Stephen Nichols: La gloria que ha de ser revelada

En la salvación, Dios se ocupa no solo de redimir nuestras almas, sino también de salvar finalmente nuestros cuerpos. La esperanza cristiana es la esperanza de la resurrección, en la que moraremos con Dios para siempre en una nueva creación libre de todo defecto moral y físico. En este mensaje, el Dr. Stephen Nichols explora la esperanza de nuestra resurrección según Romanos 8:18-25, recordando a los creyentes que, en última instancia, nuestros cuerpos serán salvados al igual que nuestras almas.

Transcripción

Es un gran gozo y privilegio estar con ustedes en esta conferencia. De inicio, me encanta el Día de la Reforma, por eso hoy preferiría estar con ustedes en persona, pero hacerlo de forma virtual también es bueno.

Así que anhelaba este momento, en especial este tiempo que pasamos en este monte Everest de los textos de Pablo, Romanos capítulo 8, especialmente en el texto que se me ha asignado y el tema que se me ha asignado. Examinaremos Romanos capítulo 8 versículos 18 al 25 y vamos a estar considerando el tema, el gran tema de la gloria de Dios y la gloria que ha de ser revelada. 

Por favor, busquen en sus Biblias la epístola de Pablo a los Romanos. Comenzaremos en el capítulo 8 versículo 18 y leeremos hasta el 25.

Pablo escribe:

Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

Ahora, este texto tiene dos palabras que a veces pueden ser desafiantes para nosotros: una palabra que aparece al mismo principio y una de las últimas palabras del pasaje. Espero que las hayan notado. La primera palabra es «sufrimiento». Esa palabra es desafiante para todos nosotros. Aunque tenemos que soportar sufrimiento, no es algo en lo que ninguno de nosotros quisiera apuntarse o particularmente disfrutar.  

También está la palabra «paciencia». No sé si eres como yo, pero la paciencia es difícil para mí: me gustan las cosas rápidas, me gusta apurarme y hacer cosas. Y, a veces, ser paciente y esperar es difícil. Así que tenemos estas dos palabras: «sufrimiento» y «paciencia».

Y en el medio, Pablo lleva nuestra atención a un gran tema, probablemente uno de los temas más grandiosos de toda la Escritura, y ese es la gloria de Dios. Él quiere ayudarnos a entender tanto el sufrimiento como la paciencia. Quiere que en verdad entendamos cómo debemos vivir en este tiempo presente teniendo una perspectiva eterna, enfocándonos y poniendo nuestra esperanza en el eterno peso de gloria que ha de ser revelado. 

Ahora, antes de seguir avanzando en este pasaje y profundizando, quiero decirles desde el comienzo que Pablo nos está diciendo aquí la realidad fundamental de la vida cristiana, y esa realidad fundamental de la vida cristiana es que en esta vida y en este mundo tendremos sufrimiento.

Ahora, lo menciono porque creo que esto es muy crucial para que lo enfaticemos y lo notemos. Hay una atadura en Centroamérica y Sudamérica, y esa atadura es el evangelio de la prosperidad. Es una mentira de Satanás, es un enemigo del evangelio y mantiene a tantas personas cautivas, esta promesa vacía de prosperidad en esta vida, como se enseña que esto es lo que es el evangelio. Es una mentira. Una mentira que tiene a muchas personas cautivas. 

Y debemos notar que en ningún lugar de la Escritura encontramos apoyo para el evangelio de la prosperidad. De hecho, pasa todo lo contrario. Miren lo que Pablo dice . Él no lo deja abierto a debate, no lo deja abierto a discusión. Simplemente lo afirma. La primera línea del versículo 18 dice: «Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente». 

En esta vida, tenemos trabajo duro, tenemos problemas, tenemos dolor y tenemos sufrimiento. Y el evangelio promete el perdón de los pecados: eso es prosperidad. El evangelio promete libertad en Cristo: eso es prosperidad. El evangelio promete que la justicia de Cristo es nuestra: esa es la prosperidad suprema. Pero en ningún lugar el evangelio promete libertad del sufrimiento, dolor, trabajo, problemas y persecución. De hecho, las páginas del Nuevo Testamento son muy claras al decirnos que estas cosas van a ser parte de la vida. 

