas formas, las formas en las que vemos las cosas. Él dice que el Espíritu Santo transforma nuestra mente. Escucha sus palabras. Él dice que aquellos que viven conforme a la carne, lo hacen porque su mente está en la carne, mientras que los que viven en el Espíritu, lo hacen porque sus mentes están en el Espíritu. La mente, dice Pablo, en cierta forma, es como una brújula. Y la pregunta es, ¿cuál es el norte al que apunta? ¿Es abajo, hacia la carne, por así decirlo, o arriba, hacia el Espíritu Santo?

Normalmente, cuando íbamos a contratar a alguien para un empleo en la iglesia que servía, y yo era parte del proceso de entrevistas, hacía esta pregunta con tanta frecuencia que los otros miembros del equipo le decían a los candidatos que les haría esa pregunta. Y la pregunta era, ¿en qué piensas cuando no tienes nada más en qué pensar? Y Pablo está diciendo que antes de venir a la fe en Jesucristo, nuestras mentes gravitaban hacia la carne, hacia este mundo, hacia ver las cosas a través de estos ojos mundanos. Pero ahora nuestras mentes se mueven hacia una perspectiva totalmente distinta.

Recuerdo haber escuchado una ilustración muy impactante de esto hace muchos años en un programa de BBC Radio en Escocia. Era un programa sobre gente famosa describiendo cómo sería el cielo. Y lo increíble es que se le preguntaba a esta gente cómo se imaginaban que sería el cielo. Y al escuchar este programa de 30 minutos, comencé a notar un patrón muy claro. Uno tras otro de estos famosos describieron cómo pensaban que sería el cielo y ninguno de ellos mencionó la presencia de Dios. Porque sus mentes estaban dominadas por la carne y no, como dice Pablo aquí, dominadas por el Espíritu.

¿No es esta una de las gloriosas transformaciones que suceden en nuestra vida? No es que inventamos esto, es que cuando el Espíritu viene a habitar en nosotros vemos el reino de Dios, entramos al reino de Dios, experimentamos los poderes de lo que está por venir. Y Pablo está diciendo que produce una forma de pensar completamente distinta.

Recuerdo que como adolescente leí un libro por John R. W. Stott, y una frase me impactó mucho en ese libro que decía: «El secreto de una vida santa está en la mente». Y me impactó porque creo que estaba rodeado por una especie de cristianismo que enseñaba que el secreto de la vida cristiana recae en lo que sientes o quizá, en lo que haces. Pero entiendes cuando lees en el Nuevo Testamento que el secreto de una vida transformada recae en la mente. Recuerdo cómo Pablo más adelante explica que esta transformación no está en lo que sientes o lo que haces, sino en la renovación de tu mente. Y es cuando nuestras mentes son renovadas y son recalibradas por el Espíritu, que nuestros afectos son transformados. Y amamos lo que una vez odiamos y nuestra voluntad es transformada y deseamos lo que una vez despreciamos. Y experimentamos lo que uno de mis compatriotas dijo hace casi 200 años, «El poder explosivo de un nuevo afecto». Porque el Espíritu Santo transforma nuestro pensamiento.

Ahora, hay un segundo contraste que presenta Pablo. Y está en el versículo 6 y los que siguen. Él explica esto, dice, «Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz». Así que hay un contraste en la forma de pensar, pero también en el efecto. Cuando tu mente está puesta en la carne, lleva a la muerte.

Recuerdas lo que Santiago dice en el capítulo 1, escribiendo antes de que lo hiciera el apóstol Pablo. Él dice, esto es lo que nos pasa, «alguien es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz [y cuando ha dado a luz] el pecado; y [este] es consumado, engendra la muerte».

Siempre me he preguntado si Santiago, o quizá incluso Pablo en este pasaje aquí, tenían la terrible historia de David en 2 de Samuel 11 y 12 en mente. Donde recuerdas que David pecó. Cómo se desarrolló y a qué condujo. Llevó a la muerte de Urías el hitita, el esposo de Betsabé. Y llevó a la muerte del pequeño niño que nació de su unión adúltera. Y es una imagen tan dramática de lo que sucede como resultado del pecado. El pecado no sólo produce en nosotros una mente conforme a la carne. Sino que el pecado, en última instancia, produce muerte espiritual.

Y esa muerte espiritual se ve, dice el apóstol Pablo, de esta forma. Él dice que «la carne es enemiga de Dios». ¿No es eso interesante? «La mente puesta en la carne —versículo 7— es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo». 

