Cómo conocer la voluntad de Dios

Primera parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Cómo enfrentar problemas difíciles».
Antes de que podamos entender la respuesta a la pregunta: «¿Cómo puedo conocer la voluntad de Dios para mi vida?», debemos entender la pregunta misma. ¿Qué queremos decir cuando decimos la voluntad de Dios? En esta lección, el Dr. Sproul tratará algunas de las causas subyacentes que contribuyen a los problemas en nuestras vidas, a medida que comienza a examinar «cómo conocer la voluntad de Dios».

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Transcripción

Hoy vamos a iniciar una nueva versión de una antigua serie clásica de Ligonier, que se grabó por primera vez hace casi 20 años, llamada “Cómo enfrentar problemas difíciles”. Antes de empezar, permítanme mencionar a un amigo que tuve en el seminario y quien fue uno de mis compañeros de clase, hace como 100 años, en Pittsburgh. Mientras él estudiaba en el seminario, estaba comprometido también con un estudio de televisión educativo en Pittsburgh, experimentando con un nuevo formato de video diseñado específicamente para niños. El nombre de este hombre era Fred, Fred Rogers. En cuanto a mi vestuario para esta serie, sigo el ejemplo de mi compañero de seminario Fred Rogers, a quien siempre le parecía un día maravilloso en el vecindario.

Bueno, vamos a iniciar esta serie observando la primera pregunta o problema que enfrentan los cristianos. Esta es la pregunta: ¿Cómo conocemos la voluntad de Dios para nuestras vidas? En realidad, no guardo registro de las preguntas que la gente me hace en términos de teología y de temas espirituales, pero estoy convencido de que la pregunta que escucho con más frecuencia que cualquier otra pregunta de cristianos sinceros es exactamente esa pregunta: ¿Cómo puedo saber cuál es la voluntad de Dios para mi vida? Es una pregunta que no creo que nazca solo por pura curiosidad, sino del deseo ferviente de las personas para estar seguras de que lo que están haciendo con sus vidas, vocaciones, carreras, matrimonios y todo lo demás, van de acuerdo con la voluntad de Dios.

Cada vez que me hacen esa pregunta: “Cómo puedo saber la voluntad de Dios para mi vida?”, siempre respondo diciendo: “Sabes, esa no es en realidad una pregunta fácil, ya que todo el tema de la voluntad de Dios, desde una perspectiva bíblica, es realmente complicado”. La razón para tal complicación es esta: que la Biblia habla de la voluntad de Dios en más de una forma. De hecho, habla de la voluntad de Dios de múltiples formas distintas.

Por ejemplo, en el Nuevo Testamento tenemos dos palabras griegas distintas, las cuales pueden ser traducidas por la palabra en español “voluntad”. Sería bueno decir que cuando tienes una de esas palabras en griego, esta significa un tipo de voluntad y que cuando tienes la otra palabra griega significa otro tipo de voluntad de Dios, pero incluso eso no es posible porque ambos términos son distintos y son capaces de tener varios matices en su significado.

A veces, cuando escuchamos la palabra “voluntad de Dios”, se refiere al consejo de Dios o al plan de Dios o al deseo de Dios, solo por mencionar algunos. Cuando vemos esto desde la perspectiva teológica, nos encontramos envueltos en todo el trabajo de hacer distinciones sutiles que todo teólogo tiene licencia para hacer. Una de las primeras distinciones que hacemos respecto a la voluntad de Dios es la distinción entre lo que llamamos voluntad revelada de Dios y voluntad oculta de Dios.

En términos técnicos hablamos sobre la Deus Revelatus y la Deus Absconditus. Ahora, esas son solo palabras elegantes para estos conceptos distintos. Empecemos por el último. El Deus Absconditus se refiere a lo escondido u oculto de Dios. Usamos la palabra en español ‘esconderse’ cuando alguien malversa los fondos de un banco y luego huye y esconde, se esconde con el dinero, va y se oculta. El Deus Revelatus, por supuesto, solo se refiere a lo que Dios ha revelado.

