Cómo lidiar con la ira

Sexta parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Cómo enfrentar problemas difíciles».
La Biblia nos dice: «Airaos, pero no pequéis». Entonces, ¿cómo es posible si la ira nos afecta a todos y cada uno de nosotros de forma habitual? ¿Es pecaminoso que un cristiano se enfade en cualquier grado? ¿Hay algo intrínsecamente malo en la ira? En esta lección, el Dr. Sproul considera estas preguntas mientras nos enseña los diferentes tipos de ira y cómo controlarlos.

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Transcripción

En el verano, cuando estaba en la universidad, trabajé en un hospital en las afueras de Pittsburgh y después del trabajo todos los días conducía hasta el centro de Pittsburgh para recoger a mi madre del trabajo y llevarla a casa. El tráfico siempre estaba congestionado al salir de la ciudad, cruzábamos el puente, era el puente la libertad y entrar en estos túneles que van por debajo del monte Washington, conocidos como los Liberty Tubes; túneles de carril estrecho. Pasas por los túneles y después de salir de los túneles, la pista se ensancha en seis carriles y si sales del túnel por el carril izquierdo del túnel, tienes que girar a la izquierda y si sales del túnel por el carril derecho del túnel, ya no puedes girar a la izquierda. No estaba permitido entrar al carril izquierdo desde otro carril.

Por alguna razón, ese día en particular, me quedé atascado en el carril derecho del túnel, atravesé el túnel, llegué al otro extremo y vi que el semáforo estaba en verde, como a unos cien metros delante de mí, así que me lancé al carril izquierdo, lo que se suponía que no debía hacer y justo cuando llegué al semáforo, se puso en rojo y tuve que parar. Miré por mi espejo retrovisor y vi a un policía que estaba parado al final del túnel. Era de los que andan en motocicleta, un poco fuera de forma. Él me vio hacer este movimiento rápido hacia el carril izquierdo y comenzó a venir hacia mi auto y pude verlo. Pude ver su cara poniéndose cada vez más roja y vi vapor saliendo de sus oídos y él se acercó a mi auto, tomó su puño y golpeó el techo de mi auto.

Abrí la ventana y me dijo: “¿Qué crees que estás haciendo?” Estaba enfurecido. El primer versículo que me vino a la mente fue: “La respuesta suave aparta el furor”. Se me ocurrió la respuesta más suave y gentil que jamás pude dar y le dije, “lo siento mucho oficial. No debía haber hecho lo que hice”. Él no esperaba eso. Empezó a balbucear y finalmente me miró con disgusto y dijo: “Oh, está bien. No lo vuelvas a hacer”, se dio la vuelta y se alejó. Doy gracias a Dios por la sabiduría de las Escrituras que me permitió escapar de la ira del policía.

Todos experimentamos las consecuencias y los efectos de la ira humana. Todos nos hemos enojado en ocasiones en nuestras propias vidas y ha habido personas que estaban enojadas con nosotros. Y el enojo como fuerza o como poder es una de las fuerzas más destructivas que se puede desatar entre los seres humanos y es una emoción, una postura, una actitud que es tan poderosa y tan real y tan penetrante en nuestra cultura que pensarías que tendríamos un mejor manejo de nuestra comprensión de ella. Sin embargo, pareciera como si no comprendiéramos mucho sobre la ira. Sin embargo, las Escrituras no guardan silencio sobre este tema de la ira.

Me gustaría dirigir tu atención por un momento al Nuevo Testamento, al cuarto capítulo de la carta de Pablo a los Efesios. Comenzando con el versículo 25. Efesios 4:25. El apóstol escribe estas palabras: “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo”. Ahora, aquí Pablo aborda este difícil problema de la ira y lo hace de una manera bastante inusual.