Pablo hace esta afirmación, pero luego se apresura a decir que esos «sufrimientos [del] tiempo presente [ni siquiera] son dignos de ser comparados con la gloria que ha de ser revelada». Si tuviéramos que hacer una ecuación, en un lado de la ecuación tendríamos los sufrimientos presentes. Podríamos enumerar esos sufrimientos. Y creo que debemos reconocer esto. Esos sufrimientos son reales. Nosotros no creemos que el cuerpo es una ilusión o que el mundo material es una ilusión. No creemos eso. Creemos que los sufrimientos son reales. Pablo mismo nos habla del sufrimiento físico que él padeció. Nos habla incluso de ese aguijón en la carne que le rogó a Dios que le quitara. 

Vemos el sufrimiento en las páginas de la Escritura, así que podemos escribir este balance general y, en un lado de la ecuación, poner los sufrimientos, las pruebas, los problemas y las persecuciones. Y sin importar qué tan larga esa lista sea  o qué tan pesada esa lista sea, no hay comparación, ninguna comparación, con la gloria que ha de ser revelada.

Ahora, esta palabra «gloria», la palabra hebrea del Antiguo Testamento, tiene la idea de peso, de pesadez, de seriedad, de algo que puedes sentir, que pesa sobre ti.  Y de lo que estamos hablando es del peso eterno del Ser eterno, y esa es la gloria. 

Recuerdo que cuando estaba aprendiendo matemáticas, teníamos que aprender relaciones numéricas, y tenías la boca del león, como decía el profesor. Había que hacer que esa boca abriera del lado de la ecuación que era más grande. Así que mantengamos esto simple: volvamos al 1517. Tenemos el número 15 y el 17 para celebrar el Día de la Reforma. La boca del león abre al 17 porque es mayor que el 15. Ahora, cuando hablamos del eterno peso de gloria en este lado comparado con nuestro sufrimiento presente, no es la boca de un león, es como la boca de la ballena más grande del mar de cara a la gloria de Dios. Pablo quiere que veamos esto porque, de nuevo, estos sufrimientos son reales. 

De hecho, mientras continúa el pasaje lo que él hace es presentar cuatro razones por las que la gloria de Dios que ha de ser revelada es más que suficiente para que puedas soportar, esperar con paciencia y perseverar en los sufrimientos presentes de esta vida.

La primera de cuatro, la primera razón está en el versículo 19, y es que la creación misma aguarda. Pablo escribe en el versículo 19: «Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios». La creación es el escenario, la creación es el teatro, en el que Dios está presentando este drama de la redención, y la creación está observando ansiosamente para ver el plan de redención de Dios cumplirse. Y en este pasaje, Pablo hace lo que los escritores del Antiguo Testamento hacen, y es personificar o darle vida como si fuera una persona a la creación misma. Así que podemos aguardar porque la creación misma aguarda. Esa es la primera razón del versículo 19. 

La segunda razón está en los versículos 20 y 21. Y lo que vemos aquí en 20 y 21 es lo que Pablo nos dirá es una aparente vanidad de la creación. Echemos un vistazo. En el versículo 20, Pablo escribe: «Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sometió, en la esperanza». ¿Te sientes así a veces? Yo sí. Siento la vanidad de mis esfuerzos, siento a veces que empiezo un día y lo termino más atrasado de cuando empecé. Y pienso que todo el día fue en vano, nuestro esfuerzo inútil. Y a veces de verdad sentimos eso. Y Pablo está hablando de cómo incluso la creación siente el peso de eso, de la vanidad de eso. 

Pero la contraparte es lo que aparece en el versículo 21. «Que la creacion misma, la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios». Así como la creación obtendrá esto, nosotros también. Y esta es la palabra que nos anima. Tu trabajo no es en vano. Pensamos tantas veces que lo que hacemos es simplemente vanidad y fútil. Y es fácil, a veces, si nos concentramos en una perspectiva presente para preguntarnos:¿qué está haciendo Dios en mi vida? ¿Qué está Dios haciendo mientras trato de impactar a otros? ¿Qué está Dios haciendo en el ministerio en el que estoy, o en mi iglesia local o en el mundo? Y simplemente parece que ponemos el hombro en el arado, intentamos todas esas cosas, pero ¿para qué? Se nos debe recordar que nuestro trabajo no es en vano. Ahora, ahora mismo, estamos estableciendo los cimientos de lo que seremos como seres eternos. Estamos ahora estableciendo los fundamentos de lo que experimentaremos en la eternidad. 

Y a veces las apariencias dicen lo contrario. Podemos sentir que es inútil, pero debemos recordar que no lo es, que Dios está bendiciendo nuestros esfuerzos. Dios está tomando todo lo que hacemos. Nada, nada en nuestra vida es desperdiciado. Dios está usando todo eso para, lenta pero seguramente, llevar a cabo Su perfecto plan de redención, Su perfecto plan de redención en tu vida y Su perfecto plan de redención para toda la creación. Eso es algo que nos anima, esa es una motivación para resistir estos sufrimientos presentes.