En el Antiguo Testamento vemos que las Escrituras dicen: “Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre”. Es decir, entendemos que Dios nos ha revelado muchas cosas a través de las páginas de la Sagrada Escritura, así como en la naturaleza, pero no nos ha revelado todo lo que conoce. Hay cosas sobre Dios, sobre sus planes, sus operaciones en el universo y su gobierno de las cosas de los hombres que ha decidido no revelarnos y que permanecen ocultas.

Muy a menudo, cuando la gente viene y me dice: “¿Cómo puedo conocer la voluntad de Dios para mi vida?” Me asalta la duda, así que los detengo y les digo: “¿Me están preguntando de cómo conocer la voluntad oculta de Dios? Si es así, y tengo que mencionarlo brevemente por un segundo, la respuesta simple a la pregunta de conocer la voluntad oculta de Dios es:

  1. No puedes conocer la voluntad oculta de Dios, porque está oculta.
  2. No es un asunto tuyo. Si Dios quisiera convertirlo en un asunto nuestro, entonces, por supuesto que revelaría su voluntad oculta.

Ahí es donde Calvino una vez hizo la observación: “Cuando Dios cierra su boca santa, desistamos de nuestra indagación”. Además, reconocemos que en el Antiguo Testamento había prohibiciones muy fuertes que Dios le dio a Israel contra la adivinación, hechicería, prácticas de ocultismo y de magia, las que, en muchos casos, eran impulsados por el deseo del pueblo de conocer el futuro antes que acontezca. De hecho, esta era una actitud de incredulidad en el sentido de que el pueblo no estaba dispuesto a confiar en Dios en relación con el futuro desconocido.

Aparte de lo que Dios prometió con respecto al futuro, ellos querían ser más específicos. Querían conocer sus horóscopos. Querían saber cuál sería su destino o suerte en el día de mañana. Recordamos la antigua canción que hizo famosa a Doris Day, “Que será, será”. En esa canción ella dice: “Cuando yo era sólo una niña pequeña, le pregunté a mi madre, ¿qué voy a ser? ¿Voy a ser linda? ¿Voy a ser rica? ¿Qué pasará conmigo? Luego su madre dijo: “Qué será, será, lo que será, será. El futuro no es nuestro, por lo visto. Qué será, será”.  No soy una amenaza para Doris Day, ya me di cuenta. De nuevo, debemos tener cuidado de que, en nuestro deseo de saber la voluntad de Dios, no crucemos la línea para incursionar en cosas en las que Dios nos ha prohibido participar. No debemos jugar con los adivinos. Ni las prácticas de magia y ocultismo.

La segunda distinción que encontramos en la teología y que a menudo se confunde, es la distinción entre lo que llamamos la voluntad activa de Dios y la voluntad pasiva de Dios. Ahora, a veces, estas categorías se expresan de otra manera, de hecho, un poco más técnicamente, en términos de lo que llamamos la voluntad decretiva o la voluntad permisiva. Es importante comprender la diferencia entre estas dos. Cuando hablamos de la voluntad activa de Dios, o la voluntad decretiva de Dios, o incluso a veces llamada la voluntad soberana de Dios, en lo que estamos inmersos en ese punto es una discusión de esa voluntad de Dios, por la cual Dios, soberana y absolutamente, por la fuerza de su propio poder, hace que se lleve a cabo todo lo que Él desea.

Cuando Dios crea el universo, por el puro poder de su mandato, mediante un imperativo divino, Él dice: “Sea la luz. Y hubo luz.” Nada puede resistir la voluntad decretiva de Dios. Es esa voluntad soberana de Dios, la cual, por la pura fuerza de la necesidad, porque es su decreto, ciertamente debe cumplirse.

Ahora, todo lo que necesitamos saber sobre la voluntad decretiva de Dios lo tenemos revelado en las páginas de las Sagradas Escrituras. Sabemos que fue por el consejo determinado de Dios, por su plan soberano desde el principio de los tiempos, que Cristo vendría en la plenitud de los tiempos y debería dar su vida como sacrificio por nosotros. Eso no fue un accidente cósmico, ni fue algo tardío en la mente de Dios, sino que fue parte de su decreto divino. Él lo decretó y Él lo llevó a cabo.