Probablemente todos tenemos este tipo de experiencia. Hay algunas cosas, no sólo que no las entendamos, es que ni siquiera queremos pensar en ellas. Puede ser una materia en la escuela en la que estabas interesado, en algunas cosas y no en otras, y no podías forzarte, no podías obligarte a estar interesado en esas cosas. Y Pablo está diciendo, esta es, esta es, la situación del incrédulo. Y el incrédulo, claro, dice, «bueno, cuando llegue el momento, confiaré en Dios y lo seguiré», y siempre digo, «¿me aseguras que podrás hacerlo queriendo hacerlo ahora? Solo muéstrame que puedes hacerlo ahora». Y por supuesto, no pueden, no pueden hacerlo. Y esa es la tragedia de esta situación, dice el apóstol Pablo. Es porque en su interior, sin importar cómo se vea el exterior, por naturaleza interiormente son enemigos de Dios. No pueden sujetarse a la ley de Dios. Y por lo tanto, no pueden agradar a Dios.

Así que hay un contraste en la forma de pensar y hay un contraste en los efectos. La carne lleva a la muerte. Pero el Espíritu, dice el apóstol Pablo, y la mente puesta en el Espíritu, lleva a la paz en lugar de a la hostilidad, y a la vida en lugar de a la muerte. Y amigos ¿no fue esta su experiencia al venir a Cristo? La paz con Dios por medio del Señor Jesucristo, pero también un tremendo sentido de que la promesa de Jesús se ha hecho realidad: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». Y es sólo cuando, cuando estamos del otro lado, que ya no estamos en Adán, sino ahora en Cristo, que comenzamos a entender lo que el apóstol Pablo está diciendo aquí. Y él nos está ayudando a verlo claramente al trazar estos contrastes, un contraste en la forma de pensar y un contraste en los efectos.

Y tercero, hay un contraste en las explicaciones. ¿Cuál es la explicación para esto? Bueno, él comienza a decirnos en los versículos 9, 10 y 11. Dice que la explicación es que ya no estás en la carne, sino en el Espíritu, si el Espíritu de Dios habita en ti. Piensa en estos dos términos, carne y Espíritu, como dos naciones. La nación de la carne en la que una vez viviste y la nación del Espíritu a la que ahora has llegado. Esto es lo que te ha pasado a ti. Has sido sacado de la nación en la que Adán era rey y el pecado reinaba en la muerte por la carne, y has sido traído a la nación del Rey Jesús, donde la gracia reina a través del Espíritu y produce justicia. Y Pablo quiere que entendamos que una vez fuimos ciudadanos de la nación de la carne, pero ahora somos ciudadanos de la nación del Espíritu. Se nos ha dado una nueva identidad en Jesucristo. Y esa nueva identidad involucra este glorioso ministerio del Espíritu Santo.

Y notarás cómo lo enfatiza. Dice: «Vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu —versículo 9— si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros». Y luego lo refrasea y lo dice de esta forma: «Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él». Y luego lo vuelve a refrasear, diciendo: «Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia».

Tú necesitas detenerte y pensar en esto. Pablo está diciendo que las tres Personas de la Trinidad están involucradas en transformarte. Dios, el Padre que envía Su Espíritu. Cristo, el Hijo cuyo Espíritu viene a habitar en ti. Y Cristo mismo habita en ti, dice, si el Espíritu de Cristo habita en ti.  

No sé si el apóstol Pablo conocería siquiera las palabras de Jesús que Juan registra en el capítulo 14 de su evangelio. Pero recuerdas cómo Jesús prometió que cuando el Espíritu venga, el Padre y el Hijo vendrán y habitarán en el creyente. Harán del creyente su casa. Y esa es la explicación. Que el Espíritu del Padre y el Hijo ha llegado a habitar en mí como un humilde cristiano que ha creído en Jesucristo y ha sido traído del reino de Adán al Reino de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

Entonces, ¿qué es importante que entendamos de esta explicación? Es que aunque ahora somos ciudadanos del Reino de Cristo donde reina el Espíritu, la verdad del asunto es que aunque somos ciudadanos del Reino de Cristo donde reina el Espíritu, somos personas que una vez fueron ciudadanos de la nación de la carne. Y como continúa diciendo, en el poder del Espíritu necesitamos ser capaces de matar, de eliminar las características que teníamos cuando éramos ciudadanos de esa antigua nación. ¿Cómo podremos hacer esto? Es porque aunque ya no estamos en la carne sino en el Espíritu, el Espíritu nos da poder para vivir para la gloria del Señor Jesucristo.