La declaración de apertura que da con respecto a la ira es esta: “Airaos”. Si hubiera leído este pasaje y hubiera dicho, ¿sabías que la Biblia te dice que te enojes? Creo que no me habrías creído, pero aquí el apóstol en realidad dice de manera imperativa positiva: “Airaos”. ¿Qué está diciendo aquí? Realmente no es una orden judicial que dice que debemos caracterizarnos como personas enojadas. Ese no es el punto de esto, pero de lo que se está dando cuenta y reconociendo es que inherente e intrínsecamente, la ira no es un pecado. La ira en sí misma no es un pecado. Si fuera un pecado inherente, entonces eso significaría dos cosas de inmediato.

Uno, que Dios es malo y dos, que Cristo fue un pecador porque sabemos que es parte del carácter de Dios que Él exprese su ira. Vemos ocasiones en el Nuevo Testamento, particularmente en el episodio de Cristo limpiando el templo, donde Él hizo un látigo con cuerdas, entró, volcó las mesas, expulsó a los cambistas del templo y Cristo estaba enojado. Estaba visiblemente enojado con lo que estaba pasando allí. Ahora, tenemos una frase que usamos para describir ese tipo particular de ira, lo cual llamamos indignación justa.

Cada vez que Dios está enojado, es un tipo de ira justa y cada vez que Cristo manifestó ira, era una manifestación de indignación justa o ira justa, pero nuestros episodios de ira no siempre son tan justos. A veces nos enojamos sin una causa justa, contra lo cual Jesús advirtió nuevamente en el sermón del monte. Una vez más, Pablo está diciendo aquí, “airaos”. No hay nada de malo en estar enojado de manera inherente, pero el enojo es una emoción humana tan peligrosa y volátil que muchas, muchas, muchas veces, cuando una persona está en un estado de enojo, ese enojo se convierte en una ocasión para pecar.

Cuando perdemos el control, perdemos los estribos. ¿Qué significa perder los estribos? Ser mesurado es ser moderado, ser sobrio, mantenernos a nosotros mismos en un estado de autocontrol, y la ira puede causar la pérdida del autocontrol y provocar que nos comportemos de formas destructivas y dañinas para nosotros y para otras personas. Pablo dice, “airaos”, pero no lo deja así. Dice que te enojes, pero no peques. En la sabiduría del apóstol, él entendió que la ira se convierte en una ocasión para todo tipo de maldades. Luego, agrega otra orden a esto, “airaos, pero no pequéis” en tu enojo no peques ni dejes que el sol se ponga sobre tu enojo.

Ahora, esa es una metáfora, por supuesto. ¿Qué está diciendo el apóstol cuando dice que no dejes que el sol se ponga sobre tu enojo? La ira, como dije, en sí misma puede ser una emoción legítima y justa, pero muy fácilmente puede convertirse en esas emociones que son completamente destructivas. Por ejemplo, amargura, resentimiento, albergar rencores. Todas estas cosas surgen de una ira que nunca se ha tratado, donde el sol se pone sobre ella. El sol se pone sobre esa ira y la llevamos al día siguiente y a la semana siguiente, o quizás a toda nuestra vida. Muchos de nosotros vamos por este mundo colmados de una ira que en realidad nunca ha sido tratada. Has oído hablar de muchachos que son jóvenes enojados o personas que parecen tener un temperamento explosivo. Caminar por sus vidas es como caminar por un campo minado. Tienes miedo de dar un paso sin mirar por donde pisas. Tienes que caminar sobre cáscaras de huevo alrededor de ellos porque son muy explosivos. Son tan temperamentales. Hay tanta ira en ellos.

En primer lugar, nunca lidiaron con la ira. El sol se puso sobre esa ira y esa ira, luego comenzó a carcomer sus entrañas para convertirse en amargura y resentimiento y producir una actitud de rencor y hostilidad. Eso sucede, todos lo hemos experimentado y todos hemos conocido a personas que parecían estar perpetuamente enojadas por esto o lo otro. Incapaces, casi de sonreír. A veces vemos esto en el mundo criminal; una hostilidad increíble. Se conoce el caso en Estados Unidos donde un hombre fue condenado en Texas por torturar a muerte a un hombre negro, a quien ató a la parte trasera de su camioneta y condujo durante 5 km mientras este hombre estaba vivo hasta que murió. No hubo remordimiento. En cambio, solo veneno amargo salió de la boca del asesino convicto mientras lo llevaban esposado a la puerta de la prisión. Gritó obscenidades al juez y a la sala del tribunal, todavía lleno de ira incluso después de este acto terrible e increíblemente perverso de destrucción de otra vida humana.