Ahora, cuando llegamos a la voluntad pasiva de Dios, que a veces se llama la voluntad permisiva de Dios, a veces nos encontramos con serios problemas de confusión. De hecho, hay muchos teólogos que se atoran con la palabra “permisivo” en relación con la voluntad de Dios, no les gusta usarla en absoluto, ya que parece sugerir que aquí estamos enfrentados con cosas que suceden completamente fuera del alcance del gobierno providencial de Dios.

Lo que tenemos aquí, con esta distinción entre lo activo y lo pasivo, es que hay ciertas cosas que Dios hace cuando Él activamente se involucra de manera directa en los asuntos de los humanos y en el curso de la historia humana. Sin embargo, hay otros momentos en los que Dios permanece pasivo y permite, por así decirlo, que sucedan ciertas cosas. Por ejemplo, cuando nos entrega su ley, de la que hablaremos un poco en algunos momentos, cuando dice: “no robarás”, no es una expresión de su voluntad decretiva que se cumplirá, porque, de hecho, la gente puede robar y lo hace.

Tenemos la capacidad de resistir los mandamientos de Dios. Ahora, cuando desobedecemos a Dios y resistimos su voluntad en ese punto, solo podemos hacerlo si Él realmente permite que suceda. El peligro del término “permisivo” es realmente doble. Si decimos que peco solo por la voluntad permisiva de Dios, se podría malinterpretar en el sentido de que Dios me ha concedido su permiso moral para pecar. Bueno, nunca nos concede permiso para que nosotros pequemos en ese sentido. Cuando vamos donde nuestros padres o donde nuestros jefes y les pedimos permiso para hacer esto y aquello, también les pedimos su bendición, su aprobación de lo que sea que estemos tratando de hacer.

El hecho de que Dios nos permita hacer ciertas cosas, no conlleva la implicación de que Él apruebe esas cosas o que Él otorgue su bendición a esas cosas. Todo lo que queremos decir cuando hablamos de voluntad permisiva de Dios es que Él no interviene para evitar que hagamos cosas que son contrarias a su ley. Ahora, el otro peligro que tenemos con este término de la voluntad permisiva de Dios es que, a veces, pensamos que, debido a que Dios está pasivo, Él está completamente desinteresado, como si hubiera cosas que pasan en nuestras vidas y en este mundo totalmente fuera del alcance del gobierno y la providencia de Dios, que Él permanece pasivo, que es un espectador celestial, que tal vez está alentando que las cosas vayan bien en este planeta, pero que no puede intervenir para detener las cosas que están sucediendo y está en el cielo retorciendo las manos mientras observa cómo se desenvuelve el drama. ¡No!

Recuerden que cuando hablamos de la voluntad pasiva de Dios, o la voluntad permisiva de Dios, todavía estamos hablando de la voluntad de Dios. Es la voluntad permisiva de Dios o la voluntad pasiva de Dios. Ahora, ¿qué quiero decir con eso? Bueno, pongamos una ilustración concreta. Imagina que estás caminando por la calle y estás pensando en robar un banco. Es tu plan, es tu voluntad, es tu intención realizar este acto funesto. Vas en absoluto desacato a los mandamientos soberanos de Dios. Estás en desobediencia directa a Él y no tienes temor de Él en absoluto, pero al mismo tiempo nos damos cuenta de que si Dios así lo decide, Él tiene el poder y el derecho, Él tiene la autoridad y los medios para detenerte en un instante. Él puede evaporarte en cualquier segundo, porque en Él vivimos, nos movemos y somos, y no podemos respirar ni un solo soplo de aire en este mundo fuera de la voluntad de Dios. Él levanta la gente, Él derriba la gente.