Me parece muy fascinante que Pablo hable aquí de la creación de una forma que la personifica, de manera que le da vida. En cierto sentido, está replicando lo que hace el profeta Isaías. Veamos un texto de Isaías: capítulo 55 versículo 12: «Porque con alegría saldréis, y con paz seréis conducidos». Este es un mensaje a personas que estaban sufriendo, estaban cautivas en Babilonia, luego bajo los medo persas. Fueron sacados de la Tierra Santa, su templo fue destruido y lo vieron todo. Este era un pueblo cautivo en el exilio que pasaba por grandes sufrimientos en su tiempo presente. ¿Y qué les dice el profeta? Viene un día en que serán restaurados en su tierra. Mejor que eso, hay una eternidad que viene, y ustedes saldrán con gozo. 

Y miren lo que dice. Dice: «Los montes y las colinas prorrumpirán en gritos de júbilo delante de vosotros, y todos los árboles del campo batirán palmas». ¿Puedes imaginar eso? ¿Puedes imaginarlo? Toda la creación unida en un gran coro de gozo por lo que Dios está haciendo y llevando a cabo esos propósitos de Su creación. Así que Pablo está tomando de muchos pasajes del Antiguo Testamento que hablan de la creación. 

Cuando escucho a Pablo en Romanos capítulo 8 también pienso en el himnólogo inglés Isaac Watts y el maravilloso himno que cantamos en Navidad: «Al mundo paz». Hay una línea en uno de los versos de ese himno que simplemente dice: «Hasta donde la maldición se encuentre». Que Cristo vino para dar a conocer las glorias de Dios hasta donde la maldición se encuentre. ¿Y hasta dónde llega la maldición? Si vamos a Génesis 3, vemos que la maldición cae sobre Adán, y sobre Eva, y que esa maldición repercutirá en todas las relaciones humanas, afectará la relación de Adán y Eva con Dios, la relación de Adán y Eva entre sí. Pero también afecta la relación de Adán y Eva con la creación misma. Y esa maldición llegará hasta la tierra y hasta las espinas mismas que brotarán de la tierra. La maldición llega hasta la creación misma. ¿Y qué hace la creación? La creación gime y sufre para que la pesada carga de la maldición le sea quitada y así que ella también pueda entrar en la redención, la renovación y la re-creación. Pablo dice que eso es cierto de la creación, y es cierto de nosotros. 

Así llegamos a la tercera razón. La primera es que la creación aguarda. Versículo 19. Llegamos a la segunda razón, que la gloria eterna es mucho mayor que el sufrimiento presente al ver que hay una aparente vanidad en la creación, pero es solo aparente. Recuerda, tu trabajo no es en vano. La tercera razón está en los versículos 22 y 23, que simplemente dicen: «Pues sabemos». Amo eso. Amo que Pablo diga: «Necesitan recordar esto, necesitan grabárselo en la cabeza. Tienen que hacerlo parte de su arquitectura mental. Que sepan que son de las primicias, que sepan que son redimidos ahora, perdonados de sus pecados, y que tienen la justicia de Cristo. Son redimidos ahora, pero serán redimidos completamente en la vida venidera. Y lo que tienen ahora es solo una garantía». 

Entonces, ¿se desgasta tu cuerpo? ¿Puedes sentirlo? ¿Sientes tu finitud? ¿Sientes esa debilidad que tenemos como seres humanos? Bueno, ¿acaso no es eso lo que Pablo dice que es la realidad? ¿Acaso no dice al final del versículo 23 que esperamos la redención de nuestros cuerpos, que aguardamos ansiosamente esta restauración? 

Como saben, yo sirvo como presidente de un colegio aquí, el Reformation Bible College aquí en Ligonier, y estoy rodeado de jóvenes de 18 a 22 años que se creen invencibles. Los veo. Los observo correr y saltar, y recuerdo cuando yo podía correr y saltar como esos estudiantes. Pero viene un tiempo cuando incluso ellos, que están en la cúspide de la fortaleza y poder, comenzarán a sentir la debilidad. No sé si conocen la respuesta a esto, pero ¿saben quién tiene el récord mundial de salto de altura? Es un hombre de Cuba; su nombre es Javier Sotomayor. Y en 1993, logró algo que pienso es asombroso, saltó una altura de 2 metros 45, en el salto largo…salto de altura. Estableció un récord mundial que no ha sido superado desde 1993. Dos metros 45 es difícil para mi de comprender, tengo que convertirlo a pies. Eso es 8 pies y un cuarto de pulgada. Es más alto que esto. No puedo ni siquiera entenderlo. ¿Saben ustedes qué tan alto puede Javier Sotomayor saltar ahora en el 2020? La verdad yo no tengo idea, pero les aseguro algo: no es ni cerca de 2 metros. No importa qué tan fuertes seamos, nos deterioraremos. Envejeceremos. 