El poder de la ira puede derribar naciones. Crear guerras. Arruinar familias. Destruye matrimonios. Es muy importante que el cristiano comprenda la naturaleza de la ira y cómo lidiar con ella. Una de las cosas principales es no permitir que el sol se ponga sobre tu enojo. Mi esposa y yo hemos estado casados, ahora casi por 40 años y me gustaría poder decirle al mundo que nunca hemos tenido una palabra de desacuerdo entre nosotros en ese tiempo, pero eso sería una mentira. Dos personas, sin importar quiénes sean, no pueden vivir juntas en un estado matrimonial durante mucho tiempo sin tener desacuerdos y sin provocar la ira entre sí.

De hecho, no hay nadie en este mundo que pueda enojarme más que mi esposa. ¿Por qué? No hay nadie que signifique más para mí en este mundo que ella y nadie que me conozca mejor que ella y que sepa cómo encender mis interruptores cuando quiere. Ella no tiene miedo de mi enojo porque si estoy enojado, puede reírse de mí porque sabe que no puedo soportarlo. No sé cuántas veces he ido a dormir por la noche diciendo, me voy a quedar enojado y no voy a dejar pasar esto y la haré pagar, y cosas similares. Entonces, escucho: “no dejes que el sol se ponga sobre tu enojo” y digo, bueno, no puedo hacer eso. Esto es algo con lo que todos tenemos que lidiar, estoy seguro, pero, otra vez, creo que la esencia es comprender la naturaleza de la ira en primer lugar.

Todos debemos preguntarnos de vez en cuando, ¿qué es lo que te enoja? Ciertas cosas que podrían enojarme, no te molestan en absoluto y las cosas que te molestan, no me enojan a mí. Esa es la forma como es. Solo tenemos distintas estructuras y tenemos diferentes razones para responder de la manera en que lo hacemos a ciertas cosas. Bueno, hay elementos básicos de la ira que se han aislado y yo diría que las tres causas más comunes de ira y, a pesar de que las estoy distinguiendo en tres, en un sentido, todas son variaciones de lo mismo.

La primera es la que voy a llamar decepción. La decepción ¿Cómo manejas la decepción? Esta es una de las cosas más difíciles de aprender para los niños, el lidiar con la decepción. “Mamá, ¿puedo quedarme en casa de Pedro esta noche?” “No, hijo. Tenemos cosas que hacer por la mañana. No se va a poder” “¿Por qué no puedo?” Y de repente, hay toda esta ira y toda esta rabia saliendo del niño porque quería hacer algo, tenía planes para hacer algo, tenía esperanzas de poder hacer algo y esas esperanzas ahora se habían convertido en una expectativa y la expectativa no se cumplió y el resultado fue la ira. Y la decepción crea y provoca ira. Y aquí está el axioma: la gente decepciona a la gente. No somos capaces de cumplir por completo con todas las expectativas que la gente tiene de nosotros si no las cumplimos, si los decepcionamos … ¿No es una frase extraña, decepcionarlos? Usamos esa medida cuantitativa vertical para hablar de varios niveles del espíritu. Cuando somos infelices, se dice que estamos por el suelo y cuando estamos felices y exaltados, se dice que estamos en las alturas.

Aquí estamos felices como lombrices y de repente alguien nos defrauda. Alguien no cumple con nuestras expectativas. Cuando eso sucede, esperábamos una cosa, conseguimos otra en su lugar, estamos decepcionados y esa decepción ahora se expresa en términos de ira. Ahora, estrechamente relacionado con la decepción está su gemela, a la que llamamos frustración. La frustración es realmente una decepción repetida, cuando sus esperanzas no se realizan repetidamente. Una cosa es esperar algo, si no se ha cumplido, estás un poco decepcionado, pero todavía no estás enojado. Luego, sucede lo mismo al día siguiente o al día siguiente y al día siguiente, y muy pronto, te sientes frustrado. ¿Quieres ver cómo funciona? Observa a un bebé.