Ahora, si Dios se complace en tener paciencia con nuestra obstinación y nuestra desobediencia, todavía está ejerciendo su voluntad en cierto sentido. Siempre que Dios es pasivo o permisivo, Él es pasivo y permisivo porque Él ha escogido ser pasivo y permisivo. En cierto sentido, no puedo hacer nada fuera de la voluntad de Dios. Esto no significa que me esté coaccionando para hacer lo que estoy haciendo, pero dado que podría impedirme hacer cualquier cosa que decida hacer; si me deja hacerlo, me deja que lo haga porque le parece bien dejarme hacerlo. Él elige permanecer fuera de escena. Cuando Dios elige permanecer fuera de escena, en realidad, Él está en la escena por el mismo hecho de haber tomado esa decisión.

Ahora, ya he mencionado la voluntad decretiva de Dios y quiero hablar de otra distinción que hacemos y que es muy importante. Para aquellos que están seriamente preocupados por la aplicación práctica de la pregunta, “¿cómo puedo conocer la voluntad de Dios para mi vida?” esto es en lo que realmente debemos enfocarnos, porque esto se llama la voluntad preceptiva de Dios. La voluntad preceptiva de Dios se refiere específicamente a los mandamientos de Dios, los preceptos, su ley. Esta es la voluntad de Dios para tu vida, que no tengas otros dioses delante de Él. Esta es la voluntad de Dios para tu vida, que no te hagas ninguna imagen tallada.

En otras palabras, cuando Dios expresa esa ley a nosotros, su ley es la expresión de su voluntad para con su pueblo. Él está legislando sus mandamientos mediante los cuales ata nuestras conciencias e impone obligaciones absolutas sobre nosotros. Ahora, por lo general, cuando la gente viene y me dice: “¿Cómo puedo conocer la voluntad de Dios para mi vida?”, ellos están luchando con ciertas preguntas como: ¿Debería ser contador, panadero o constructor de casas? Ellos quieren saber, “¿Debería casarme con Karla o debería casarme con Marta?” Ellos quieren saber, “¿Debería vivir en Madrid o debería vivir en Bogotá?” Estas son las clases de decisiones con las que luchamos en este mundo y en esta vida.

Con frecuencia, lo que respondo a esto es: “Entiendo que estás preocupado por estas cosas y es perfectamente correcto estar preocupado por estas cosas, pero si realmente quieres saber si debes ser contador, panadero o constructor de casas y si realmente quieres saber si deberías casarte con Karla o Marta o si deberías vivir en Madrid o Londres o Bogotá o donde sea, la mejor manera que conozco para que tengas una respuesta a esas preguntas es escudriñando las Escrituras y centrando tu atención en la voluntad preceptiva de Dios”. ¿Por qué? Cuando miramos en el Antiguo Testamento y vemos cómo los santos del Antiguo Testamento también lucharon con estas mismas preguntas, ¿A dónde tenían que ir? ¿A dónde debían buscar por guía personal? ¿Cuál era la luz para sus pies y la lámpara para su camino, sino la ley de Dios?

Es por eso que los salmistas declararían “Oh, cuánto amo yo tu ley”, porque el santo en el Antiguo Testamento se dio cuenta de que la ley de Dios fluía de su carácter y de su bondad que define no solo la bondad de Dios, sino también que define lo que le agrada a Dios. Si te preocupa agradar a Dios, ¿dónde tienes que buscar? Debes ir a sus preceptos que nos dicen qué cosas le agradan a Él. Bueno, ¿cómo puedo saber al mirar la ley de Dios o la palabra de Dios o los mandamientos de Dios si debo ser un contador, panadero o constructor de casas? No puedo abrir la Biblia al azar en 2 Timoteo y poner mi dedo en el texto y encontrar: “Y tú, R.C. Sproul, deberías ser carnicero”. ¡No!