Así que conforme llegamos al final de este pequeño estudio, permíteme terminar enfatizando dos importantes lecciones que fluyen del pasaje como un todo. La primera es esta. Que estos contrastes nos ayudan a ver lo maravilloso de la transformación que nuestro Señor Jesucristo ha hecho en nuestra vida. Y el contraste es útil ¿no es así? Muchas veces sólo vemos las cosas con claridad cuando las vemos por medio de un contraste con su opuesto. Y Pablo nos está enseñando la absoluta maravilla de esta transformación que Dios ha forjado en nosotros. Que al no ser ya condenados por nuestros pecados porque somos justificados en Jesucristo, la vida del cristiano ya no es como cumplir una sentencia, sino como salir de prisión, siendo capaces de vivir cada vez más para la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

«Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne —dijo antes— Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado [condenando] al pecado en la carne, para que el requisito de la ley [pudiera comenzar a cumplirse] en nosotros —de acuerdo a la promesa en Jeremías 31— que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu».

Sabes, hablando por mí, esa fue una de las más memorables transformaciones que experimenté al convertirme. Crecí en un hogar donde no íbamos a la iglesia, pero guardábamos el día de reposo. Y era terrible para mí porque no se me permitía hacer nada. Tenía la ley sin el evangelio. Y no lo disfrutaba, me sentía prisionero. Y luego vine a la fe en Jesucristo, y ese día se transformó para mí en el día de comunión con mi Salvador resucitado, el Señor Jesucristo. Y de un día para otro pasó de ser el peor día de la semana al mejor día de la semana. Y es así como  el Espíritu trabaja.

Así que Pablo nos está ayudando a ver lo maravilloso de la transformación que hace el Espíritu. Pero también nos ayuda a ver lo maravilloso de la nueva identidad que se nos da por la presencia del Espíritu. Hay un Himno que solíamos cantar en Escocia que tiene esta frase: «Piensa qué Espíritu habita dentro de ti, que la sonrisa de nuestro Padre es tuya». Y me pregunto si pensamos así. Con frecuencia pensamos sobre los dones del Espíritu y la gente quiere el poder del Espíritu, pero lo que Pablo está enfatizando aquí no son los dones del Espíritu; no necesariamente el poder del Espíritu, sino la presencia del Espíritu que viene a habitar en mí como el Espíritu de Jesucristo. Y ayudándome a entender que fui sacado de esa vieja nación de Adán hacia la nueva nación de Jesucristo. Y se me ha dado una identidad completamente diferente como alguien en quien el Espíritu del Señor Jesús habita.

Lo dice muy brevemente en Colosenses 1:27, ¿no es cierto? Dice, oh cristiano, entiende que Cristo habita en ti por Su Espíritu como “la esperanza de la gloria”. Nunca olvidaré la primera vez que escuché un sermón sobre ese versículo, tenía unos 15, casi 16 años. Salí de la iglesia, miré a ambos lados de la calle para que nadie me viera. Y luego bailé todo el camino a casa por el gozo de pensar, «Soy alguien a quién se le ha dado una identidad nueva, porque el Espíritu Santo habita en mí y el Señor Jesús ha traído Su reino a mi vida».

Creo que eso es de enorme importancia para nosotros. Pero quizá especialmente importante para los más jóvenes. Nuestros gobiernos gastan billones de libras y dólares en ayudar a los jóvenes a elegir su identidad, como si pudieran. Y esto es algo que hace que alguien joven, hombre o mujer, destaque en este mundo impío. Que ellos saben quiénes son. Saben cuál es su identidad. Han venido a la fe en Jesucristo y en sus vidas habita el Espíritu del Señor Jesús. Y esa es la verdad fundamental sobre ellos.

Entonces, amigos, ¿han comprendido esto? Este contraste de las formas de pensar. Este contraste radical de los efectos. Este maravilloso contraste en las explicaciones. Y la absoluta maravilla de ser alguien en quien el Espíritu del Señor Jesús habita. ¿Quién? ¿Quién no pensaría que la vida cristiana es lo más glorioso en todo el mundo si supiera en quién él o ella se ha convertido gracias a la morada del Espíritu Santo?

Dios nos ayude a disfrutar lo que significa que no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Padre Celestial, enséñanos, oramos, a saber quiénes somos. Llénanos de gozo por Tu Espíritu. Ayúdanos a vivir conforme al Espíritu y ya no más conforme a la carne. En el nombre de nuestro Salvador Jesucristo oramos. Amén.