Consíguele esos tableros tipo rompecabezas donde tienes una pequeña tabla de trabajo que le das al pequeño y tiene agujeros redondos, cuadrados, agujeros rectangulares y triangulares y el niño tiene un bloque de madera y tiene estos bloques que son redondos y cuadrados, cilíndricos y todo lo demás, y ¿cuál es el objetivo juego? Poner el bloque cuadrado en el agujero cuadrado y el bloque redondo en el agujero redondo. Ahora, me he sentado y he observado a estos pequeños niños jugando a estos juegos durante largos períodos de tiempo y me he quedado absolutamente asombrado por su paciencia, inicialmente. Ves al niño pequeño tomar el bloque cuadrado y tratar de ponerlo en un agujero redondo. Una vez que no funciona, no se rinde. Tratará de nuevo, lo golpeará de nuevo y lo observas, pero sabes lo que va a pasar. Sabes lo que va a pasar. En unos momentos, sigue haciendo eso, muy pronto empieza a llorar. Lanza el bloque, patea el tablero, esparce los bloques. ¿Por qué? Está frustrado. No logró su objetivo.

Ahora bien, el hockey es un deporte diferente a otros deportes. Algunos fanáticos dicen que fueron a una competencia de peleas y en medio de ella estalló un juego de hockey. El hockey se trata más de pelear que de cualquier otro deporte, pero desaprobamos la pelea en otros deportes profesionales. Es terrible ver estallar una pelea a puñetazos en un campo de béisbol o en un juego de baloncesto o en un partido de fútbol, pero a veces verás estallar a puñetazos en una liga importante de béisbol, baloncesto o fútbol.

¿Cuándo pasa esto? Tomemos el fútbol, por ejemplo. Has visto que pueden estallar caos y peleas en el campo de fútbol. Déjame decirte esto, casi nunca ves estallar una pelea en un juego de fútbol profesional. Estos son atletas profesionales altamente disciplinados que participan en contacto físico, que han aprendido a manejar y adaptarse. A lo largo de todo el juego, casi nunca ves estallar una pelea en el primer tiempo o en el segundo tiempo o en el tiempo extra. ¿Cuándo estallan las peleas? Te diré cuando estallan. Cuando un equipo se da cuenta de que ya no tiene esperanzas de ganar el juego. Cuando están en un nivel de frustración por no lograr sus deseos y sus metas, se vuelve tan intensa esa frustración que estalla en expresiones de ira y violencia.

Si ves a alguien que está enojado, es posible que tú quieras averiguar y ver cuál era el objetivo, el deseo o la esperanza que tenía. El sueño de su vida que no se hizo realidad los dejó en un estado de frustración, decepción, que luego se convirtió en rabia. Estas son dos de las causas de enojo más frecuentes que existen. Ahora bien, la tercera causa de enojo sigue siendo parte del mismo tema. Quiero enfocarme en esto porque esta es la esencia. Dolor o sufrimiento. Dolor o sufrimiento. Cuando alguien se te acerca y te da una bofetada en la cara, es probable que eso te haga enojar. Duele ser abofeteado en la cara.

Alguien te empuja y ocasiona raspones en tus rodillas, eso podría enojarte porque esa persona te ha infligido dolor, pero aquí, esto es un simple asunto de entender el dolor físico, pero todos sabemos que hay otros tipos de dolor además de dolor físico. El niñito que estaba jugando en su mesa de juegos experimenta dolor emocional al frustrarse con sus acciones. La persona que hiere tus sentimientos, que te insulta, que te calumnia, que murmura sobre ti, daña tu reputación, daña tu nombre, provoca dolor en tu vida. La persona que saca provecho de tu dinero en un trato comercial te ha causado dolor. Duele perder las inversiones. Ese dolor se convierte en ira.