Pero las Escrituras nos dan la sabiduría y los principios que nos instan, por ejemplo, a hacer una evaluación sobria de nuestros dones y talentos. No debemos pensar más alto de nosotros mismos, dice el apóstol, de lo que debemos pensar, sino con buen juicio. En ese juicio sobrio y buscando el consejo de los demás es que hemos de encontrar cuáles son nuestros dones y, en la búsqueda y comprensión de nuestros dones y talentos y reconociendo que todos nuestros dones provienen de Dios y reconociendo que esos dones y talentos nos darán un sentido de vocación es que empezaremos a discernir el llamado de Dios para nuestras vidas. Es decir, esto no es algo que aparecerá escrito con optimismo en las nubes del cielo, que lo sabremos a través de una comprensión mística, sino a través de una búsqueda diligente de los principios que Dios nos da y la aplicación de esos principios a nuestras vidas y a nuestras situaciones de vida.

Conocí a un obispo venerable de Australia, quien me contó la historia de un joven que vino a trabajar para él en la Catedral. Una mañana llegó al trabajo y no se había afeitado. El obispo miró al joven y dijo: “No te acercaste mucho a tu navaja esta mañana, ¿cuál fue el problema? ¿tenías prisa o qué?”. Él dijo: “No. El Espíritu no me llevó a afeitarme esta mañana. Cada mañana me levanto y hago lo que el Espíritu me lleva a hacer”. El obispo le dijo al hombre: “Bueno, ya sabes, tal vez lo que debas hacer en lugar de molestar al Espíritu Santo con todas estas decisiones mundanas que tomas todos los días, es comenzar a vivir según los principios, y vivir por los principios que el Espíritu de Dios ha establecido claramente en su palabra. ¿Por qué no haces que sea un asunto de principios el estar bien afeitado y practicar la limpieza en tu vida diaria? Entonces no tendrás que pasar por toda esta preocupación y ansiedad sobre cuál es la voluntad de Dios para ti en ese día”.

Como ven, es mucho más fácil intentar volar a través de corazonadas y comprensiones místicas que aplicarnos diligentemente en el estudio de la palabra de Dios para aprender los principios por los cuales se supone que debemos vivir. Ahora, ¿qué más hace eso por nosotros? Imaginen que quiero casarme con Karla o Marta y no sé con quién debería casarme. Estoy tratando desesperadamente de averiguar cuál es la voluntad de Dios. Tenemos este tema en nuestra cultura, en la sub-comunidad cristiana que dice que Dios ha elegido exactamente a la persona adecuada para nosotros y que es nuestra tarea encontrarla.

Bueno, quizás de acuerdo con el consejo secreto de Dios, Él lo ha hecho desde toda la eternidad, de hecho, no diré que ‘quizás’ sino ‘ciertamente’ desde toda la eternidad Dios ha elegido a la persona con la que ha querido que te cases, pero no necesitas preocuparte por eso si esa es la voluntad decretiva de Dios. Si ese es el plan soberano de Dios, te vas a casar con ella. De todos modos, la única manera de saber que estás en la voluntad de Dios es mirando atrás de todas formas. Aquí estás en medio de este dilema moral, tratando de decidir con quién casarte. Bueno, tomas la decisión sobre la base de principios. Si tengo la opción de casarme con una mujer que es creyente o una mujer que no es creyente, la Biblia me lo aclara. No debo estar en yugo desigual y ese mismo principio de no casarme con una incrédula elimina una gran cantidad de opciones. Podría eliminar muchas opciones de mujeres, a las que estoy personalmente atraído.

No sé cuántas veces me encuentro con jóvenes en donde nos encontramos con una cristiana comprometida con un no cristiano y esa cristiana viene a mí con todo tipo de ansiedad y frustración y me dice: “No sé qué hacer en este caso. Lo amo tanto, pero no es un creyente. Creo que tal vez si nos casamos, puedo llevarlo al Señor. ¿Qué debo hacer?” Yo respondo: “¿De verdad estás pidiendo mi opinión o estás buscando un ministro que te dé permiso? Porque sabes muy bien lo que puedes hacer y lo que no puedes hacer, y tú no tienes permitido casarte con él”. Tan simple como eso. Dios te ha dado su Palabra para eso. Él te ha dado su ley. Esta persona no busca la voluntad de Dios, sino una vía de escape de la voluntad de Dios. Busca ser una excepción especial. No sé cuántas veces he visto eso en la vida cristiana, donde la gente en realidad trata de encontrar una manera de torcer y moldear la voluntad de Dios para ajustarla a su propia voluntad.