El otro día, salí a correr con mi hija de doce años. Estaba disfrutando corriendo con ella y pienso: «Esto es genial, voy al ritmo de mi hija de doce años, qué gran momento». Y de pronto ella dice: «Bien podríamos estar caminando ¿no crees?.». Aparentemente yo iba demasiado lento para la niña de doce años.

No importa qué tan fuertes hayamos sido, sentiremos la decadencia, el deterioro de nuestros cuerpos. Y para algunas personas ese sufrimiento puede ser muy difícil de soportar. Y para algunas personas en la vida, ellos tienen que soportar dolor crónico o enfermedades graves, y para muchas personas es un desafío vivir la vida. Y lo que Pablo está diciendo aquí es que hay esperanza. Hay esperanza porque estos cuerpos nuestros, un día, van a ser completamente redimidos.

Y lo que es más importante  ―notemos esto―, lo que es  incluso más crucial que nuestro deterioro físico o nuestra habilidad de saltar 2 metros 45 en el salto de altura. Lo que es mucho más crucial es tener cuerpos libres del pecado. 

Uno de mis personajes históricos favoritos es Jonathan Edwards, el pastor puritano estadounidense de Nueva Inglaterra, arriba en la costa de los Estados Unidos. Jonathan Edwards tenía un gran mensaje sobre el cielo como un mundo de amor.  Y una de las cosas que Jonathan Edwards amaba al pensar sobre el cielo, es que cuando estemos en el cielo, seremos, y estas son sus palabras —no sé cómo va a sonar en español, pero me encanta en inglés― su palabra es que seremos «desatascados» del pecado. El pecado es como un atasco en el desagüe: impide que cualquier cosa fluya, afecta la productividad y la funcionalidad de esa cañería. Y en el cielo estaremos desatascados, porque en esta vida estamos atascados. En esta vida, tenemos cuerpos de pecado, y en esta vida, gemimos por la redención. 

Y esta es la buena nueva, esta es la esperanza del evangelio: somos redimidos ahora y seremos redimidos por completo en el cielo. Recibiremos nuestros cuerpos glorificados y algo mucho más importante que una condición física final es que estos cuerpos van a estar libres de pecado. Tendremos la capacidad de amar a Dios en pureza, en santidad y completamente, como decía Jonathan Edwards, «desatascados».

Así que aguardamos eso, y lo que Pablo dice es que sabemos esto. «Pues sabemos» que esto pasará. Ahora, ¿cómo sabemos que esto pasará? Al llegar a los versículos 24 y 25, Pablo nos lleva a una palabra que quiere que entendamos. Es una palabra crucial. Es la palabra «esperanza». Pablo dice: «Porque en esperanza hemos sido salvos». Siempre he encontrado esto interesante en 1 Pedro 3:15, que a veces llamamos el texto clásico de la apologética, es el texto donde Pedro da el mandamiento, da la orden, ordena a todo cristiano a estar preparado para dar razón, para hacer una defensa de la fe. Y la palabra griega que él usa allí es apologia, de donde sacamos la palabra apologética. Pero esto es lo que Pedro dice en 1 Pedro 3:15, dice: «[den] razón de la esperanza que hay en vosotros». Cuando busca una palabra que resuma y encapsule el evangelio, la palabra que Pedro usa es «esperanza». 

Y esa es la Palabra que Pablo usa aquí. Vean lo que dice: «Porque en esperanza hemos sido salvos». Esperanza equivale aquí a evangelio. Esperanza es, en esta vida, la forma de expresar el evangelio. Cuando lleguemos al cielo, no necesitaremos esperanza porque todas las realidades del cielo ya no estarán lejanas. Van a estar frente a nosotros. Serán nuestro, iba a decir  “día a día”, pero estaremos en la eternidad… van a ser nuestra experiencia en el cielo. 

No necesitaremos tener esperanza pues todo se habrá materializado. Cuando hablamos de esperanza a veces usamos esa palabra casi como sinónimo de ilusión. Como diríamos y hasta yo diría: «Espero que Estados Unidos llegue a la final del Mundial algún día». Esa tal vez es una ilusión. Pero cuando la Biblia habla de esperanza, esto es lo que puedes ver. Solo sustitúyela por la palabra certeza. Porque cuando hablamos de esperanza, hablamos de Dios. Y cuando hablamos de Dios, hablamos de certeza. 