Tengan en cuenta que los tres implican algún tipo de dolor. La decepción es dolorosa. La frustración es dolorosa. Ser calumniado es doloroso. Ser abofeteado es doloroso y estas son las cosas que provocan la ira. Jesús estaba enojado por lo que vio que sucedía en la casa de su Padre porque le dolía ver la casa de su Padre, que debía ser una casa de oración convertida en un lugar de comercios. Y Jesús expresó su enojo que surgió de su dolor. No puedo pensar en ningún tipo de ira que no esté arraigada a algún tipo de dolor. ¿Por qué es tan importante entender eso?

Bueno, al comprender mi propio enojo y, ciertamente, al comprender el enojo de otro, en especial si están enojados conmigo, será de gran ayuda si podemos disciplinarnos para mirar más allá del enojo al dolor. Si alguien se te acerca y te dice: “Estoy realmente enojado contigo”, ¿cuál es tu reacción normal? Vas a estar a la defensiva. No vas a ser comprensivo. Te vas a sentir incómodo. O si alguien se te acerca y te dice: “Estoy realmente dolido”. ¿Por qué estás dolido? “Bueno, por algo que me dijiste el otro día.” ¿Cómo vas a responder a eso? Si me doy cuenta de que he lastimado a alguien, mi respuesta humana básica es querer proveer alivio, es querer traer algún tipo de calmante para que desaparezca su dolor. Yo no quiero lastimar a la gente. ¿no es cierto? No quiero causar dolor a otros seres humanos.

Si alguien viene y me dice: “Estoy muy dolido”, le pregunto por qué. “Bueno, es por algo que dijiste”. Entonces, de repente, comienzo a enojarme conmigo mismo en lugar de esa persona, pero si una persona se me acerca con rabia, no quiero escucharlo. Si se vuelven violentos, yo no quiero escucharlos porque ahora me están causando dolor a mí y no lo entiendo. Las respuestas enojadas provocan respuestas airadas hasta que ese enojo comienza a escalar y empieza la guerra. En cambio, si podemos superar el enojo, mirar detrás del enojo, mirar debajo del enojo para ver dónde está el dolor porque siempre está ahí. Siempre está ahí. Una persona puede sentir dolor de forma injustificable.

Como dije, la gente tiene expectativas poco realistas. Alguien podría acercarse a mí y decirme: “Estoy enojado contigo”. ¿Por qué estás enojado conmigo? “Porque llamé a tu oficina y quería jugar golf contigo y tu secretaria dijo que estabas demasiado ocupado y estoy realmente molesto por eso”. Lo siento, no quiero ofenderte, pero ¿qué te dio la impresión de que podías llamar a mi oficina y pedirle a mi secretaria que programara un juego de golf contigo? Tal vez lo deseabas y esperabas que se cumpliera tu deseo, pero no tenías derecho a tener esa expectativa.

A veces creamos nuestro propio dolor y creamos nuestro propio enojo por expectativas ilegítimas, pero aún así es importante que lo entendamos, para que podamos comprender nuestro propio enojo y comprender el enojo de la otra persona. Tenían alguna expectativa. Tal vez era una expectativa legítima y no cumplí con sus expectativas y el peso de la responsabilidad está sobre mi cabeza. De hecho, ofendemos a la gente y hay una distinción entre ofender y ofenderse. A veces nos ofendemos cuando no ha habido ofensa alguna y la gente se sentirá ofendida cuando no hemos hecho nada para ofenderlos. Eso también es parte de la naturaleza humana, pero cuando una persona se siente ofendida, eso la lastima y, a menudo, la respuesta al dolor es ira. Necesitamos entenderlo. También entendemos la forma en que funciona la ira en las relaciones, las familias y los hogares, la oficina.