En un caso como ese, es simple. Una vez vi a un hombre en la televisión, que fue entrevistado en un programa nacional, él abrió una casa de prostitución en el desierto, en la parte occidental de los Estados Unidos. Contó su historia. Dijo que cuando se involucró en este negocio, él hizo un acuerdo con Dios. Le pidió a Dios que bendijera su negocio y dijo que si el negocio prosperaba, él le devolvería a Dios un cierto porcentaje de las ganancias. Continuó diciendo cuán bondadoso había sido Dios con él al darle un negocio floreciente y ahora podía devolver algunas de estas finanzas a Dios. Quería mirar al Todopoderoso para que respalde este negocio, pero si dedicara cinco minutos a la Sagrada Escritura, él sabría muy bien que la ley de Dios le prohibiría participar en este tipo de negocio. A menudo, lo que queremos decir al preguntar: “¿Cuál es la voluntad de Dios para mí?” es: “¿Cómo puedo lograr que la voluntad de Dios se ajuste a lo que quiero hacer?”.

Bueno, aquí están las buenas noticias. Si haces un estudio diligente de la ley de Dios y entiendes los principios y miras tus opciones y dices: “Bueno, ya sabes, de acuerdo con los principios de las Escrituras, puedo casarme con Karla o Marta porque ambas están en acuerdo con los principios bíblicos que Dios ha establecido sobre el matrimonio” y alguien viene y dice: “¿Con cuál debería casarme?”, yo digo,” ¿Con cuál te quieres casar? Eres perfectamente libre”. Esa es la dimensión liberadora de la ley de Dios. Esa es la razón por la que el santo del Antiguo Testamento se regocijó en la libertad que experimentó, que le dio la ley, porque la ley le dio los parámetros, le dijo que no se traspasa esta línea. “No traspases esta línea”. Mientras tanto, haz lo que quieras. Solo asegúrate de hacerlo para el Señor y de hacerlo en un sentido de juicio responsable.

Ahora, leemos en las Escrituras algo que es difícil, no difícil de entender, pero difícil de aplicar cuando estamos luchando con la pregunta: ¿cuál es la voluntad de Dios para mi vida? La Biblia responde a esa pregunta en un sentido último, directo y simple. “Esta es la voluntad de Dios, tu santificación”. Déjame decirlo de nuevo. “Esta es la voluntad de Dios, tu santificación”. Si sabes lo que Dios quiere de tu vida, lo que quiere es una vida de obediencia. Quiere una vida de santidad. Quiere una vida de consagración a Él. Ese es el principio general por el cual todo lo demás debe medirse. Jesús mismo lo expresó exactamente en esos términos cuando dijo: “Buscad primero” y la palabra que nuestro Señor usó allí es la palabra griega “protos”.  Aquí la fuerza de la palabra “primero” no es simplemente primero en orden secuencial, sino primero en orden de prioridad, primero en orden de importancia. “Buscad primero” el reino de Dios y su justicia, ¿y luego qué? Entonces “todas estas cosas os serán añadidas”.

En otras palabras, lo que dice Jonathan Edwards, creo que es correcto, que la búsqueda del reino de Dios y de su justicia debe ser la actividad principal y central de nuestras vidas.

Si fijamos nuestros rostros como pedernales hacia esa meta de buscar la justicia del reino de Dios, nunca tendremos que preocuparnos por la voluntad de Dios para nuestras vidas, porque esta es la voluntad de Dios, nuestra santificación, nuestra conformidad con la imagen de Cristo.

Lo que Dios quiere, la voluntad de Dios para ti, lo que le agrada a Dios es tu obediencia. Pongamos nuestra atención allí y dejemos el resto a la providencia de Dios.