Dios es inmutable. Cantamos eso en uno de esos himnos hermosos al decir: «Tu misericordia ni una sombra de duda tendrá». Si algo cambia, como que se mueve, está a la deriva. Pero en Dios no hay ni siquiera un indicio de cambio, ni siquiera una sombra de variación, pues Dios es inmutable. Cuando lean «esperanza», vean «certeza» porque Dios es un Dios que guarda Sus promesas. 

Así que tenemos todas estas razones para reconocer que nuestro sufrimiento presente puede ser soportado. Vemos que la creación aguarda. Vemos que aunque parece haber vanidad en la creación, la realidad es que nuestro trabajo no es en vano. Vemos que en la redención, nos fueron dadas las primicias de nuestra redención y ahora anhelamos la redención de nuestros cuerpos, y vemos que Dios nos ha dado un gran don: el don de la esperanza. 

Así que todo esto nos lleva al final de este pasaje. Todo esto nos lleva a cómo el versículo 25 termina, y es que «con paciencia lo aguardamos».  Una forma de entender «paciencia» aquí es la idea de resistencia o la idea de perseverancia.

Permíteme ilustrar esto en la vida de dos personas, una que conoces y otra que no. La primera es un hombre al que junto a mis hijos llamábamos «don Jaime». Antes de mudarnos a Orlando, Florida vivíamos en Lancaster, Pennsylvania. Y Jaime era un agricultor anciano. Y era un hombre anciano cuando vivíamos allá. Y todos los domingos, sin falta, hablábamos con él después de la iglesia. Y Jaime era el hombre más dulce y amable. Y siempre se interesaba por la vida de mis hijos, recordaba lo que le decían de semana a semana, les preguntaba por sus vidas y simplemente los animaba. Sabes, no me enteré hasta hace poco que Jaime tenía un dolor crónico, que sufrió mucho en su vida, pero nunca dijo nada.  Se paraba allí, iba a la iglesia todas las semanas, lo que a veces era difícil para él. Iba a la iglesia todas las semanas. Estaba allí, con una sonrisa en el rostro, y animaba a tantas personas como podía mientras caminaba. Él veía que ese era su llamado de Dios, incluso mientras padecía dolor crónico, porque su gozo estaba en Cristo. 

Me enteré hace unas semanas que Jaime se estaba deteriorando rápido, que estaba en cuidado paliativos, y pude hablar con él. Resulta que al día siguiente ya estaría en casa con su Salvador. Pero mientras hablaba con Jaime, él no quería hablar de nada. Solo quería saber cómo yo estaba y cómo estaban mis hijos. Y quería darme una palabra de aliento a mí, aun estando en un hospicio. 

Quiero que reconozcas esto, quiero que lo entiendas: nunca subestimes, nunca subestimes, el impacto de la fidelidad apacible de una vida y el ánimo que puedes tener en tu círculo. Veo a don Jaime como un ejemplo de eso.

La otra persona es alguien a quien Dios le dio una gran plataforma, y ese fue Martín Lutero. Y lo celebramos en el Día de la Reforma. Celebramos en 1517 cuando va y clava las 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, comenzando toda esta Reforma Protestante. Celebramos que en Worms él fuera firme y valiente. Por cierto, en el próximo 2021, celebramos los quinientos años de Worms, donde Lutero se enfrentó al papa y al emperador, y dijo: «Me mantengo firme en la Palabra de Dios. Mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios. Aquí estoy». Qué valentía y qué audacia. Nos encanta hablar del ejemplo de Martín Lutero, pero ¿sabías que Lutero envejeció?, ¿que vivió 25 años después de Worms?, ¿que sufrió mucho? De hecho, ya al final de su vida dijo: «Soy un hombre tuerto, viejo, cansado y agotado».  ¿Pero saben qué hizo? Siguió subiendo al púlpito semana tras semana y perseveró.

Si Dios te llama a ser como don Jaime, ahí en tu círculo, a simplemente ser fiel, y a soportar y a perseverar, usa este texto como una motivación para hacerlo. Recuerda que no hay comparación con la gloria que ha de ser revelada. Y si Dios te está llamando a ser un Martín Lutero y a tener esa clase de impacto, recuerda este texto también, que habrá sufrimientos en esta vida presente. 

Pero, hermanos y hermanas en Cristo, estos no tienen comparación alguna con la gloria que nos ha de ser revelada. Amén y amén.