Un par de tipos de enojo de los que quiero hablar brevemente son esos dos tipos de ira que yo llamo ira situacional e ira mal dirigida. Estos también están muy relacionados. Veamos cómo se relacionan. Tomemos la ira mal dirigida. Un chico sale de la oficina y llega a casa. Ha tenido un mal día. Su jefe lo reprendió, perdió una cuenta y abolló su auto camino a casa y entra a la casa y le dice a su esposa: “Cariño, realmente tuve un mal día, cariño, espero que me ayudes a poder superarlo “. Así no es como pasan las cosas. Por el contrario, entra, patea al perro, comienza a gritarle a su esposa y causa estragos en la casa porque ha tenido esta acumulación de frustración y enojo todo el día.

Ahora, no puede desquitarse con su jefe ni con sus empleados en el trabajo, por lo que lo guarda, lo lleva a casa y lo derrama sobre su perro, sus hijos o su esposa. Eso sucede todos los días en muchas partes. La ira mal dirigida o su pariente cercano, lo que yo llamo la ira situacional, donde culpamos a las personas por cosas que no son causadas por personas, sino por accidentes o algo así. Entras a la casa y estás parado, de pronto una cortina se desprende de la pared y cae al piso y se arruina porque el perro corrió a morderla o algo así, así que empiezan a gritarse entre sí por las cortinas que se arruinaron, cuando ninguno de los dos tuvo la culpa. Fue la situación que resultó difícil para todos los involucrados.

Observas lo que sucede cuando las personas están detenidas por el tráfico, la situación es frustrante para todos los involucrados y las personas que no contribuyeron en el atolladero empiezan a enojarse entre sí, comienzan a tocarse las bocinas y comienzan a pelear entre sí porque la situación es muy frustrante y decepcionante. Necesitamos estar alerta a eso para notar la ira situacional cuando surge y asegurarnos de que cuando estamos enojados, se dirija al lugar correcto y se controle con la moderación adecuada. Hay distintas formas en que la Biblia dice que debemos lidiar con la ira y maneras de cómo no lidiar con la ira, hemos visto algunas de ellas, pero también, se nos dice que no seamos personas conocidas por tener una mecha corta, que debemos ser personas que tienen el don y el fruto del espíritu, uno de los cuales es el dominio propio.

Nos disciplinamos para no reaccionar con rabia cada vez que nos sentimos decepcionados, heridos, dolidos o lastimados. Sin embargo, al mismo tiempo, el peligro de eso es que cuando aprendemos a disciplinar nuestro enojo, nos convertimos en personas que están aterrorizadas de expresar el enojo y empezamos a reprimirlo y guardarlo y terminamos explotando. Esto sucede todo el tiempo, cuando ves a alguien reaccionando de forma exagerada ante una situación. ¿Por qué pasa eso? Ha habido una historia reprimida que, de repente, la gota que colma el vaso cae y esa ira acumulada emerge y debemos tener cuidado con nosotros mismos.

Recuerdo que mi esposa y yo habíamos estado casados por 10 años y estábamos discutiendo un día en nuestra cocina en Boston y yo tenía un vaso de Coca-Cola light en la mano y en medio de la discusión, tomé ese vaso y lo arrojé contra la pared. Rompí el vaso en un millón de pedazos y mi esposa se echó a reír. Dije, ¿de qué te ríes? Ella dice: “Al fin”. Dije ¿qué quieres decir con al fin? Ella dijo … Antes de ser cristiana, se me conocía como de mecha corta. Estuve en peleas todo el tiempo y siempre me enojaba y lo primero que me señalaron cuando conocí al Señor fue ese temperamento volátil y dije: no puedo seguir así. Traté de vivir una vida sin expresar enojo y ella dijo: ” en diez años nunca he podido ver que te enojes así”. Ella dijo: “Finalmente lo hiciste”. Ella dijo: “Me alegro”. Fue un alivio.

No es que yo recomiende que arrojes vasos a la pared y los rompas en tu casa. Yo solo digo que puede haber un patrón peligroso de almacenamiento de ira y nunca lidiar con ella porque va a salir a relucir. Va a salir a la luz de forma destructiva. Si vamos a ser personas que lidian con este problema difícil de la ira, necesitamos la sabiduría de Dios y necesitamos la sabiduría y la paciencia para buscar dónde está el dolor porque es mucho más fácil responder al dolor que responder a la ira.